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lunes, 13 de junio de 2011

Animalía y Zoopoética I

Léase este post en compañía de las notas de la pieza siguiente:


Tengo alrededor de quince años viviendo en Atizapán. Cuando llegamos a establecernos de fijo en esta casa, la familia se encontró con que nuestra construcción estaba rodeada de sendos terrenos baldíos (en posesión de nunca supe quién) que albergaban uno de esos ecosistemas que los seres humanos hemos contribuido a cercar, o en ocasiones crear, con nuestras moles de concreto, yeso y varilla.

Llegar a ese lugar siempre le abrió horizontes insospechados a mi percepción del mundo.

Esa percepción del mundo siempre ha tenido como columna vertebral la idea, simple, infantil, básica y acaso trascendental, de que no visualizo ningún tipo de vida posible sin animales presentes, descontando a los del género Homo. Tanto así que mis más tiernos años albergué el deseo de convertirme en zoólogo o paleontólogo. Si llegar a Atizapán me abrió ese horizonte y me hizo desarrollar tempranamente tales ambiciones profesionales, es justo esbozar el alcance del mismo primero, ¿no?

-Crecí en una colonia defeña en la que los únicos animales que llegué a ver eran los habituales insectos que uno se encuentra en cualquier casa -casi en cualquiera en una ciudad-, moluscos terrestres, arácnidos como las altarañas, pájaros, lagartijas, perros y, muy de vez en cuando, gatos.

-Tuve pollitos como mascotas a los cinco años, si mal no recuerdo, pero me duele confesar que las pobres aves no duraban mucho en mis manos y en las de mis hermanos.

-Cerca de mi protoalma mater, el H. Colegio Salesiano, un señor vendía animalillos como ranitas verdes, cangrejos y creo que hasta iguanas, pero nunca le compramos.

-Tuvimos también guajolotes en nuestro poder, tres si recuerdo bien. Estuvieron engordándolos durante meses, su guarida era una extraña estructura a medio camino entre el corral y la casa de perro que se encontraba esquinada en un patio que cada vez tenía menos espacios con tierra negra y húmeda. Llegado el solsticio de invierno, la costumbre determinó su sacrificio para engalanar nuestra mesa y entonces fui víctima de la primera censura de mi vida: no me dejaron presenciar la muerte de eso pavos que tanta diversión me habían proporcionado durante el otoño y las vacaciones veraniegas.

-También tuve "pescaditos", peces que compraba muy de vez en cuando en un acuario dentro del mercado localizado detrás del famoso Torito, ese centro de visita común a los muchos briagos que no pasan el alcoholímetro o durante un tiempo motel de los miembros de la Rebel o la Monu cuando los pescaban. Dichos peces nunca conocieron pecera en mi casa, a lo mucho paneras de plástico o grandes frascos de esos de chiles jalapeños tamaño tortería llenos de agua de la llave.

-Dicen que de vez en cuando se metían murciélagos a la casa. Yo nunca los ví.

-Un árbol que crecía en mi cuadra se llenaba de gusanos azotadores cada año. Siempre le tuve miedo.

-Cerca de donde vivíamos una casa tenía arriba de su zaguán a un halcón. Creo que lo tenían amarrado de la pata. Nunca pude saber si lo dejaban volar de vez en cuando.

-Un primo muy cercano tuvo de mascotas sucesivamente, un búho, un halcón y conejos. En esa familia ya se hizo costumbre preferir a los últimos.

Ése era MI mundo animal cercano. Mi generación, espero, todavía no podía ser merecedora de oscuros pronósticos y acusaciones de oscurantismo moderno con aquello de que llegáramos a pensar que la leche salía de las cajas. (Por favor, no me mencionen las fórmulas lácteas para cualquier bolsillo, esa es otra historia).

Los animales ajenos a mi entorno estaban en la televisión, en los libros, en las monografías, en los relatos del rancho queretano de los familiares maternos, en los filetes y milanesas que consumía (de res, cerdo, pescado y ave) en la barbacoa, en las visitas al zoológico.

Entonces, un día, siendo aún yo católico practicante (sin saberlo), fui a misa a una parroquia cerca de mi actual domicilio. No he vuelto a visitar dicho recinto en años, pero conservo fresca una imagen que nunca se me va a borrar de la cabeza: en el atrio del templo, cubierto por una lona, y con plantas y árboles de diversa procedencia plantados aquí y allá, se hallaban unas jaulas que albergaban primates. La especie no la recuerdo, pero podría jurar que eran monos araña. Salir de misa y ver monos quizá cosa es común en muchos otros lugares y para muchas otras personas, pero no para un niño defeño asistiendo a dicha ceremonia en Atizapán. En aquel momento no pensé en el maltrato animal o si la religión era dañina u otras chingaderas políticamente correctas (era demasiado joven para haber desarrollado tal conciencia, si además ni tenía quien me la inculcara), únicamente quedé fascinado. Recordé a todos esos seres animados que habían compartido el espacio conmigo.

Y descubrí mi colonia, que a ojos de cualquier otra persona parecería un anodino fraccionamiento mexiquense sateluco wannabe, cuyos días de presunción habían pasado ya hace mucho. Descubrí las enredaderas que se extendían metros y metros en los terrenos baldíos, que producían cantidad de artrópodos fascinantes como libélulas, escarabajos largos y negros, arañas de bellos decorados; las grietas entre bloques de cemento que nutrían de humedad a extrañas larvas, cochinillas y pseudoescorpiones. Aprendí que a las largatijas hay que tomarlas por los costados, no por la cola, para evitar que se escapen al desprendérseles ésta o ser mordido. Presumí con mis compañeritos que en mi casa, en temporada de lluvias, podías encontrar ranas y sapos.

Y fui al mar y conocí otros estados, contemplé la pequeña fauna de cada lugar con curiosidad, fantaseé con contar las historias de mis observaciones. Conocí el Africam Safari de Puebla.

Llegando a la adolescencia me hallé entonces con la dimensión humana del asunto: la posesión de otros seres vivos, lo exótico, la igualación del objeto inanimado con el animal y la planta, el estudio científico, la elevación de ciertas especies al estatus de "humano" traducido como cercano. Hurones para los hipsters, serpientes para los secundarios, iguanas para los que querían comer algo que supiera a pollo, tortugas y perros para el resto, gatos para los melancólicos, pajaritos para las abuelitas, caballos y ganado para alimentarnos, gallos en las colonias "proletarias", víboras en La Marquesa...

Hoy en día puedo percibir que ser animales aún no es parte de ser humanos. Y no tengo idea de qué tenga que ver esta frase con todo lo demás, así que aquí terminamos.

Sean felices.

H.

P.D.: Nota para los filósofos instantáneos bienintencionados: diserten sobre la animalidad en la crueldad humana, la indiferencia de la mayoría y cosas así, les regalo este texto.

miércoles, 4 de mayo de 2011

En la opinión de... (+ Bonus Track)

La Momia de Lenin
Otra perla del camarrada.

A lo largo de estos diez años he contado a muchas personas una jocosa anécdota de cuando ocurrieron los atentados del once de septiembre. Tal vez cada amigo o amiga que tengo, tal vez cada persona de la que me he enamorado desde entonces, tal vez todos mis conocidos la han escuchado alguna vez. No cuento, por supuesto, a los que estuvieron en esa ocasión ahí conmigo. Creo que cada que conozco a alguien, pregunto sobre qué estaba haciendo o dónde estaba esa persona cuando ocurrieron los atentados, o cómo fue que se enteró. Debe ser, de lejos la mejor manera de romper el hielo, ahora que lo pienso bien. Una vez, incluso, me vi contando la anécdota en una cátedra de Jorge Volpi en la Facultad. Lo curioso del asunto es que es seguro que por más que haya contado la singular historia, nunca la he escrito y creo que ahora que el buen Osama ya duerme con los peces, es una buen pretexto para contarla aquí.

Resulta que por aquellas fechas, yo cursaba el tercer año de secundaria, ya saben, en el lengendario colegio salesiano. Transcurría un día martes cualquiera, llegamos a clases y salimos a nuestro receso de las 9:30; al regresar nos tocaba la clase de física, que había sido impartida en esa escuela durante generaciones por un hombre a quien le decían el
Pato. Y aquí debo detenerme un poco.

Creo que se llamaba Eduardo. Era una figura casi mítica en esa secundaria debido a su peculiar timbre de voz (a ello debía su apodo) y su modo tan campechano de impartir clase. Honestamente no recuerdo haber aprendido algo durante los tres años que lo tuvimos dándonos cátedra, bastante llevadera por lo demás. El día que se presentó, en primer año, dio un largo sermón que ahora mismo recuerdo fue bastante entretenido aunque ya no es claro para mí de qué habló; eso sí, y seguramente muchos lo recuerdan bien, la cereza en el pastel de esa presentación fue viéndolo subirse al escritorio para saltar desde él. Pensándolo bien, no fue tan cómico, debió quedar grabado en mi memoria debido a que a un compañero sí le pareció en extremo gracioso y rió casi al punto de orinarse.

Una actividad que usaba para comer tiempo en sus clases era dándonos a leer viejas revistas de divulgación del tipo
Muy Interesante para que según "hiciéramos investigación", la cual consistía simple y llanamente en copiar las pequeñas notas de curiosidades en nuestro cuaderno. También, ya el último año, le dio por ponernos documentales de Caminando con dinosaurios, y la verdad nunca nadie entendió qué tenían que ver con su clase, pero igual lo agradecíamos, pues era una buena razón para tragar golosinas y hasta garnachas como cerdos en el salón y él se echaba un coyotito mientras acababa.

¿Por qué me extendí tanto hablando de este hombre? Además de que soy un tipo muy disperso, quería proporcionar un perfil de la persona que se en
cargaría de anunciarnos a un grupo de treinta y ocho pubertos el acontecimiento histórico que marcaría el inicio de un siglo. Así que pues imaginen al Pato, un hombre de baja estatura y moreno, entrando al salón de clases y decir, con un visible tono de preocuación: "Muchachos, agárrense: dos misiles palestinos acaban de tirar las torres gemelas en... ¿dónde están las torres gemelas?" Alguien responde por ahí: "¿Boston?". El Pato continúa: "Ah , sí, sí, en Boston. Ah, y además, ya hay tomas de que los palestinos están celebrando".

Puedo asegurar sin temor a equivocarme que muchos pensamos en ese momento "¡Huevos, la Tercera Guerra Mundial y yo sin haber conocido el amor!"
. Me quedan en la memoria también algunas muy bizarras conversaciones con mis compañeros sobre si habría la posibilidad que nos mandaran a la guerra con apenas quince primaveras. Yo hasta fantaseé con una despedida épica con la chica que en aquella lejana época me hacía suspirar. Carajo, ser puberto le permitía a uno casi cualquier cosa.

Luego nos enteramos de los acontecimientos reales (los aviones comerciales, Al-Qaeda) y ¡oh, desilusión! la versión del Pato quedó enterrada en nuestro inconsciente colectivo (de grupo), pero también como un elemento indispensable en nuestro archivo de salesianadas cómicas; quizás para muchos, como yo, la más memorable.

El Osamazo de esta semana nos deja un sabor a vacío, porque, aunque hacía ya un buen rato que el saudí más simpático del mundo no se aparecía en los medios, no daba nota ni nada, todo mundo sabía que estaba ahí, como el lobo de los juegos, Juanito y el padre Maciel. Una lástima que se nos haya ido. Pero ps pa'llá vamos todos, pa'llá vamos
todos. Hay que hacerle homanjes dignos de su persona, no mamadas como esta. Precisamente esta semana encontré entre mis pertenencias un ejemplar de un periódico escolar de esos aciagos días del Ozzfest 2001, que supongo sólo duró un número, pues se trataba de un mero proyecto de trámite para pasar la materia de español por parte de unos compañeros. En la última página me topé con las primeras tiras de Los Miserables del maese Patricio y El Cerdotado de Polo Jasso que vi en mi vida y versan precisamente sobre los acontecimientos. Aquí tienen la página:

Finalizamos con un corrido del maistro Andrés Contreras:

Próximamente comentaremos la marcha próxima a arribar al corazón del Anáhuac. Manténganse en contacto.

H.

martes, 19 de abril de 2011

Curiosas anécdotas de la adolescencia: De cómo le apliqué la Santa-Anneada al territorio nacional

[Me encuentro sentado en posición de loto en la arena de una playa colimense, con una botella con néctar de durazno en la mano. Dos niños juegan a unos metros de mí.]

Estando yo cursando la secundaria salesiana, un maestro (o ese era su estatus ahí, nunca supe bien qué formación profesional o académica tenía) al que el decían El Banda, pues era el responsable de la banda de guerra de la escuela, nos hizo un encargo simple a un compañero y a mí. Dicho encargo implicaba, como siempre, salir de una clase a la que no había llegado el profesor, por lo que lo hicimos gustosos. El Banda nos llevó a su cuartel general, una especie de oficina-salón-bodega que tenía a su entera disposición, donde guardaba, además de trompetas y tambores, adornos para festivales, una computadora y un Play Station. Aquellos que huían de la clase de educación física, impartida por el famoso Porcel, se apuntaban en la banda de guerra para justificar su calificación en dicho rubro; sobra decir que más que practicar, se la pasaban "limpiando" los instrumentos o echando desmadre en la cobacha del Banda.

En fin, me desvío. El encargo del que hablaba tenía que ver con recortar el contorno del territorio nacional de dos mapas de la República Mexicana con división política -uno con nombres y el otro no- que eran del tamaño de un pliego de cartulina, entre otras cosas. Ya no recuerdo el destino final de estos recortes.

Hicimos lo que nos pidió el hombre y nos quedamos platicando
un buen rato en lo que regresaba. Cuando lo hizo revisó nuestro trabajo y de repente notó algo extraño en uno de los mapas recortados, pero no alcanzó a identificar qué.

Esto es un aproximado de lo que le entregamos:

¿No adivinan? Vean más de cerca.

En efecto, camaradas: dado que el mapa no traía nombres, únicamente la división política y la impresión de las líneas era defectuosa en cierta parte del mapa, mi esforzado compañero y yo nos habíamos chingado el hermoso estado de Colima. En ese momento los tres nos percatamos del error porque se me ocurrió comparar el mapa mutilado con el que sí tenía nombres.


El Banda
sólo acertó a decir, con una divertida sonrisa:

-¡Ah, qué lástima! Con tan bonitas playas que tiene Colima. (transcripción casi literal)

Ese día me sentí como Santa Anna vendiendo La Mesilla.

El mapa, por cierto, fue utilizado, en lo que fuera que haya sido utilizado, sin Colima. Seguramente el pedacito de papel que representaba el estado acabó en la basura. Quién sabe, puede ser que ustedes en este momento, si usan papel reciclado, estén en posesión de las moléculas de ese pedazo de México.


[Termino mi néctar de durazno y me dejo caer hacia atrás para quedar acostado boca arriba y me duermo. Desvanecido en negro. Créditos]

H.

P.D.: Nunca he ido a Colima, pero si algún colimense me lee, en serio me disculpo por haber recortado a su matria de ese mapa. Palabra del osito Bimbo.

domingo, 12 de diciembre de 2010

La chica Delirio pregunta...


¿El opuesto de la nada es todo o es algo?

Algunas notas:

-Un vecino mío tiene un borrego en su casa. Mi colonia es un fraccionamiento de los 70's, donde la mayoría de las casas es de patio pequeño -o tiene estacionamiento en lugar de patio-, pero este tipo tiene dos terrenos y uno de ellos es lo suficientemente grande como para darle espacio para retozar al animal. Otro vecino tiene un pato; no lo he visto, pero juraría que es al menos un animal parecido, pues cada día, no sabría decir a qué hora exactamente, el ave emite un sonido que parece una risa burlona. Y a unas calles de donde vivo, hay una casa que unas gentes utilizan como taller de herrería. Nunca he visto que trabajen, pero les doy el beneficio de la duda, pues siempre hay piezas cortadas tiradas y el material de trabajo cambia de lugar constantemente. Podría equivocarme, pero en esa casa tienen una cabra, la escuché y alcancé a verla de frente una noche que regresaba de no sé donde. El encuentro no se ha repetido. Está a cuatro casas de donde vive el borrego.

-El jueves me topé con una gitana rumana. O una romaní dacia. O una madre soltera. O una joven mujer de cabello negrísimo, ojos grises y redondos. O una mujer con sudadera, una dona para sujetarse el cabello de color morado y una colorida falda que le tapaba los tobillos, empujando una carreola. Decía que acababa de llegar de "La Rumania", tenía tres semanas en México, necesitaba dinero. No supe que contestarle, pues mi situación no era muy favorable: apenas contaba para tomar un camión de regreso a mi casa. Tras dudar un poco, le hice un gesto de resignación monetaria y dejé atrás sus ojos tristes y suplicantes. La soñé esa misma noche, pero encarnada en la persona de alguien que acaba de romperme el corazón.

-Así como la palabra "sexy", comienzo a odiar la expresión "romper e
l corazón".

-Una de mis bandas favoritas es
Sevendust. Dicen que su popularidad la debe en gran medida a la ola de bandas del mal llamado nü-metal de la segunda mitad de los 90's y principios de la primera década del siglo XXI. Yo los conocí gracias a una revista de música popular y rock llamada Sonika, que creo que ya no se edita. Me inicié escuchando su álbum Animosity, del 2001, considerado por muchos su mejor trabajo (a mí me parece una referencia indispensable para todo aquel que se precie de escuchar con regularidad nü-metal, pero ps es sólo mi opinión y la expreso a mis 23 años); a mí la verdad me atrajo por su portada; ya saben, hay discos que nos atraen por su portada y no decepcionan a la hora de escucharlos:

Se los comparto, descarguen dando click en la imagen si quieren saber qué tipo de música se gastan estos vatos.

-El primer álbum de Sevendust, que no me animé a escuchar sino hasta después de dos años de conocerlos, fue grabado durante en verano de 1996, durante los Juegos Olímpicos de Atlanta. Dicen que uno de los acontecimientos que inspiraron este disco fue un atentado terrorista en el Estadio Olímpico de Atlanta, que dejó un saldo de 111 heridos y dos muertos. Fue perpetrado por Eric Robert Rudolph, un supuesto miembro de la christian identity, un apelativo para las iglesias de teología radical relacionadas con ideologías racistas y supremacistas. El tipo fue capturado en 2003, después de echar bombas en clínicas donde se practicaban abortos y en bares de lesbianas. Él dice que sus motivos para el bombazo de Atlanta fueron más políticos que religiosos. Editado en 1997, el disco de Sevendust, titulado como la banda, tiene esta portada:

Por años me quedé con la duda de qué pudiera ser lo que había ahí. Supuse durante mucho tiempo que era una especie de insignia grabada en cobre de tipo ninja o algo así. Pero nop, resulta que la imagen es una distorsión del acercamient
o al rostro de un tipo échandose un churro, probablemente el vocalista Lajon Witherspoon. Y lo sé porque el álbum fue reeditado este año (en junio, aunque yo me vengo enterando ahorita en diciembre) con otra versión de la portada. Dénle click si quieren descargar el disco:

Lajon, pa'que comprendan mis sospechas

-Hablando de Juegos Olímpicos, recuerdo que la primera vez que me enamoré fue a los 9 años, precisamente en 1996, cuando acudí con mi hermano a un curso de artes plásticas en el Antiguo Palacio del Arzobispado. Lo recuerdo porque cuando
nos pidieron llevar un dibujo a cada uno para hacer un mural entre todos, mi hermano llevó una muy buena copia del diseño de la mascota de Atlanta '96, una extraña criatura llamada Izzy. A todos les entusiasmó la idea, pero el mural al final no fue el dibujo de Izzy sino un mural improvisado con múltiples chupacabras, árboles gigantes, rascacielos imposibles y no sé qué tanta cosa. Se exhibió durante unas semanas después de que acabó el curso, junto con otras de nuestra creaciones. La niña en cuestión me presentó con un familiar suyo explicándole que trabajamos juntos; es borroso el recuerdo de si mencionó el mural o alguna otra cosa, porque acuden a mi memoria al menos dos dinámicas donde interactuamos directamente. Recuerdo que era mayor que yo por un año y se llamaba Lizeth. Fue algo así como que amor a doceava vista y ahí quedó la cosa, sin más. Ni anduve con ella y sinceramente dudo que me recuerde, ya ven cómo es este bisnes.
Este es Izzy, por si alguien no se acuerda.
-Un maestro de educación física de la secundaria a quien le decíamos El Porcel, debido a sus dimensiones corporales, fue el primero que me aclaró la diferencia entre Olimpiada y Juegos Olímpicos.

(Links para los discos, un detallazo de La Vida Metal [Sevendust Definitive Edition] y Rock and Blues [Animosity])

Eso es todo.
Cambio y fuera.


H.


PD.: Lizeth (o Lisset, o Lissette): si andas por ahí, si tenías 10 años en 1996 y asististe a un curso de creación plástica para niños en el Palacio del Arzobispado, échame al menos un comentario. O tu mail, o tu jetalibro o tu dirección o tu teléfono. O sonríe, aunque no te vea.

PD2.: Aunque el término nü-metal contribuye a favorecer el desprecio de muchos para con las bandas que han sido acusadas de practicarlo, no voy a negarles que escribir un "género" del rock distorsionado con diéresis me parece harto divertido: nü-metal, nü-metal, nü-metal...