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jueves, 12 de agosto de 2010

Declaración de odio

Sí, les hablo a ustedes, los que dicen que ejercen el noble oficio de arder. En el punto más patético del camino de la vida (que no era como yo pensaba, no era como imaginaba, no era como yo creía) a uno le da por rechazar todo tipo de mención de la felicidad ajena.

Los poetas son manufactureros de la palabra, y pueden agradarme en efecto en esa faceta; pero seamos francos, más que trabajar con las palabras, el poeta engendrado aquí y ahora -usted decida a qué lugar y tiempo me refiero- no manipula las letras combinadas, manipula el patetismo, la tristeza, el sufrimiento, la autocompasión y ¡claro! los "sentimientos bonitos".

Cultiva la adulación encubierta, la redención autoafirmativa del que se siente excluido y puede no serlo, el melodrama de la vida diaria transformado en himno y claro, escuchas/lectore(a)s.

De hecho, sin éstos, harían un eterno ejercicio solipsista de lo más tedioso... con todo y que algunos de los que se consideran los más grandes poetas hayan aplicado ésta y hoy sus palabras aún son útiles.

Sin público, en el aquí y ahora, no habría poetas. Porque a estos seres que describo y vilipedio aquí, los aqueja la adicción y la dictadura de la segunda persona del singular. Llevan el ritmo para que la guitarra le dé cuerpo a su declamación. Expresar el poema exige pose y apariencia. No hay poeta, en el aquí y el ahora, sin espejo.

Los acuso de robar miradas y suspiros. El que cuenta historias no es poeta y a menos que sea comediante, no logra encauzar sus vicios -que comparte con los entes odiados- para llevarlos al ancho mar de la mirada atenta. O tal vez sí. Será que no conozco el truco del oficio.

Y es que, mira, la cosa es que yo he incursionado en la piel del poeta, el deleznable ser que describo. Me ha gustado, pero tampoco he conectado con el truco del oficio. Puede que no haya buscado bien o no haya seguido al pie de la letra las instrucciones.

Lo que más gracia me da es que cada verso que escupo, sin querer queriendo, acerco un paso más la poesía hacia su decandencia. Y aún así no puedo evitar la sensación de que mi invasión en ese terreno ajeno es demasiado desapercibida

¿Ése es mi problema, falta de atención? Vamos, sé original, dime algo que no sepa. Algo sobre el oficio y sus practicantes

Los odio. Porque existen más allá del perfil que acabo de dibujar y aún así, ten llaman y te dejas arrastrar.

Pero que quede claro: esto no es una visión lúcida ni objetiva, sino una declaración de odio. Está hecha de vísceras y ninguna es cerebral.

Vengan las críticas destructivas.

P.D.: Los quiero, aunque no se note

H.

domingo, 15 de febrero de 2009

Celebraciones

Recuerdo que cuando era más pequeño, las fiestas solamente significaban para mí un motivo más para tragar porciones extras y desaparecerme de la vista de mis padres o salirme a pelotear a la calle. O ver gente que nunca me interesó ver. Observar el ritual etílico de cerca o de lejos, yo me sustraía a la diversión del momento y vivía mi tiempo en otra sintonía. Supongo que eso era en gran medida debido a que yo considero que la vida de un niño de mi circunstancias vive en el constante goce o la promesa de, y no necesita de ocasiones especiales tanto como creemos. O bueno, no, ese soy yo, mejor no generalizo.

Si se me puede acusar de inmaduro es en esto. Las fiestas y el goce de las mismas es para mí un signo social del paso a la vida adulta. El motivo de celebración en medio de una vida y un mundo que no ofrece nada atractivo por sí mismo. Se necesita hacer un adorno a la vida que se lleva, clasificar fechas y acontecimientos en jerarquías que nos hablan del valor que se les da a las cosas. Festejar es jerarquizar, por más mamona, ardida o apática que suene la frase. Así lo veo y es por eso que el colmo del absurdo son las fiestas sin motivo aparente. Claro que como en el caso de tantas otras cosas a las que no me acabo de adaptar, no tengo autoridad moral (ni de ningún otro tipo) para cuestionar los festejos humanos. Como nunca estamos satisfechos, supongo que se vale en cualquier nivel y en cualquier circunstancia.

No se engañen, no digo que aborrezca las fiestas, por si ya andan pensando que estoy justificando de manera patética mi antisocialidad. Me gusta festejar, pero cuando uno comienza a jerarquizar las cosas en la medida en que hay fiestas o celebraciones, es cuando la vida se comienza a condicionar. Debe haber millones de seres humanos que no les importa ese condicionamiento (ahí va: mucho de la vida cotidiana es trabajo, cansancio y aburrimiento; la fiesta da remedio por unos instantes o días, condicionando el acumulamiento de euforia y alegría. Esta es la lógica más simple, más normal de verlo y que veo a mi alrededor, es la lógica con que la no concuerdo), viviendo y muriendo sin cuestionarlo. Pero yo no y también deben existir aquellos millones o miles o centenares que concuerden conmigo. Invitados y colados son parte de un grupo selecto, la fecha elegida y hasta el lugar se convierten en cosas excepcionales y quedan grabadas en la memoria como tales, de acuerdo a los criterios del recuerdo de cada persona. Se vea como se vea, una fiesta es una ocasión especial. Desde hace como dos años he venido aprendiendo que otorgar el nivel de especial a algo hace que el resto parezca prescindible. Por eso, la lógica de las fiestas que ocurren a mi alrededor no acaba de convencerme. Es obvio que este post no intenta ni de lejos convencer al lector de este punto de vista ni va a darme la razón; si no voy a las fiestas, para la mayoría es sismplemente porque soy un aguado o estoy cansado o soy muy ñoño o no sé que tantas otras razones se inventan cuando alguien rechaza una inivitación.

Prefiero las reuniones pequeñas, con esas jerarquizaciones de invitados que a mi modo de ver no lesionan en nada mis puntos de vista.Y aún así, yo puse, en mi pequeño mundo, una escala de importancia donde el 7 de febrero (mi rucazo) es más valioso que el siempre meloso 14. Obtuve de mi cumpleaños un alebrije de madera y del 14 otro de papel maché. Detalles ambos de personas que al parecer me aprecian bastante y tuvieron el acierto de poner atención a mis interminables listas de cosas que no tengo y me gustaria tener. Gracias a las dos, las quiero.

Pero ya me desvié, aunque la desviación sirve para retomar el hilo. El alebrije que me regalaron ayer no fue, ni de lejos y a reserva de que me entere de lo contario después, un rregalo de día del "Amor y la Amistad"; fue un regalo de cumpleaños quesque atrasado y en todo caso el contexto de la entrega del regalo fue por demás una anomalía en el calendario de mucha gente, aunque fue un evento de mi completo agrado. Cuando siete días atrás estaba yo fungiendo de anfitrión en mi primera visita masiva a mi casa, me percaté de que no había razón ni sentimiento bien ubicado en dicha "fiesta" de cumpleaños. No entendí qué extraño deseo me impulsó a invitar gente, si yo no tengo preferencia por estas cosas. Me vi arrastrado por quién sabe qué y "tracioné" mucho de lo escribí líneas más arriba. Aunque el haberme percatado de ello, supongo, se reflejó en mi comportamiendo y en mis pocos deseos de intentar organizar algo parecido en el futuro.

Mi conciencia evolucionó de manera que llegué a considerar que el 14 de febrero opacaba mi cumpleños. Es decir una aplastante jerarquización que mis conocidos mamaban de la sociedad y el ambiente de los tiempo que corren imponiéndose a la mía. Por eso, la fecha que acaba de pasar nunca ha significado para mí nada digno de celebrarse y la cuestión es que, carajo, a veces me provocaba más incomodidad que indiferencia. La cuestión es que, dado que soy un individuo difícil, no tengo el pretexto para festejar el amor (de pareja), y la amistad, sinceramente... no es motivo para celebrar. Y si nos ponemos medio cursis, ¿por qué esperar todo un puto año para hacerlo? Chequen nomás como el argumento inicial se va degradando.

Ayer yo tuve otro motivo para sentirme vivo. Quien lo interprete como egoísmo, allá él o ella, pero los motivos personales para evitar el festejo, que no la satisfacción, el placer, la euforia y la alegría, son mil veces más valiosos para mí que lo que el mundo me heredó en materia de fechas "importantes". Acá en Tenochtitlan se les ocurrió que lo mejor era hacer que los capitalinos se ensalivaran para complacer a los medidores de Guiness y el asombro idiota de millones. Los besos, en ese sentido, están en materia de disputa entre el espectáculo público burlesco y el momento privado, donde un solo ósculo vale mil veces más que una fiesta. Pero repito, mi lógica es demasiado personal. En lo personal, en vista de que mis labios no tienen claúsula de exclusividad con nadie (dudo que mucha otra gente respete esas claúsulas, que dicho sea de paso, son de inicio bastante absurdas), de no ser por mi compromiso, bastante importante, estaba dispuesto a ir al frenesí mediatizado a buscar a otra alma solitaria como yo que, con tal de salir en las estadísticas de Guiness (y otros motivos), se djeara besar en los labios con un desconocido. Y debo decir que aunque suene muy acá, esta es la primera vez que siento que "valió la pena verdaderamente perderse San Valentín"; nótense bien las comillas.

Comentario al margen, puedo asegurarles que chicas -y varones, ¿por qué no?- hinchadas de ese invento maravilloso que llaman autoestima y grandes dosis de vanidad estuvieron reciclando el gag de un comercial de Pepsi donde una chica vendía besos a cinco pesos ¿se acuerdan? También debió haber reciclaje de parte de otras chicas no hinchadas (de autoestima y vanidad); es más puedo apostarles que anduvieron por ahí, quesque burlándose de la conocida represión de sentimientos de los varones mexicanos. PUAG!!

Respecto del motivo de festejo (el AMOR) no tengo mucho que decir, salvo lo que mencioné en el cuento de Sandra y Damián. Inventarlo y correr el riesgo. Para mí, se resume en eso, pero hay otras miles cosas en la misma lógica, así que no creo que se merezca un día para él solito. Ni tantas canciones,ni temas de libros, poemas, películas y pláticas. Pero reiterémoslo: la hormiga amargada no tiene la capacidad para callar al feliz niño juguetón que está a punto de aplastarla. Ni motivos plausibles para hacerlo.

Simplemente nos limitaremos, en el Éter Verde, a presentarles lo que otros han dicho sobre este invento infernal, en distintos tonos y que han mostrado a la mente maestra del blog que ud, amable lector, me tomó la molestia de leer, que la creencia es lo que vale, no tanto lo que ella produce.

Primero, una cita del libro de José Luis Trueba Lara, La tiranía de la estupidez, del cual les comenté hace unso ayeres y cuya lectura recomiendo ampliamente. La cita está tomada del apartado "Mirar el amor", que comienza en la página 233, para los quisquillosos:

La cultura de la voluntad esclavizada que contamina el mismo suelo del que se nutren la raíces de la sociedad no sólo se apoderó de los cuerpos y los transformó en un espacio disciplinario; también se adueñó del amor y, gracias a un serie de falacias, lo convirtió en un producto democrático, en una mercancía cuya duración -al igual que la ropa de moda- es fugaz.

[...]El nuevo amor somete a los individuos a una tensión existencial cuyas consecuencias aún no puedo valorar plenamente, sólo puedo aproximarme a ellas como alguien mira un vórtice recién formado: los hombres anhelan destruir su condición de carne impoluta para construir un mundo perfecto, una eternidad que dure un instante y se prolongue hasta el infinito con el fin de convertirse en seres eternos y sabios. El amor -por lo menos desde esta perspectiva- parecería mostrarse como la única salvación posible para el hombre moderno que asesinó a las deidades y enalteció los grandes mitos creados por los partidos de masas: en nuestros días, ni Dios ni los ideales políticos que intentaron transformar el mundo en un Paraíso gracias a los líderes y las acciones de los partidos de masas son capaces de ofrecer la posibilidad de la trascendencia, pues ésta -al parecer- sólo puede alcanzarse mediante el amor o, en los caos más elementales, gracias a una abultada cuenta de cheques y una vida donde la ansiedad por el estatus ha sido ilusoriamente satisfecha.

Sin embargo, el maravilloso deseo de negar la carne impoluta para alcanzar la trascendencia no tiene libre el camino, y el espíritu de quienes se han sumado a las nuevas religiones seculares también se encuentra atrapado en otro tensor: en una sociedad en la que la fugacidad laboral se ha convertido en santo y seña de la mayoría de los individuos, donde poseer y representar han hundido al ser, no es posible crear mundos, soñar eternidades o tener referentes indubitables y duraderos. La vida es veloz, se transforma con la misma rapidez de las cotizaciones que se muestran en la pizarra de la bolsa de valores o muta con la celeridad de la moda; por esta razón, lo único que importa es el encuentro utilitario, fugaz y, sobre todo, capaz de mantener una relación que otorgue estatus gracias a una pareja sexualmente atractiva o económicamente rentable.

Ps, sí, ni yo pude haberlo dicho mejor. Debemos señalar que no obstante, Trueba Lara habla de algo queya está pasando, no es una realidad absoluta; a todos nos consta que la gente en su totalidad no ha abrazado estas tendencias, pero el peligro latente de que lo hag ahí está. Que se desborde los estrato medioaltos o mediobajos para derramarse sobre el resto de nosotros. Contaminarnos con la ausencia de pisos, seguridades. Yo al menos, tengo la certeza de que nada es seguro, pero aún así es una certeza. Debo suponer que Trueba Lara habla de aquellos que ni de eso pueden estar seguros. Ese invento que llamamos amor sufre las consecuencias. Además, del otro lado están los amores enfermizos y los valores molares asfixiantes. Nadie quiere hallar la tercera vía, por el temor a crear nuevas certezas, no tanto a quedarse sin ellas. El tema es extensísimo, mejor aquí le paramos y dejamos que la música hable. (Los que tengan cosillas de anime, ignoren las secuencias de imágenes, lo me importa es la música)








Pondria más, pero se me seca el cerebro. Pásenla bonito

Peace Out

H.

jueves, 25 de diciembre de 2008

Ritual

La multitud vive feliz de construir maquetas, montar réplicas artificiales, inundarse de espíritu etílico, rendirle culto al viejo de rojo, al niño de porcelana y yeso y al todo poderoso guajolote. Vive feliz de prolongar la noche, aunque sabemos que la noche acaba, inexorablemente.

Y a la mañana siguiente, recalentados y visitas. Conversaciones, como la de hace un año.

"Un paso en la oscuridad, toco su mano sólo para ver si está sola otra vez".

La espera termina y los retoños buscan ansiosos debajo del ídolo. Hay dolores de cabeza y jaquecas. Algunas cuentas pendientes y mucha pasta. La gran ola ha ido creciendo durante varias lunas y se dejará caer sobre la multitud, sobre mí, sobre tí. Pero no hoy. Porque hoy la noche se prolonga, nos hace libres, nos permite elevar la nariz y oler la madrugada, sentir el frío en la punta de los dedos y despertar como si de un triste juego de cerrar y abrir los ojos se tratara solamente.

"No puedo negarla; haría lo que fuera por detener el sangrado que tiñe su mundo de rojo".

Sí, ya sé, este día nada más es un apéndice, una ocasión cualquiera que cualquiera de nosotros hace especial. Qué rara suena la palabra especial en un día como este. La multitud no sabe que algunos en su seno esperan otras fechas, pero los arrastra a todos con singular alegría, con bondad y firmeza. Nadie la detiene, es una fuerza imparable; hombrres y mujeres, todos son iguales, todos tienen el mismo derecho a ser felices y a disfrutar, sobre todo frente a un copa de sidra y una ración de ichthys salado.

Las lágrimas corrieron y se secaron; hora de volver al mundo real, sea lo que sea que eso signifique.

"Me puedo romper en mil pedazos; corre lejos, muy lejos de mí".

Amen.


martes, 21 de agosto de 2007

Regresiones Salesianas

Este siniestro y santo rostro me acompañó durante doce años:



Creo que llegó la hora de revelar mi oscuro pasado. Antes de ingresar a la Universidad en 2005, pasé doce años de educación básica, secundaria y medio superior en un colegio católico de una congregación que se hacía llamar Salesianos. Se supone que este grupo fue creado por un tal Giovanni Melchior Bosco Ochienna, mejor conocido como Don Bosco, en Italia a finales del siglo XIX. La plaga salesiana (sin afán de ofender) se extendió por todo el mundo -y no bromeo- ocupando muchos países de Latinoamérica. En México (los maestros, pero sobre todo los padres-directores se encargaron de recalcármelo durante todo el tiempo que estuve ahí) llegaron en 1892, allá por los años del Porfis, estableciendo su primera escuela de oficios cerca de Popotla, en Santa Julia. Hoy en día, el Colegio alberga una primaria, una secundaria, una preparatoria y una universidad (ja ja) en las calles de Laguna de Tamiahua y Colegio Salesiano, en la colonia Anáhuac en la delegación Miguel Hidalgo. Ese lugar me adoctrinó en catolicismo, salesianismo y educación estatal mexicana la mitad de mi vida. Evidentemente, no salí zombie de ese lugar, como muchos otros. Creo que pocos fueron seducidos por la vida salesiana.







La vida estudiantil en ese lugar era, como muchas escuelas privadas ahí medio chafonas pero de gran renombre, una suerte de ensayo de la vida entre la clase media. Ese laboratorio social engendró la mitad de mi ser. Además era de varones, solamente de varones (sniff!), hasta la preparatoria. Los malditos hicieron mixta secundaria y primaria hasta el 2003, me parece, cuando yo ya había entrado sin anestesia a la preparatoria mixta. La educación y la disciplina no eran tan buenas (bueno, la disciplina en secundaria corría a cargo de un master en la materia, ante cuya presencia, el más canijo se miaba en los pantalones) pero me dieron las armas necesarias para escapar de ahí a C.U. y no morir en el intento, como varios. Claro que mucho de ese esfuerzo también es mío en su totalidad. Mis redes de sociabilidad en un ambiante cambiante durante doce años se fortalecieron con los años y hoy puedo presumir de haber hecho algunos de mis mejores amigos y amigas en esa escuela.







Además, soy parte de una vieja generación de estudiantes que resistieron todas las pruebas de la vida, llegando ilesos moral, espiritual y mexicanamente a la recta final de la prepa, junto con las compañeras que se integraron a la generación que comenzó su vida salesiana en 1993. Ellas venían de allende la iglesia. Me explico. La cuadra completa comprende mi antiguo colegio, una iglesia de arquitectura gótica (lo que más puedo presumir de ese lugar) y un colegio un poco más pequeño que el mío, donde, a la vez que el nuestro era de puros hombres hasta secundaria, estudiaban puras féminas. Sobra decir qué era lo que se hacía cuando el llamado de la naturaleza nos hacía una visita en primavera, mientras estudiábamos la secundaria. Mis andanzas en "el Civilización" (no recuerdo cómo se llamaba esa escuela, pero incluía esa palabra) no fueron muy afortunadas. Recuerdo que le decía a mis amigos que los viernes fuéramos a "civilizarnos"... you know what i'm sayin'? De hecho de ese colegio fue el amor de mi adolescencia, un herida abierta... pero esa es otra historia.







Volvamos a Don Bosco. La vida y obra del hombre eran lo máximo en la vida, según me dijeron en la primaria. Como buenos (y malos) católicos que éramos, había misa obligatoria al menos una vez el mes y la naturaleza religiosa del colegio nos daba más días libres autorizados (los que uno tomaba por decisión propia, las pintas, llegadas tarde y enfermedad, son otra cosa) que los que marcaba el calendario oficial. Entre esas festividades estaba el Día de Don Bosco, una suerte de aquelarre que adoptaba diversas formas al correr de los años. Se hacían rallys y nos regalaban un gansito y un boing de triángulo (¡qué años aquellos!) en primaria y secundaria. En prepa, nos llevaban a una volcanada o vulcanada -nunca supe cuál era el término correcto- que bajo el lema de "compañeros en la montaña, amigos para toda la vida", consistía en llevarnos a cansarnos horriblemente para llegar a la cima del volcán la Malinche. Debo decirlo, la vista desde ese lugar ameritaba cualquier cansancio de la subida. El de la bajada no tanto; aún lo recuerdo bien, una vez me perdí de regreso, porque eso sí, en la subida, todos somos Salesianos y la jalada, pero de regreso a las cabañas (muy chidas por cierto) uno se bajaba por donde Dios o Don Bosco le dan a entender. Tengo muy vívida la imagen de haberme topado con un grupo de autoayuda que había ido a una sesión a las faldas del volcán. Quizá me equivoque, pero eran de Alcohólicos Anónimos o algo así. Mi recompensa fue, siempre, un caldo de camarón que me dio chorro apenas unas horas después de haber bajado. Pero un año, mi más grande recompensa fue ver las faldas del volcán completamente cubiertas de nieve; por razones de seguridad no subimos esa vez hasta la cima, pero tomé muchas fotos del paisaje nevado. Tendría que escanearlas, así que, mejor imagínenselo.







Me hubiera bastado con eso de todas formas, pues fui dos años seguidos; pero la escuela decidió, no sé en que año, que merecíamos un premio por haber llegado a la cima.



Ese fue mi premio: una suerte de imitación del monte Rushmore en resina -o no sé qué extraño material- blanca con la cara de Don Bosco y dos niños sobre una montaña desconocida (sospecháse que es la Malinche). Nótese la semejanza del niño de la derecha con Chabelo, la aparente angustia del de la gorra a la izquierda, que lucha por su vida por llegar a los brazos de Don Bosco y la indiferente mirada perdida del santo italiano ante la contradictoria situación. Mi hermano también recibió una, solo que con un acabado más pro y nomás por envida de niño, se las pongo chiquita y a la izquierda.






Como les dije al principio, el rostro de ese hombre me persiguió durante doce años. En la primaria, incluso, te obligaban a aprenderte la biografía del santo para ir a un rally con otros colegios salesianos para competir sobre quién sabía más datos inútiles de la vida del susodicho. También, en los sermones de las mañanas, se nos repetía hasta el cansancio el sueño de los nueve años: de niño, el buen Don Bosco soñó que unos niños peleoneros se convertían en lobos cuando él trataba de detenerlos y que cuando se le aparecía la virgen, los mismos niños sufrían una segunda metamorfosis que los dejaría cual dóciles ovejas. Yo no sé ,pero soñar niños zoomorfos (los niños oveja) en claro mensaje de sumisión, infantiles berserkers y a la virgen diciéndome qué hacer, me hace pensar acerca de la cercanía de las experiencias místicas de Don Bosco con las de María Sabina. Creo que dicen que hubo varios "sueños" (viajesotes, pues) y que todo eso le explicaba la vida al santo. UY!! si yo soñara esas cosas, ¡qué loco! La cuestión es que su rostro enseñorea toda la vida salesiana y, a ratos, la de los que fuimos educados por los salesianos.








Pero simpre hubo espacio para el chacoteo; ya les dije que ser un colegio católico no es sinónimo de fascismo escolar, digno de ser repudiado en canciones como Another brick on the wall. De muy niños, llevábamos camisetas para hacer educación física con el rostro de Don Bosco estampado en nuestro torso. La imagen era por demás cómica porque, cómo bien me señaló mi hermano hace ya varios años, la perspectiva del rostro de Don Bosco nos hacía pensar en que parecía el hermano perdido del coronel Sanders. Para su desgracia, queridos lectores, no he podido encontrar la mítica imagen que sería digna de ser puesta junto a la de la derecha. La posición del rostro y, hasta la expresión eran iguales.




En fin. Don Bosco, de cualquier manera podría compararse con la nueva versión del coronel, pues tanto los salesianos como KFC han renovado su imagen y no se esfuerzan por desligar a los hermanos Bosco-Sanders.








En este punto, la comparación ya no es tan cómica, pero ¿qué le vamos hacer? Si alguien posee esa imagen de la cual hablo (atención ex-salesianos), rólela, no sea gacho, ayude a hacer reír al mundo.










La cuestión es que pues, a pesar de eso, los avatares de Don Bosco no han pasado de moda. Hasta vanguardistas han salido sus retratos y evidencian el uso de algún alucinógeno para su elaboración, lo que reinvindicaría a la Iglesia con muchos grupos radicales.



Esta versión technicolor-LSD-pastel-trescapas hacía las veces de Gran Hermano en el piso del colegio donde estaban los salones de prepa. Recuerdo que la maestra que nos daba literatura, cuando alguien ser dormía en su clase o había que bajarle de las nubes (por altaner@ o por viajadot@), los mandaba a "hablar con Don Bosco", es decir, con ese enorme cuadro de tres metros por dos. Una vez nos contó la anécdota de una chica a la cual la había mandado a sostener la metafórica plática con el santo italiano. A diferencia que la mayoría de los castigados que regresaban y contestaban a la irónica pregunta de "Y ¿qué le dijo Don Bosco?" con un simple "Nada", ella afirmó haber escuchado a Don Bosco decirle que se portara bien. La maestra no pudo más que decirle de manera involuntariamente cómica que fuera al siquiatra. Pero esas conversaciones esquizofrénicas hasta yo las tuve; es como los borrachos que se enamoran de la Diana Cazadora en Reforma. Claro que yo no llevaba esas intenciones con Don Bosco... pus ¿qué pachó?





Don Bosco también le entró a la modernidad de la música. Prueba de ello es esta imagen funk-hiphop de DJ Bosco:




Siendo esta la imagen juvenil de Don Bosco, el surgimiento de fans y groupies no se podía hacer esperar. Díganme si no:




Estaría buena una camiseta con un diseño así, ¿no, salesianos? También lo sería la versión Frank Miller de Don Bosco:


Podríamos levantar la polémica al exhibir una versión de clara alusión a la pederastia en la Iglesia (izquierda) y el culto a la cultura pop de los años ochenta (derecha)








En Internet se encuentra uno de todo. El latinoamericanismo salesiano es suceptible de ser revelado. Y como buenos latinoamericanos, hay que ser pamboleros. Recuerdo que en mis años de la primaria, nos ponían a armar un torneo de fuchobol. El adoctrinamiento tuvo efecto en mí, pues no pude evitar encontrar una sospechosa semejanza entre este retrato de Don Bosco y el Pelusa. Esto me hace recordar que existe una Iglesia Maradoniana, ¿no?




Creo que incluso el rostro de Don Bosco es tan universal, que la imagen que sigue bien podría ser la portada de un grupo de Progressive Death Metal:






Cuando cursé Áreas en el últio año de prepa, debíamos hacer un trabajo de investigación de tema libre. Yo escogí hablar de la guerrilla mexicana. Parece que el trabajo, por lo extenso y complejo (para ser un trabajo de preparatoria) se llevó las ovaciones de las autoridades de la escuela. Recibí un diploma de mejor investigación y una estatua de Don Bosco, para aumentar mi colección de íconos salesianos. Creo que mi trabajo se ha vuelto legendario en las investigaciones de la escuela; no en vano es la primera vez que sentí que mi trabajo era reconocido en esa escuela. Doce años valieron la pena; pues ahora puedo presumir de tener una estatua original del Emperador Palpatine, edición especial. ¿No me creen? Vean:













A ver, niños ¿qué hemos aprendido de todo esto? Yo no estoy seguro. La marca salesiana es indeleble y nunca me la voy a poder quitar. Iconografía e ideología me han llegado a los tuétanos y ahora veo en perspectiva mi antigua vida de escolar salesiano. No fue tan mala, a pesar de ser una escuela de varones durante nueve años y ser católica. Acabo de conocer un maestro en la Facultad que dice que no ve cómo es posible que la educación pueda ser impartida por religiosos en la actualidad. Yo, con la mano en la cintura, podría responderle que esa educación solo será perjudicial al juicio de las nuevas generaciones si existiesen más escuelas como el Salesiano de Santa Julia, donde pocos salen evangelizados al 100%. Pero no lo hago porque quiero quedar bien con él y que me califique chido. Ya después habrá tiempo para la discusión. Las personas se sorprenden de que yo haya salido de una escuela en la que, primero, estuve doce años; segundo, era de religiosos; y tercero, no era mixta desde el principio. Pues bien, aquí está el resultado, escribiendo estas líneas.





¿Cómo le hice? No lo sé. Nada más viví. Y aquí estoy, burlándome amistosamente de Don Bosco. Wikipedia afirma que es el santo de los magos y los músicos callejeros; si así es, estoy seguro de que se ríe en el cielo junto a Diosito, Allah y Buda y todos celebran este post con un banquete ambrosía y tacos de suadero.







SALUDOS DESDE EL LIMBO




H.