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sábado, 8 de agosto de 2009

¿Qué opinan?

El colega Arno Burkholder de la Rosa, del blog Clionáutica, se aventó la elaboración de una muy curiosa e interesante encuesta que tiene bastante que ver con aquello que podríamos denominar centenarismo cíclico mexicano. Este historiador nos pregunta:

De aquí a cien años, ¿qué opinarán de nosotros los que sean mexicanos entonces (si es que aún hay México o su equivalente)?

Córranle, aquí los espero.

H.

miércoles, 8 de julio de 2009

Mexicanos al grito de guerra

Como si de la encarnación de Masiosare se tratara, algunos mexicanos piensan que una revolución debe ser violenta. Y puede serlo en dos sentidos: uno metafórico y uno muy, muy real. Es decir, alguna revuelta popular, huelgas, ediciones independientes, tomas de canales de televisión y estaciones de radio, etc, etc. Cuestiones de pocas pérdidas materiales aparentes (ojo, quiero resaltar lo de aparentes) y que, por otro lado, pueden desencadenar procesos que lleven a un violento cambio en la mentalidad de la población, o al menos una parte importante de ella que la haga movilizarse.

El otro es, bueno, el más realista: la cosa de las huelgas, las protestas y demás, que podria desembocar en un baño de sangre donde ya entran los cuernos de chivo y otros juguetitos.

Yo no sé qué es lo que quieren exactamente estas personas, pero por el simple hecho de incluir su conteo cíclico de las revoluciones mexicanas (1810-1910-2010) se ganaron una entrada en este blog; y no me malinterpreten, estoy de acuerdo con muchas de sus ideas, además de que su contrapropaganda del voto me encantó.

Recuerden, es Mexicanos al Grito de Guerra.

H.

viernes, 1 de mayo de 2009

Que no, que es un asunto diferente

Esto apareció en La Jornada el 7 de julio del año pasado:

En 2010 no estallará una nueva revolución, dice Ignacio Marván


Mariana Norandi

Con motivo del bicentenario de la Independencia de México, el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) y la Fundación Conmemoraciones 2010 llevarán a cabo, a partir del próximo miércoles, el proyecto Historia crítica de las modernizaciones en México, que establecerá siete mesas de trabajo interdisciplinarias, las cuales reunirán a 60 expertos nacionales e internacionales para analizar y reflexionar sobre las experiencias de cambios, retrocesos, tensiones y contradicciones que se han dado en el país desde 1750 hasta nuestros días.

Con ello se quiere llevar los problemas del presente al pasado, examinarlos desde una perspectiva crítica y demostrar que la historia está muy relacionada con la problemática actual. El resultado de estas mesas será recopilado en siete tomos, que publicará el Fondo de Cultura Económica, como excitativa a descubrir una historia novedosa en ésta y nuevas generaciones.

Ignacio Marván Laborde, director de la División de Estudios Políticos del CIDE, y principal impulsor del proyecto, explica algunos aspectos de este trabajo y afirma que en 2010 no estallará una tercera revolución en México (con lo cual se cumpliría la predicción 1810, 1910, 2010), ya que el actual distanciamiento entre el poder y la sociedad es en sí mismo “una revolución”.

–¿Cómo surge este proyecto? –se le preguntó.

–Yo trabajé mucho la historia del siglo XX y le pedí a Clara García, que es especialista en el periodo colonial, y a Ericka Pani, experta en el siglo XIX, que reuniéramos esas etapas para romper con la historia lineal, así como con esa otra que fue la consigna panista para llegar al poder y que ve los 70 años del PRI como iguales. Este proyecto ve la historia con sus zigzagueos, como un proceso no lineal de evolución y modernización donde las elites que quieren imponer cambios se encuentran con diferentes reacciones de la sociedad y resultados inesperados.

–¿Qué es lo que no aprendemos de la historia?

–De la historia tenemos que aprender qué es nuevo y qué no. Por ejemplo, 1893 fue el año de mayor conflicto del Porfiriato entre el régimen y las comunidades indígenas por la conservación de las tierras, y en Guerrero hubo una rebelión en contra del ferrocarril, por lo que Porfirio Díaz prefirió la paz social al “progreso”. Algo muy parecido al proyecto tecnócrata de San Salvador Atenco, donde se quería construir un nuevo aeropuerto; finalmente hay valores de los pueblos que se imponen. Por tanto, más que pensar por qué no aprendemos de la historia, debemos aprender que México es un país complejo, con una sociedad heterogénea donde la vieja idea priísta del proyecto de nación es inviable.

–¿Cómo se transmiten las modernizaciones en un país tan asimétrico? –se le insistió.

–La educación había sido en el siglo XIX la gran puerta a la modernidad social para llegar a la igualdad. Sin embargo, hoy tenemos más alfabetización y peor educación y ésta es uno de los factores crecientes de desigualdad.

–¿Existe hoy más desigualdad que en el siglo XIX?

–En aquel entonces había más analfabetos, pero todos lo eran. Por tanto, hoy la educación se volvió un factor de desigualdad y de inmovilidad social que no reduce las brechas entre clases. Así, en términos relativos hay más desigualdad, no necesariamente en términos de pobreza absoluta, aunque también puede haberla. En aquella época la economía rural tenía mecanismos para la subsistencia y ahora las personas que están en la subsistencia tienen menos oportunidades que cuando esa economía representaba una parte más importante de la economía general.

“Actualmente los tecnócratas abandonaron las comunidades por no considerarlas rentables y esperan que esa población emigre a las ciudades y se integre a los servicios.”

–Los países de América Latina celebran su bicentenario independentista. ¿Qué características históricas nos diferencian dentro del contexto regional?

–Todos los países están celebrando independencia al mismo tiempo, pero el caso mexicano se distingue porque, así como en el resto de los países, la independencia la realizó una elite criolla; en México fue una rebelión popular. Otra característica es que los países que tenían regímenes modernizadores, pero autoritarios como el Porfiriato, la democratización se dio de manera paulatina, y en México se produce por medio de una guerra civil. Finalmente, en el siglo XX, en América Latina las transiciones de dictaduras a democracias se dan por rupturas muy claras; en México nunca queda claro dónde acaba el antiguo régimen y dónde comienza el nuevo. En 2000 hubo expectativas de cambio y en 2006, tras el fraude electoral, hubo una regresión.

–¿Los mexicanos conocemos poco de nuestra historia?

–Hay visiones muy claras y populares que están profundamente enraizadas. Si se hace una encuesta de cuál fue el mejor presidente de México, todo mundo dice Lázaro Cárdenas. Sin embargo, se ha ido perdiendo el valor de enseñar historia en la primaria y ponen más matemáticas. Este abandono del conocimiento histórico tiene que ver con el deterioro que ha tenido el país en los pasados 30 años. Y no entiendo cómo se quiere articular y fortalecer una comunidad política sin enseñarle su historia.

–Revisando los momentos prerrevolucionarios, ¿se podría esperar una nueva revolución en nuestro país?

–En el mundo es difícil que se dé una revolución que no sea pacífica, aunque eso no quiere decir que no haya convulsiones. Ya no pensemos en el cataclismo 1810, 1910, 2010: México ya está convulsionado. Hay una enorme distancia entre la clase política y la sociedad y eso en sí ya es una revolución y no le veo una perspectiva de estabilización a corto plazo. Un pueblo tan distante del poder es un pueblo alerta.

martes, 28 de abril de 2009

En perspectiva centenaria

Si alguien sigue la liga de mi perfil hasta mi blog de cabecera, el multiignorado Éter Verde, constatará que sigo con afán el de otra persona, cuyas opiniones me cuadran muy bien. Hablo de Edgar Clément, monero e ilustrador mexicano, cuya obra admiro bastante (en especial argumentativamente). Pero mis filias no son parte de esta post; simplemente los invito a visitar el blog de Clément, crónica de castas, pero en especial para los propósitos de 2010, éste.

Su tesis al respecto gira alrededor de varios temas, a primera vista inconexos: la visión relativista de la "Independencia"; la duda del ciclo revolucionario "cada cien años", preguntándose sobre 1510, 1610 y 1710; la teoría de la dependencia, apoyándose en André Gunde Frank; y en especial, el cuestionamiento implícito de la particularidad del ciclo revolucionario mexicano, ubicando las famosas rupturas de las que nos enorgullecemos en la nopalera en contextos internacionales más amplios.

Como todas la opiniones, criticable y para nada infalible. Pero me parece bastante notable. Chéquenla y me dicen.

H.