viernes, 4 de septiembre de 2015

MachOmega

Quiero lastimarte. No es personal.
O eso es lo que repito de frente al mundo para no reconocer que no puede haber deseo más personal que este.
Planeo cobrarte a ti la deuda que mi propia historia tiene con el actual momento en el que vivo, que tiene conmigo.

Las primeras veces, fuiste silueta en el horizonte.
            Ahora eres sombra, relámpago.
                        Noticia que estruja las entrañas
                                   y abre la tierra que piso.

Arribista como soy, escalar la jerarquía de la manada era mi mayor anhelo; ahora lo veo.
            Pero siempre fue volición incógnita: yo pregonaba otra cosa.
                        Cuatro letras, dos sílabas.
                                   Ahora mi secreto es la palabra y el ascenso, mi prédica.

No te conozco, no eres nada para mí.
            Y aun admitiéndolo, quiero lastimarte. No renunciaré a tan vigorizante fantasía.

Porque es una fantasía. Los chamanes grises me aconsejan que la dome, y evite que se derrame en el teatro de mi pequeño mundo.
            Ansío dañarte.
                        Bailar sobre tus huesos rotos mientras otra mirada se posa en nuestra danza.
                                   Con tal de que se pose en mí; por eso quiero hacerlo.

Deseo defenestrarte.
Exponer tus virtudes, tan minúsculas como las mías, ante esa mirada que devoré ansioso tantas jornadas,
                        y que, al momento de elegir, se arrojó a la opción lógica:
                                   tú,
                                               voluntad errante,
                                                           vértigo domesticado y placentero,
                                                                       refugio en el riesgo y viceversa.

Destrozarte a ti, líder de la manada,
            que, sin saberlo, pretende lucir como yo, el macho omega,
                        y en esa ficción es capaz de descender al mictlán y seguir coronado por el sol.
                                   La elección correcta.
                                               El rubor de sus mejillas.
                                                           La humedad de sus sueños.
                                                                       Su catarsis.
                                                                                  Su deseo.
                                                                                              Su paz.

No, yo no soy tú, por eso busco desgarrar todos tus reflejos en todos los espejos.
            El guía nublado pretende jalar de mi correa y sé que tendrá éxito.
                        Está escrito que mi semilla se pierda en el fango.
                                   Está escrito, pero no dicho.
                                               Grabado en la piedra, pero no soñado.
                                                           No está hecho.

Por eso, mi única vocación ahora es legar estos rugidos a los otros eslabones rotos, para que se reconozcan en ellos.
            La sagrada y bendita sensación, el deseo maldito de usurpar son mi credo.
                        Quiero esparcirlo, desplegarlo y reír con desesperación,
                                   complacido de la última epifanía:
                                               No sabes nada de la génesis que se eleva desde el lodo,
sólo de la cera en tus alas, cabeza de parvada, semental invicto, con los ojos puestos en esa boca del vacío que llamas cielo.

En la hojarasca sabemos que ignoras cómo devolverle la mirada al abismo.
            No eres absoluto: tu piel la podemos habitar muchos,
                        pero tú la mía, no.

                                   Alfa, pero nunca Omega.                   

sábado, 19 de octubre de 2013

Adivinanza

Mi vocabulario está enfermo. 

El agente patógeno responsable entró hace ya mucho tiempo, en una ocasión memorable. No hay prueba de su resistencia a un medio hostil, su carácter parásito o de su búsqueda de huésped. Pero es así normalmente como comienza. Parece que no ocupa ningún espacio. Un par de lugares aquí, alguno por allá, no se nota. Las frases lo absorben. De repente, aparece en solitario, sin sostenes de ningún tipo, de la nada. Figuras se identifican con él y establece un vínculo casi imperceptible con sensaciones, aromas, visiones. Sin pasar como algo importante aparece dos veces en un día; tal vez una al amanecer o al mediodía, y otra en sueños.

Los labios lo dejan escapar entonces. No parece alarmante. Notable, pero no es motivo de alarma.

Pero dejarlo escapar es la mejor prueba de que ha hallado acomodo y comienza a enraizarse. Así como escapa de los labios, reaparece. Y empieza donde antes no solía hacerlo. Las frases que el sirven de vehículo suelen parecer cada vez más ajenas a él, pero les ha poseído. Increíblemente, sigue sin ser alarmante. Sus nuevos avatares lucen familiares, como parte de un proceso natural.

La mente lo ha absorbido y aceptado como parte de sí misma. Ya no le rechazará. No será capaz de pretender olvidarle. Así, ya dentro y habiendo echado raíz, toma el control esporádicamente y las frases ya no pueden ser articuladas sin él. Las palabras aisladas esconden una invisible y fina cadena que las une a él. La mente, engañada, entonces toma en serio a la amenaza, pero ya es muy tarde.

Una vez sabiendo que ha logrado amedrentar a la mente con la perspectiva de su implacable e imborrable presencia, busca regresar a su Referente, a su fuente. Obliga al huésped a una angustiante y desesperada búsqueda de dicho Referente, para tenerlo cerca y convencerse de que la enfermedad es algo benéfico, que es deseable y saludable.

Así es Tu Nombre. Mi vocabulario está infectado y es incurable.

H.



lunes, 12 de agosto de 2013

¿Por qué el 10 de agosto es tan importante y usted ni en cuenta?

Para muchos este 10 de agosto pasó como un día como otros más, sin significación especial (a menos que haya sido cumpleaños de alguien).

En el calendario enjambrista, el 10 de agosto está dedicado a San Nicolás Seismonos, el sabio del Anáhuac que hace más de un siglo fue capaz de predecir, con precisión milimétrica, el inicio de una terrible y ficticia catástrofe natural que devoraría nuestra amada Ciudad de los Palacios en 1887, en la que, haciendo mancuerna con Don Goyo, el Peñón de los Baños sería protagonista de una serie de erupciones volcánicas que sumirían al valle del ombligo de la luna en un armagedón capaz de hacer de la lluvia de fuego sobre Sodoma y Gomorra un espectáculo de fuegos artificiales de pueblito serrano.

Sobre decir que los habitantes de la ciudad, al llegar el 10 de agosto, la fecha anunciada vehementemente en un folleto que había hecho circular y poco instruidos en la cósmica relación realidad-ficción (miopes, por lo tanto a los rostros de Jano), lanzaron mastodónica rechifla burlona a nuestro incomprendido visionario, el cual había pronosticado la hecatombe con la ayuda de uno de los más importantes inventos  en la historia de la humanidad (obra suya, por supuesto), el "Seismeono", prodigiosa máquina capaz de proporcionar a quien la use la fecha exacta del inicio de un fenómeno sismológico.

Una vez ridiculizado por una ciudad entera, el sabio resolvió contender por la presidencia contra el sempiterno dictador Porfirio Díaz con su nombre de nacimiento, Nicolás de Zuñiga y Miranda, siéndole arrebatado con dolo el triunfo electoral que merecidamente el imperio de la ficción le había otorgado. Y la historia se repitió incluso con el éxito de la rebelión maderista.

Pero sabemos los que hemos sido iniciados que el 10 de agosto de 1887 sí ocurrió la catástrofe anunciada, en uno de los tantos reflejos del espejo. Sabemos que si sabemos explorar las ruinas de la Ciudad de los Palacios en el Imperio de la Ficción, hallaremos las pruebas contundentes. Por eso, y por haber sido presidente de México tantas veces, don Nicolás entró al santoral enjambrista.

Los planos del Seismeono desaparecieron de los anales de la historia de la ciencia y el recuerdo del maravilloso aparato ha sido tomado como el invento delirante de un excéntrico. O al menos eso se creyó durante décadas. En 1954, un maestro rural de Zacatecas, escudado en el seudónimo "EJBR", publicó un pequeño folleto en el que anunciaba un sismo tres años adelante, un 28 de julio, describiendo además cómo había logrado armar para sí un seismeono con ayuda de los planos que don Nicolás había dejado. En el sucinto documento podemos entender claramente cómo funcionaba (y quizás sigue funcionando): el alma del aparato se manifestaba como un simio que golpeaba durante treinta días un tablero con teclas de marfil con letras en ellas y que una vez transcurridos los treinta días, imprimían en una lámina de papel el resultado con la fecha del evento telúrico. Este revelador documento ha sido sembrado en un archivo histórico y ha sido reto personal de académicos y archivistas el encontrarlo.

El pasado sábado 10 de agosto convoqué a una reunión lúdica y los asistentes no tenían idea de cual era el motivo conmemorativo de la misma. Bien, aquí lo tienen.

¿Por qué resolví hablar de esto el 12 de agosto y no el mero 10? 

Bueno, estaba muy ocupado rascándome el ombligo.

H.

sábado, 20 de abril de 2013

Azote Ontológico


Soy palabras.

Soy párrafo, cuartilla.

Al principio, soy duda digna de aclararse, pregunta, acertijo.

Soy broma.

Soy opinión, argumento, diatriba.

Soy respuesta, a ratos.

Soy queja, maldición, a veces insulto.

Soy consuelo. O molestia.

Soy letras, símbolos.


Soy causa de sonrisa y mueca; invisibles ambas.

Soy razón de risa.

Soy cumplido.

Soy oxímoron, pleonasmo, error.


Soy un número, una clave, una cita agendada, un minuto  en el reloj.

Soy presencia, compañía, pero no tacto.

Soy voz, pero no aliento.

Sólo silueta que mira.

Soy gesto, ajeno y propio.

Soy decepción.

Soy observable, admirable, conjurable; no deseable.

No soy.

Soy promesa.

Y al final, ni eso.

Soy palabras…


(Usted disculpará el abuso de la primera persona... No, qué va a disculparlo... Ándele, condénelo, que a eso vino, no se haga.)

H

lunes, 8 de abril de 2013

Animalía y Zoopoética VII: El Zodiaco Enjambrista


[Este texto fue escrito originalmente el 1 de abril de este año, así que el horóscopo es de ese día]

Primero, ¿por qué “Enjambrista”?

Porque algunas de las cosas más importantes en el mundo se hacen enjambre. Como las imágenes que componen nuestra mente o las abejas que desaparecen y pueden hacer colapsar la civilización dejando de ser colmena. Y no olvidemos a las estrellas ni a las multitudes individuales o a los individuos multitudinarios que no desean ser llamados rebaño ni nombrados legión.

El Zodiaco

Dice un antiguo proverbio que me inventé hace un tiempo que a cada estrella mira una roca y a cada roca mira una estrella. Otro dice que las únicas estrellas que se hacen enjambre son las que acaban de morir. Los enjambres de estrellas son deseo de las colmenas, que desean imitarlos. Aquí es dónde les digo que todo esto significa que esta Rueda de Animales (traducción literal de la palabra “zodiaco”) no necesita correspondencias astronómicas en el cielo porque, como dijimos al principio, a cada roca mira una estrella y a cada estrella mira una roca. El cielo está dibujado en el suelo que pisamos y podemos mirar su disposición desde aquí. Las imágenes de ese dibujo se hacen enjambre en la mente y luego, por breves eternidades, se hacen colmena y destilan miel.

A esa miel la llamamos ideas.

El Zodiaco Enjambrista (destilado del ‘87) se compone de  una rueda de 31 Animales Danzantes alrededor otra rueda de doce Máscaras Caminantes.

Los danzantes son:

1. Medusa
2. Lepisma
3. Colibrí
4. Mantis
5. Cochinilla
6. Narval
7. Lémur
8. Conejo
9. Tortuga-caimán
10. Gato-tigre marsupial
11. Pangolín
12. Armadillo
13. Coatí
14. Ornitorrinco
15. Faisán
16. Tigre
17. Ajolote
18. Megaterio
19. Avispa
20. Hidra
21. Anomalicaris
22. Nutria
23. Perro
24. Oso hormiguero
25. Cuco
26. Zanate
27. Basilisco
28. Calicoterio
29. Eohippus
30. Lamprea
31. Tardígrado

Como ustedes podrán intuir, cada Animal Danzante corresponde a un día de un mes del calendario gregoriano, que usamos actualmente.

Las doce Máscaras Caminantes son las del ciclo simbólico del héroe, cortesía de Carol S. Pearson.

1. El inocente – enero
2. El huérfano – febrero
3. El guerrero – marzo
4. El bienhechor – abril
5. El buscador – mayo
6. El destructor – junio
7. El amante – julio
8. El creador – agosto
9. El mago – septiembre
10. El gobernante – octubre
11. El sabio – noviembre
12. El bufón – diciembre

Así que, para conocer su signo en el Zodiaco Enjambrista, lo que deben hacer es buscar la Máscara del mes en que hayan nacido y el Danzante del día de ese mes. Por ejemplo, yo soy el Lémur Huérfano, por que nací un 7 de febrero.

Ser un Lémur Huérfano no es algo que se pueda definir con claridad. Dado que en mi cabeza hay enjambres de imágenes que componen mis ideas sobre “lémur”, sobre “huérfano” y sobre la combinación “lémur huérfano”, y no hay manera de hacer aterrizar dichas ideas, he de recurrir al horóscopo. Por su naturaleza, el horóscopo me dirá algo muy distinto cada día, pero el punto importante es que es un destilado distinto para cada ocasión, lo que hace del Lémur Huérfano una definición cambiante cada vez, pero que se va construyendo con cada horóscopo consultado.

El Horóscopo

La correspondencia de los Animales Danzantes y las Máscaras Caminantes con nuestro calendario es mero trámite para acercar a las personas a su propia Fiebre de Enjambrazón. Existen varios métodos para leer un horóscopo en el (anti)sistema enjambrista. Uno que se antoja especialmente interesante va como sigue:

Se necesitan 3 libros cualesquiera y 5 dados
Los dados: seis caras (desde ahora, d6), cuatro caras (d4), ocho caras (d8), doce caras (d12) y veinte caras (d20). Un juego de dados de rol estándar es útil.

Se tira el dado d4. El número resultante es la cantidad de frases que se tomarán del primer libro.
Se tira d6. El número resultante es la cantidad de frases que se toman del segundo libro.
Se tira d8. El número resultante es la cantidad de frases que se toman del tercer libro

El orden de los libros es el que el consultante elija. En caso de que, por alguna razón, la página no tenga texto o que sea de un número tan bajo que corresponda a índice o contraportada, se deberá  continuar hojeando hasta encontrar una página donde al menos uno de los dígitos sea el número del dado; por ejemplo, del número 1 pasamos al 10. Consideramos una frase un enunciado entre dos puntos (puntos y seguido, y puntos y aparte). Las dos frases deben comenzar y terminar en la página.

Después se tiran d12 y d20.

La suma de los resultados de d4, d6 y d8 es el número de la página del primer libro, de donde se sacará la primera parte del horóscopo.

La suma de los resultados de d12 y d20 es el número de la página del segundo libro.

La suma de los resultados de los cinco dados es el número de la página del tercer libro.

Un ejemplo rápido:

Yo elijo para mi horóscopo de hoy, 1 de abril de 2013, Apuntes de un escritor malo  de Mauricio Bares, La lluvia de fuego de Leopoldo Lugones y Locura de Dios y otras visiones de Hernán Lavín Cerda; el orden en el que los menciono es el orden en el cual iré extrayendo las citas para mi horóscopo.

Tiro los dados. D4=2, d6=2, d8=4
Extraeré 2 frases de Apuntes de un escritor malo, 2 frases de La lluvia de fuego y 4 frases de Locura de Dios y otras visiones.

Tiro los dados restantes. D12=10, d20=9.

Sacaré la primera cita, de dos frases, de Apuntes, de la página 8. Dado que el texto comienza hasta la página 11, me voy hasta la 18, porque quiero sacar la cita de la primera página donde haya un 8. Veo la página entera y elijo las frases: “Recapitulando, no nos resta más que admitir que los escritores, por mucho que ondeen las cualidades de su intelecto, no se libran del juicio que los lectores hacen de su anatomía. Que las fotos artísticas sólo hacen más evidente lo evidente: algunos son tan feos que requieren de fotos artísticas”.

La segunda cita, de dos frases también, la saco de la página 19 de La lluvia de fuego: “El silencio era colosal, un verdadero silencio de catástrofe. Cinco o seis grandes humaredas empinaban aún sus penachos; y bajo el cielo que no se había enturbiado ni un momento, un cielo cuya crudeza azul certificaba indiferencias eternas, la pobre ciudad, mi pobre ciudad, muerta, muerta para siempre, hedía como un verdadero cadáver”.

La tercera cita, de cuatro frases, la saco de la página 27 de Locura de Dios y otras visiones: “Muero de hambre, locos, me voy de nuevo/y soy el pudor del que rabiosamente/se va muriendo de hambre. Casi muero de hambre, locos de muerte, cómo me voy/y somos la falsía del pudor del que se va muriendo/de su extrañísima muerte. Con hambre, sólo con hambre/y que las hambres del mundo impongan al fin/su dictadura entre nosotros. Cosa muy rara, sin duda, se dijo de mí/el último de los locos que fue muriéndose de hambre/hasta el momento de la iluminación”.

Ahí lo tienen, yo, el Lémur Huérfano, debo considerar escritura, fealdad, fotos, silencio, muerte de ciudades, hambre, locura, muerte e iluminación, para hoy 1 de abril de 2013.

NOTA: El método sugerido puede acomodarse a las necesidades del consultante. En caso de carecer de los dados, se pueden llenar cinco bolsas opacas con papelitos con números para simular las tiradas. Si hablamos de libros con más de 100 o más de 200 páginas, se pueden emplear criterios aritméticos para todos los resultados. Por ejemplo, al primer resultado de páginas les sumamos 100, al segundo 200 y al tercero 300; así, mis resultados serían página 102, página 202 y página 327.

Por último. Si están leyendo esto, es porque tienen Internet. Si no conocen a algún animal o no saben qué es la Fiebre de Enjambrazón, récenle a San Google.
Buenas,

H.

lunes, 18 de marzo de 2013

Animalía y Zoopoética VI: El Amazón

Cuando ustedes piensan en un amazón piensan en esto o en esto, ¿no es así?

Los rincones de mi mente crearon hace dos noches una imagen propia de lo que es un amazón. Crearon un animal. O descubrieron un animal. No sé cuál sería la expresión adecuada.

El mencionado ente apareció ante mí en un sueño, como es común que aparezcan estas criaturas. Tuve la sensación de presenciar un descubrimiento científico, aunque el aspecto del animal era de lo más común y estaba "consciente", dentro del sueño, de que lo que estaba viendo se perdería irremediablemente para la zoología o para los bestiarios si no daba cuenta de que lo había visto. Es posible que este simulacro de razonamiento dentro del sueño fuese también un paso hacia la lucidez onírica, meta que he perseguido infructuosamente desde hace años; pero ese es tema para otro ocasión.

En el sueño, me hallaba mirando con atención hacia la barda de una versión extraña de la casa de mi abuela materna (en la que viví los primeros diez años de mi vida), tras la cual se asomaban dos chicas con el cabello teñido de tonos que iban del azul al rosado, tatuajes en los brazos y acompañadas de un tipo moreno que lucía un mohawk incompleto. Los tres sostenían una rama larga y gruesa, sobre la cual estaba posado el espantajo en cuestión.

No alcanzo a recordar quién me dijo que era un amazón, pero ése es el nombre que la memoria guardó para mí. Su aspecto era bastante ordinario en realidad: un ave del  tamaño de una paloma, con la forma de un gorrión supercrecido, cabeza grande y redonda, de plumaje azul eléctrico, líneas negras que recorrían el contorno de sus sus ojos diminutos, como cejas. Pero sí uno se acercaba a contemplar al animal de cerca, se encontraba con que su pico era curvo, como el de un halcón y sus patas... mejor dicho sus formidables garras, notablemente afiladas, curvas, puntiagudas, casi como de deinonico.

¿Ya se hicieron una imagen en la cabeza?

El resto del sueño es irrelevante. O al menos eso me dice la memoria, que no conserva ya registro de lo que ocurre después de que apareciera el animal.

Eso fue un amazón para mi inconsciente: un ave de garras letales con aspecto inofensivo. Es raro, y su rareza me inclina hacia tentaciones de superstición. 

¿Yo creyendo en presagios? ¿Por qué no?

¿Por qué no, si yo mismo me invento ahora el significado del presagio de soñar con el pájaro amazón?

Lo haré canónico ahora mismo: soñar con un amazón es presagio de un próximo descubrimiento importante para la mente del soñador, pero el pájaro sólo anunciará dicho evento si el soñador se ha enterado recientemente de la muerte de un viejo conocido, con quien no ha tenido contacto desde hace mucho tiempo.

(No pregunten, en mi caso, quién es difunto en cuestión. Créanme, les es irrelevante)

Si alguien quisiera ser un buen apóstol del mensaje del Amazón Azul, por favor, siembre esto en la mente de otros. Que el pájaro comience a volar en los sueños de otros. Digan que lo soñaron antes de leer esto. Que lo soñaron después de enterarse de la muerte de alguien. Que yo mismo digo que así me sucedió y que si digo que inventé el presagio, que estoy mintiendo. Que esto salió de las notas de un psicólogo. Que el psicólogo compartió notas un día con un colega. Que el pájaro apareció de repente en las notas al pie de una impactante ponencia en importante congreso de siquiatría. Que frailes, místicos, filósofos, médiums, dibujos de pacientes mentales y niños, documentación de la Santa Inquisición, poemas chinos y viejos proverbios tienen la marca de su garras curvas y azulado color de su plumaje.

Que vuele el Amazón, que vuele.

Estoy mintiendo.

H.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Dudas de toda la vida

[Me encuentro sentado en un silla, parte del juego de un comedor con capacidad para doce personas. Es de noche y hay únicamente dos focos iluminando la estancia. Detrás de mí hay una vitrina y la cámara me toma de frente. Sobre el comedor hay un vaso de cristal, lleno de leche, del cual bebo sorbos mientras hablo. De fondo suena Year of the cat, de Al Stewart]




Existieron atmósferas que hicieron posible construir las personas que somos hoy.

Durante la última década del siglo XX, en la cual viví mi niñez, en la casa donde vivía se acostumbraba escuchar Radio 620, (La música que llegó para quedarse) por las tardes-noches. Una delicada y tenue luz amarillenta de focos de 100 watts nos bañaba a mi hermano, a mi madre y a mí mientras realizábamos nuestros deberes escolares, sentados en un comedor con capacidad para doce personas, viendo el resto de la planta baja sumida en la inquietante penumbra tan propia del tránsito de las 18:30 a las 19:10 y escuchando las notas que salían de las bocinas de un viejo tocadiscos instalado en la sala, sintonizado en Radio 620.

La música que llegó para quedarse en mi memoria gracias a la escucha de esta estación tenía un perfil que siempre me pareció muy enigmático. Espero estar usando las palabras adecuadas para la sensación que me producía. Se trataba de melodías compuestas al menos diez años antes de que yo naciera, si no es que mucho más viejas, casi todas en inglés. Siempre las recordaré como suaves y relajadas, pero dotadas de una acentuada intensidad. Tal vez era jazz, tal vez new wave, no puedo estar seguro; pero lo cierto es que era música que creaba un ambiente muy particular de aquellas tardes. Cuando conocí otras estaciones de radio, nunca pude volver a sentirme envuelto en tan particular atmósfera.

Únicamente recuerdo, de todas las canciones que escuché en esa estación, Papa was a rolling stonede The Temptations y la sublime Year of the cat, con Al Stewart y su inmortal solo de piano introductorio.

Pero no sólo escuché música. En una ocasión, entre canción y canción, un locutor hacía intervenciones poéticas y reflexiones filosóficas. Lo que escuché en aquella tarde de la voz de este hombre (no puedo ya saber de quién se trataba), vale por un trillón de Marianos o Gabys Vargas. Recuerdo con entusiasmo de varias de sus intervenciones, en la cuales narró bellas fábulas, como aquella en la que la esposa de un hombre importante y madre de los hijos del mismo se encontraba extraviada en un solitario camino, escuchando un voz que le cuestionaba quién era y le replicaba que no contestaba adecuadamente la pregunta cuando contestaba "soy la mujer de mi marido" o "soy la madre de mis hijos". Lamento profundamente no recordar el final de este relato. 

Pero sí recuerdo, a mi manera, otra de las fábulas:

Una vez, una mujer tuvo una terrible pesadilla. Corría desesperada por las calles, perseguida por un monstruo babeante y hambriento. En cada paso que daba sentía la cercanía de su perseguidor y percibía su aliento fétido envolviéndola. Volteaba y veía con terror que no importaba cuan rápido corriera, el monstruo no se detenía. Finalmente, se halló acorralada cuando encontró que el camino que había tomado terminaba en una pared que le impedía seguir huyendo. Aterrorizada, se detuvo y vio cómo el monstruo se acercaba. Con las pocas fuerzas que el terror le permitió, preguntó al monstruo: "¿Qué vas a hacer conmigo?"

El monstruo se detuvo frente a ella y contestó: "No lo sé. Éste es tu sueño".

Se me enchina la piel cada que lo recuerdo.

Esta es la cuestión: me encantaría saber quién es el autor de este relato. Si alguien de aquellos que lleguen a leer esto, reconoce la fábula, me haría muy feliz si me dijera quién la escribió.

Si no, por favor, al menos háganla viral. Lo amerita, ¿no creen?

[Bebo de un trago la poca leche que queda en el vaso. Me levanto de la silla y salgo de la imagen por la derecha. Desvanecido en negro. Créditos]

H.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Jikoli (cuento)


Hurgaba yo en mis archivos, cuando me topé con este curioso textito que escribí quién sabe cuándo ni con qué propósito. Lo que sí recuerdo es que el nombre del (los) protagonista(s) nació de un jugueteo con las teclas. Prueben escribirlo varias veces y me entenderán.

Es maravilloso cómo de detalles tan simples nazcan cuentitos como este. Aprovecho que lo subo al blog para ponerle título. Como verán, no me quebré la cabeza al hacerlo. No es la gran chingadera, pero es el descubrimiento del día; a ver qué les parece.

Va:

Lo llamaban Jikoli. En algún tiempo, su única diversión fue arrebatarle monedas de cobre a los pacíficos habitantes de la Villa Mangosta. Un pueblo libre de cobras, siempre escaso en monedas de cobre, tan necesarias para obtener agua de los pueblos cercanos. Por eso lo llamaban Jikoli, que en villamangostí significa, “el secador”. Nadie sabía de dónde venía en realidad y pocos lo habían visto cuando robaba las monedas. Quienes lo describían nunca llegaban a un consenso, por lo que cualquier habitante de la Villa podía ser Jikoli.
            El día que lo atraparon y enjuiciaron quedará para la historia. Un vecino precavido había colocado una ratonera en su cofre de monedas. En cuanto Jikoli entró a robarlas, se enfrentó con la dificultad de quitar la ingenua trampa para no salir lastimado, pero el tiempo que tardó en idear la manera de hacerlo fue suficiente para que ser sorprendido por el astuto villano, que elevó de inmediato el llamado de alarma. Toda la Villa despertó.
El ladrón resultó ser el sobrino de la víctima.
            Cuando las investigaciones avanzaron, resultó que ese “Jikoli” robaba porque otro “Jikoli” le había quitado a su vez las monedas.
            La eficiencia del sistema de justicia, en una impresionante demostración de su sentido de la responsabilidad con la Villa, desenmascaró a un pueblo entero de Jikolis.
            Muy lejos de ahí, con una sola moneda de cobre para comprar una gotas de agua, el primer Jikoli moría entre la maleza después de ser mordido por una cobra.

H.

sábado, 13 de octubre de 2012

La chica Delirio pregunta...

¿Cuál sería la palabra para el proceso mediante el cual tu mente acaba creyendo tus propias mentiras?

¿Volveremos a nuestro ritmo habitual?

Ni idea.

H.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

El Mano Negra y las moscas henriquistas


[El general Miguel Henríquez Guzmán hizo campaña por la silla presidencial como candidato de la Federación de Partidos del Pueblo Mexicano (FPPM) en la elección de 1952, que finalmente ganaría Adolfo Ruiz Cortines. Como en todas las campañas mexicanas en las que la oposición se sintió con verdadera fuerza para arrebatarle la presidencia al partido gobernante, la henriquista de 1951-1952 está llena de anécdotas memorables. Sin embargo, pocas son tan pintorescamente narradas como ésta, salida de la pluma de Enrique Quiles Ponce, con motivo de la estancia de los henriquistas en Ciudad Valles, San Luis Potosí, en octubre de 1951. La veracidad del relato me da lo mismo; es una joya propagandística que da una sensación de haber sido sacada del Libro Vaquero. Y eso por sí mismo le da derecho a ocupar un espacio en este blog.]


Durante la estancia en Ciudad Valles ocurrió algo digno de contarse, ya que además de los consabidos obstáculos, las amenazas de agresiones criminales aprovechando la abundancia de gatilleros profesionales al servicio de los caciques locales, se volvieron ominosas y abundantes. El propio Gonzalo N. Santos destacó a sus mejores elementos para amedrentar al pueblo y desorganizar a los henriquistas. Comisionó inclusive a su mejor hombre, de triste memoria y fúnebre apodo el “Mano Negra”, asesino nato y sin sentimientos. Este sujeto anduvo pregonando que: “Todo henriquista que tuviera enfrente lo aplastaría como mosca”. Hasta los oídos del teniente José Verduzco Amezcua llegó la balandrona del “Mano Negra”. Veduzco era un muchacho excepcional, que ni en los momentos más difíciles mostraba asomo siquiera de nerviosismo, pues parecía que, carente aún del instinto de conservación, gozara con el peligro.

Así, caminando en círculos en el clásico zócalo provinciano de Ciudad Valles, envuelta en el hálito húmedamente caluroso de la lujuria vegetal de trópico, se encontraron frente a frente el “Mano Negra” y Verduzco.

Éste dijo al pistolero:

-Aquí estoy, soy henriquista de hueso colorado. Máteme si puede, y si no retírese y dígale a don Gonzalo que no somos moscas, ¡somos hombres!

El “Mano Negra”, desconcertado y sorprendido, trató de sacar la pistola, pero como estaba acostumbrado más a la ventaja y a la traición que al valor, su mirada torva de asesino sin escrúpulos, no pudo resistir la mirada limpia de un joven que despedía vitalidad y al que adivinó, con el instinto de conservación de animal gravemente amenazado, la decisión y la agilidad. Entonces, el joven militar con movimientos de cobra encañonó al “Mano Negra” y lo desarmó. En seguida, retrocediendo unos pasos, vació la pistola de cartuchos y la arrojó a los pies del pistolero, quien lentamente y mordiéndose los labios recogió el arma y cuidando no hacer ningún movimiento sospechoso, rápidamente dio media vuelta y se alejó gruñendo.

Enrique Quiles Ponce. Henríquez y Cárdenas ¡presentes! Hechos y realidades de la campaña henriquista pp. 124-127.

H.

Demostración enjambrista en el movimiento ferrocarrilero de 1958-1959


[El 26 de junio de 1958] en Aguascalientes, después de las 10 de la mañana “… el ruido cotidiano dejó de escucharse, las máquinas, las planchas remachadoras, los hornos cesaron, el silencio se hizo total en los talleres… Pero dentro de los mismos el enjambre humano permanecía en sus puestos de trabajo con los brazos caídos”, dispuestos a luchar…

Ramón Báez Esquivel. El movimiento vallejista en Aguascalientes. Las luchas ferrocarrileras de 1958. México: Editorial Contundencia, 2003. p. 35


Me (Nos) llamaron rebaño,
nos (me) nombraron legión,
                                 pero so(y)mos ENJAMBRE.

H.

miércoles, 18 de julio de 2012

En la opinión de...

La Momia de Lenin


En efecto: una de las pocas personalidades de internet que respeto está de vuelta. Si quieren saber de qué hablo, dénle click aquí.


H

domingo, 15 de julio de 2012

Sirileyaháni, pt. III (Fantasía Épica al estilo H)


Siento como que no puedo llamar este fragmento propiamente la tercera parte, pero creo que ya los dejé suficiente tiempor preguntándose cómo continuaría esta emocionante pieza literaria.



A la sombra de un gigantesco árbol que crecía en medio de la plaza de la Cámara de Altos Shofradíes, descansaban varios miembros de la guardia de aprendices y muchos de sus compañeros que tenían curiosidad por saber qué sucedería en la sesión. Sin embargo, muchos de ellos no contaban con que los días de sesión en Naad-Bolg eran un acontecimiento del que gran parte de la ciudad tomaba parte, y para estar presente, hacía falta llegar muy temprano, antes de que la cantidad de gente no permitiera siquiera permanecer de pie en la puerta del gran salón. Mientras una intensa sesión se desarrollaba en el interior del gran salón de la Cámara, en la plaza, dormitaban aburridos los aprendices junto a otros desilusionados ciudadanos que no habían podido entrar. De vez en vez, alguien, un niño descalzo o un icor por lo general, llegaba con noticias dispersas sobre lo que acontecía en el interior del salón, para echar a correr de regreso y enterarse de más; sólo así se explicaba que quienes se encontraran en la plaza soportaran el intenso calor del medio día esperando saber el resultado de la sesión.
            -¿La viste?
            -Sí, llegó en la segunda caravana. Quiso entrar con el grupo de Bari, pero no se lo permitieron. Quizás los hechiceros saben quién es…
            -Lihug, no seas ridículo
            Soidag escupió fastidiado por el calor.
            -¿Por qué no? Ellos vienen de Lokia, allá sí deben tener una idea más clara sobre la Sirileyaháni. Hay tantas versiones de la historia…
            -“…que resulta imposible descartar alguna posibilidad”, sí ya lo sé, me lo has repetido cientos de veces.
            -¿Ves? Tú mismo lo aceptas.
            -No, lo que yo acepto es que tienes un retrato en tu celda con el que estás obsesionado y ahora entiendo por qué: esa chica tiene el extraño tipo de belleza que te atrae y sus rasgos son muy similares a los de ese lienzo. ¡Demonios, Lihug! ¡Podría ser el retrato de su madre, y por alguna razón cayó en tus manos! ¿Por qué no en vez de complicar todo con tus fantasías, le muestras el retrato y sacias tus dudas?
            -Eso es absurdo. Te he explicado los detalles. No quieras convencerme de nuevo con tu idea de las coincidencias.
            -Es lo más creíble. Tú y yo sabemos que las familias que envían a sus hijos al Santuario han sido las mismas durante siglos. Tal vez alguna se incorpora a veces, pero, vamos, te consta que tienes parientes en el santuario de los que nunca habías oído hablar. Somos una gran familia que pretende no serlo. Si los nombres están ahí y pasan de unos a otros, ¿por qué no las pertenencias?...después de todo, ¿qué haces tú aquí hoy? A la chica…
            -Nirel
            -Sí, a Nirel… a ella la puedes ver en el Santuario, ¿por qué venir hasta la ciudad?
            -No vengo a verla a ella –contestó Lihug desviando su mirada hacia el edificio. Volteó hacia Soidag sonriendo- Es sólo una coincidencia.
            Soidag se había pasado toda la conversación trazando espirales con una vara en la árida tierra de la plaza. Cuando terminó de hablar, la aventó lejos. Lihug siguió con la vista el objeto lanzado.
            -Sé que me voy a arrepentir de preguntar una vez más, pero ¿de dónde sacaste ese lienzo?
            Lihug siguiendo con los ojos la trayectoria de la vara, ahora los tenía fijos en una de las salidas laterales del salón de la Cámara.
            -¡Mira! –dijo señalando en esa dirección.
            Un grupo de soldados traían sujeto a un hombre cuya vestimenta le identificaba como representante de los Altos Shofradíes, que se retorcía furioso mientras le sujetaban y lanzaba maldiciones. Los soldados le golpearon en el estómago y le dejaron tirado, junto a un pozo cercano. Quienes se encontraban cerca tomaron el incidente como uno de tantos que ocurrían durante las sesiones y dejaron al hombre tendido en el piso, confiados en que se levantaría.
            -¡Tenemos que ayudarlo, Soidag! ¡Ven!
            -No, no me levantaré de aquí. Además, debo estar con los demás, en caso de que sea necesario actuar.
            -¡Ahora es necesario actuar! ¿Un representante golpeado por la Guardia? ¡Vamos, es indignante!
            Soidag se levantó con pereza: -No sales mucho, ¿cierto?
            Lihug se alejaba corriendo, llamándolo.
            Llegaron junto del hombre, que apenas se reponía del golpe en el abdomen. Lihug se agachó para hablarle.
            -¿Se encuentra bien?
            -Si, muchacho, no te preocupes. Me han dado palizas peores.
            Volteó a ver a Lihug y lo reconoció.
            -¿Eres tú?
            -Sí, señor Dasruïg.
            -Entonces la nota que recibí era cierta, ¡la encontraste! Cuéntame, ¿cómo es? ¿Joven? ¿Vieja? ¿Es una aprendiz, como tú?
            -Sí, señor Dasruïg. Y se encuentra aquí, ahora mismo.
            Soidag se rascaba la cabeza, preso de la duda.
            -¿Quién es este hombre, Lihug? ¿Por qué lo conoces? ¿Piensas entrar a la Cámara?
            El hombre y Lihug se echaron a reír.
            -Soidag, quiero que conozcas al representante de los Altos…
            -Bajos, Lihug, recuérdalo.
            -De acuerdo: representante de los Bajos Shofradíes en la Cámara de Naad-Bolg, Numef Dasruïg. ¿Querías saber dónde conseguí el lienzo? Él me lo dio.
            -¿Bajos Shofradíes? ¿Qué demonios es eso? –preguntó Soidag
            -Soy mestizo, muchacho –respondió el hombre levantándose- mi madre y abuelos eran ceicluts, de las tribus que tu gente ha estado matando desde hace dos generaciones en el desierto.
            Soidag no supo qué pensar. Los mestizos eran lo más bajo, y los peores eran los que resultan de la mezcla de seres humanos con ceicluts, morks, o cualquier otra raza del desierto. Se preguntó cómo un individuo así había logrado ser parte de la Cámara.
            -Las cosas son distintas en la ciudad, muchacho.
            -¿Qué?
            -Preguntaste que cómo era posible que alguien como yo fuera parte de la Cámara.
            -Yo no recuerdo haber…
            - Una mente abierta es como un libro.
            Soidag volteó a ver con incredulidad a Lihug.
            -Los ceicluts pueden leer las mentes cercanas a ellos –contestó éste- O como ellos lo llaman: las escuchan “cantar”. En realidad no pueden saber todo lo que piensas, sólo aquello que merece salir, como las preguntas, los rezos…
            -Sí, sí… ¿y los mestizos heredan esa brujería?
            -Los seres humanos son como envases vacíos. –contestó divertido Dasruïg- Todo lo que llega a ellos se adapta. Un hijo mestizo de un ser humano con otra raza puede heredar cualquier habilidad. Y en Naad-Bolg cada vez somos más.
            Soidag hizo un gesto de preocupación.
            -Hemos logrado que la Cámara nos permita ser representados, aunque claro que seguimos viviendo a las orillas de la ciudad; orillas mucho más extensas que la ciudad misma…
            -Sí, ahora lo recuerdo –dijo Soidag- Pero eso aún se discute, nadie ha permitido que un mestizo entre a las cámaras, ni mucho menos representar a alguien. No creo que los dejen entrar. Sería indigno para la República.
            Dasruïg rio estruendosamente y puso una mano sobre el hombre Soidag.
            -Muchacho, muchacho… los jóvenes como tú deberían aprender a apreciar los cambios.
            -¡Quítame las manos de encima! –chilló Soidag- Lihug, tengo que regresar con el resto.
            Se alejó. Dasruïg lo siguió con la mirada, fascinado.
            -Tu amigo se comporta como un viejo. Acerté, ¿cierto? No es de Naad-Bolg.
            -Su familia es de un pueblo cercano, pero lo encontraron vagando en las calles cuando tenía edad para entrar al Santuario.
            -¿Él te ayudó a encontrarla?
            -Eh, no. Fue coincidencia. Los morks entraron a mi celda mientras estábamos en la fiesta de recibimiento del enano… De hecho, antes de que sucediera todo, yo la vi. Estaba entre los aprendices que se burlaron de mí. Y después la vi de nuevo, bebiendo y haciendo escándalo. Soidag está de acuerdo: es el mismo rostro.
            -Oh, sí, el enano. Dime Lihug, ¿qué opinas acerca de que un enano se instruya como un ser humano?
            -¿De qué vale mi opinión?
            -Eres parte del Santuario. Sólo los hijos de los hombres están ahí. El resto de las razas no ponen un pie en ese lugar a menos que vayan como sirvientes o visitantes. Siempre ha sido así. Nos han dado un espacio en la ciudad, en las Cámaras, pero nunca lo harían en el Santuario. ¿No te parece extraño?
            -Que un enano o una gallina estén en el Santuario es igual. Hace años que ese lugar no es lo que solía ser –contestó amargamente Lihug- Si el lugar ha cambiado, ¿por qué no las reglas?
            -No pareces muy convencido de lo que dices…
            Lihug bajó la mirada.
            -¿Quiere que sea honesto? Todo está mal. El poder, las gentes, las costumbres, las ideas, las técnicas. Todo va mal, todo en decadencia, al borde del colpaso. Así lo veo. Algo o alguien debería terminar con toda la decadencia de una sola vez. Purificar Shofrad.
            -Por eso buscas a la Sirileyaháni…
            -¿Hago mal?
            -No, para nada. Eres uno de los nuestros –dijo Dasruïg mientras se volteaba hacia la puerta principal del recinto, del cual ya salían el joven Bari y los aprendices- Uno de los nuestros…-puso su mano en la frente para hacerse sombra sobre el rostro- Veo una chica…
            -Es Zemnael. Se adueñó de las decisiones del grupo de aprendices en esta visita. La detesto…
            -No, Lihug, si la detestas no puede ser ella. Tengo mi vista puesta en…
            Dasruïg dio de repente dos pasos hacia atrás, con brusquedad, su respiración se hizo difícil y se dobló, mirando al piso, con sus manos sobre sus rodillas.
            -Es ella –susurró.
            Lihug se agachó para atenderlo, pero Dasruïg le indicaba con la mano que estaría bien. Volteó y lo miró directamente a los ojos.
            -Lihug, debes acercarte a ella. Conocerla y averiguar qué sabe sobre sí misma. Y cuando tenga tu confianza, tráela con nosotros. El pueblo la reconocerá, estoy seguro. Muéstrale el lienzo cuando sea el momento.
            Se incorporó.
            -Debo irme. Recuerda que cualquier cosa que suceda, puedes enviarme una nota.
            Lihug lo vio alejarse, mientras susurraba: “Es ella”.

H.