miércoles, 19 de septiembre de 2012

El Mano Negra y las moscas henriquistas


[El general Miguel Henríquez Guzmán hizo campaña por la silla presidencial como candidato de la Federación de Partidos del Pueblo Mexicano (FPPM) en la elección de 1952, que finalmente ganaría Adolfo Ruiz Cortines. Como en todas las campañas mexicanas en las que la oposición se sintió con verdadera fuerza para arrebatarle la presidencia al partido gobernante, la henriquista de 1951-1952 está llena de anécdotas memorables. Sin embargo, pocas son tan pintorescamente narradas como ésta, salida de la pluma de Enrique Quiles Ponce, con motivo de la estancia de los henriquistas en Ciudad Valles, San Luis Potosí, en octubre de 1951. La veracidad del relato me da lo mismo; es una joya propagandística que da una sensación de haber sido sacada del Libro Vaquero. Y eso por sí mismo le da derecho a ocupar un espacio en este blog.]


Durante la estancia en Ciudad Valles ocurrió algo digno de contarse, ya que además de los consabidos obstáculos, las amenazas de agresiones criminales aprovechando la abundancia de gatilleros profesionales al servicio de los caciques locales, se volvieron ominosas y abundantes. El propio Gonzalo N. Santos destacó a sus mejores elementos para amedrentar al pueblo y desorganizar a los henriquistas. Comisionó inclusive a su mejor hombre, de triste memoria y fúnebre apodo el “Mano Negra”, asesino nato y sin sentimientos. Este sujeto anduvo pregonando que: “Todo henriquista que tuviera enfrente lo aplastaría como mosca”. Hasta los oídos del teniente José Verduzco Amezcua llegó la balandrona del “Mano Negra”. Veduzco era un muchacho excepcional, que ni en los momentos más difíciles mostraba asomo siquiera de nerviosismo, pues parecía que, carente aún del instinto de conservación, gozara con el peligro.

Así, caminando en círculos en el clásico zócalo provinciano de Ciudad Valles, envuelta en el hálito húmedamente caluroso de la lujuria vegetal de trópico, se encontraron frente a frente el “Mano Negra” y Verduzco.

Éste dijo al pistolero:

-Aquí estoy, soy henriquista de hueso colorado. Máteme si puede, y si no retírese y dígale a don Gonzalo que no somos moscas, ¡somos hombres!

El “Mano Negra”, desconcertado y sorprendido, trató de sacar la pistola, pero como estaba acostumbrado más a la ventaja y a la traición que al valor, su mirada torva de asesino sin escrúpulos, no pudo resistir la mirada limpia de un joven que despedía vitalidad y al que adivinó, con el instinto de conservación de animal gravemente amenazado, la decisión y la agilidad. Entonces, el joven militar con movimientos de cobra encañonó al “Mano Negra” y lo desarmó. En seguida, retrocediendo unos pasos, vació la pistola de cartuchos y la arrojó a los pies del pistolero, quien lentamente y mordiéndose los labios recogió el arma y cuidando no hacer ningún movimiento sospechoso, rápidamente dio media vuelta y se alejó gruñendo.

Enrique Quiles Ponce. Henríquez y Cárdenas ¡presentes! Hechos y realidades de la campaña henriquista pp. 124-127.

H.

Demostración enjambrista en el movimiento ferrocarrilero de 1958-1959


[El 26 de junio de 1958] en Aguascalientes, después de las 10 de la mañana “… el ruido cotidiano dejó de escucharse, las máquinas, las planchas remachadoras, los hornos cesaron, el silencio se hizo total en los talleres… Pero dentro de los mismos el enjambre humano permanecía en sus puestos de trabajo con los brazos caídos”, dispuestos a luchar…

Ramón Báez Esquivel. El movimiento vallejista en Aguascalientes. Las luchas ferrocarrileras de 1958. México: Editorial Contundencia, 2003. p. 35


Me (Nos) llamaron rebaño,
nos (me) nombraron legión,
                                 pero so(y)mos ENJAMBRE.

H.