lunes, 12 de agosto de 2013

¿Por qué el 10 de agosto es tan importante y usted ni en cuenta?

Para muchos este 10 de agosto pasó como un día como otros más, sin significación especial (a menos que haya sido cumpleaños de alguien).

En el calendario enjambrista, el 10 de agosto está dedicado a San Nicolás Seismonos, el sabio del Anáhuac que hace más de un siglo fue capaz de predecir, con precisión milimétrica, el inicio de una terrible y ficticia catástrofe natural que devoraría nuestra amada Ciudad de los Palacios en 1887, en la que, haciendo mancuerna con Don Goyo, el Peñón de los Baños sería protagonista de una serie de erupciones volcánicas que sumirían al valle del ombligo de la luna en un armagedón capaz de hacer de la lluvia de fuego sobre Sodoma y Gomorra un espectáculo de fuegos artificiales de pueblito serrano.

Sobre decir que los habitantes de la ciudad, al llegar el 10 de agosto, la fecha anunciada vehementemente en un folleto que había hecho circular y poco instruidos en la cósmica relación realidad-ficción (miopes, por lo tanto a los rostros de Jano), lanzaron mastodónica rechifla burlona a nuestro incomprendido visionario, el cual había pronosticado la hecatombe con la ayuda de uno de los más importantes inventos  en la historia de la humanidad (obra suya, por supuesto), el "Seismeono", prodigiosa máquina capaz de proporcionar a quien la use la fecha exacta del inicio de un fenómeno sismológico.

Una vez ridiculizado por una ciudad entera, el sabio resolvió contender por la presidencia contra el sempiterno dictador Porfirio Díaz con su nombre de nacimiento, Nicolás de Zuñiga y Miranda, siéndole arrebatado con dolo el triunfo electoral que merecidamente el imperio de la ficción le había otorgado. Y la historia se repitió incluso con el éxito de la rebelión maderista.

Pero sabemos los que hemos sido iniciados que el 10 de agosto de 1887 sí ocurrió la catástrofe anunciada, en uno de los tantos reflejos del espejo. Sabemos que si sabemos explorar las ruinas de la Ciudad de los Palacios en el Imperio de la Ficción, hallaremos las pruebas contundentes. Por eso, y por haber sido presidente de México tantas veces, don Nicolás entró al santoral enjambrista.

Los planos del Seismeono desaparecieron de los anales de la historia de la ciencia y el recuerdo del maravilloso aparato ha sido tomado como el invento delirante de un excéntrico. O al menos eso se creyó durante décadas. En 1954, un maestro rural de Zacatecas, escudado en el seudónimo "EJBR", publicó un pequeño folleto en el que anunciaba un sismo tres años adelante, un 28 de julio, describiendo además cómo había logrado armar para sí un seismeono con ayuda de los planos que don Nicolás había dejado. En el sucinto documento podemos entender claramente cómo funcionaba (y quizás sigue funcionando): el alma del aparato se manifestaba como un simio que golpeaba durante treinta días un tablero con teclas de marfil con letras en ellas y que una vez transcurridos los treinta días, imprimían en una lámina de papel el resultado con la fecha del evento telúrico. Este revelador documento ha sido sembrado en un archivo histórico y ha sido reto personal de académicos y archivistas el encontrarlo.

El pasado sábado 10 de agosto convoqué a una reunión lúdica y los asistentes no tenían idea de cual era el motivo conmemorativo de la misma. Bien, aquí lo tienen.

¿Por qué resolví hablar de esto el 12 de agosto y no el mero 10? 

Bueno, estaba muy ocupado rascándome el ombligo.

H.

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