martes, 19 de abril de 2011

Curiosas anécdotas de la adolescencia: De cómo le apliqué la Santa-Anneada al territorio nacional

[Me encuentro sentado en posición de loto en la arena de una playa colimense, con una botella con néctar de durazno en la mano. Dos niños juegan a unos metros de mí.]

Estando yo cursando la secundaria salesiana, un maestro (o ese era su estatus ahí, nunca supe bien qué formación profesional o académica tenía) al que el decían El Banda, pues era el responsable de la banda de guerra de la escuela, nos hizo un encargo simple a un compañero y a mí. Dicho encargo implicaba, como siempre, salir de una clase a la que no había llegado el profesor, por lo que lo hicimos gustosos. El Banda nos llevó a su cuartel general, una especie de oficina-salón-bodega que tenía a su entera disposición, donde guardaba, además de trompetas y tambores, adornos para festivales, una computadora y un Play Station. Aquellos que huían de la clase de educación física, impartida por el famoso Porcel, se apuntaban en la banda de guerra para justificar su calificación en dicho rubro; sobra decir que más que practicar, se la pasaban "limpiando" los instrumentos o echando desmadre en la cobacha del Banda.

En fin, me desvío. El encargo del que hablaba tenía que ver con recortar el contorno del territorio nacional de dos mapas de la República Mexicana con división política -uno con nombres y el otro no- que eran del tamaño de un pliego de cartulina, entre otras cosas. Ya no recuerdo el destino final de estos recortes.

Hicimos lo que nos pidió el hombre y nos quedamos platicando
un buen rato en lo que regresaba. Cuando lo hizo revisó nuestro trabajo y de repente notó algo extraño en uno de los mapas recortados, pero no alcanzó a identificar qué.

Esto es un aproximado de lo que le entregamos:

¿No adivinan? Vean más de cerca.

En efecto, camaradas: dado que el mapa no traía nombres, únicamente la división política y la impresión de las líneas era defectuosa en cierta parte del mapa, mi esforzado compañero y yo nos habíamos chingado el hermoso estado de Colima. En ese momento los tres nos percatamos del error porque se me ocurrió comparar el mapa mutilado con el que sí tenía nombres.


El Banda
sólo acertó a decir, con una divertida sonrisa:

-¡Ah, qué lástima! Con tan bonitas playas que tiene Colima. (transcripción casi literal)

Ese día me sentí como Santa Anna vendiendo La Mesilla.

El mapa, por cierto, fue utilizado, en lo que fuera que haya sido utilizado, sin Colima. Seguramente el pedacito de papel que representaba el estado acabó en la basura. Quién sabe, puede ser que ustedes en este momento, si usan papel reciclado, estén en posesión de las moléculas de ese pedazo de México.


[Termino mi néctar de durazno y me dejo caer hacia atrás para quedar acostado boca arriba y me duermo. Desvanecido en negro. Créditos]

H.

P.D.: Nunca he ido a Colima, pero si algún colimense me lee, en serio me disculpo por haber recortado a su matria de ese mapa. Palabra del osito Bimbo.

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