miércoles, 15 de septiembre de 2010

Mercado de Espejismos Xilográficos Inspirados en Cosas Obsoletas

Don Porfirio cumple hoy 180 años. Los que anden en París no se les olvide ir a felicitarlo.

México es una nación de cenotes sagrados y capillas a la Santa Muerte. Tiene nopales, pinacates y muchos eucaliptos. Hay un jardín surrealista en su costa del Golfo, un centro ceremonial otomí construido en los 80s en Estado de
México, una utopía milenarista de cuarenta años en Michoacán y otra indigenista-izquierdosa-posmoderna en Chiapas. La Catedral de la capital tiene una campana perdonada (osea, estaba castigada antes) y hay gente que vive junto a las vías del tren, algunos en casas de tres pisos construidas en macizo tabique blanco. Los restauradores tienen chamba en antiguas haciendas de políticos de bajo perfil y los cafés internets surgen como hongos aquí y allá. Ballenas y mariposas monarcas son de los únicos "extranjeros" de los que no se echan madres.

Aquí, dicen (los que dicen que saben), no conocemos el genocidio. Tenemos mucho art-decó y demanda de pinturas de oaxaqueños. Hay mucha rivalidad
local promocionada por televisoras. Tenemos una variada fauna criminal, que podríamos enumerar aquí, de la A a los Zetas, pero está de hueva. La gente vive como en un albur toda su vida y dicen que nos reímos de la muerte. Y claro, todo es territorio Telcel.

Miren que me quedo cortísimo. México, como otros países no a
caba de ser nación cuando fue empujado a entrarle a la globalización. Se inventó a base de mitos que ahora mucha gente cree estar desafiando. Sí, claro. La burla y la crítica son chidas, pero ese cuento de nahuales llamado México aún se lo cree mucha gente y quien esto escribe se encuentra en el justo medio entre el escepticismo mamón-elitista y la mediocridad patriotera. Osea más inclinado a creerse el cuento, aún cuando ya me han dicho que no, que ni es cierto. Hay que dice que no hay nada que celebrar. Pero si aquí en México hay quien vive en fiesta perpetua. ¿A poco ninguno de ustedes se ha aventado el maratón Reyes-Guadalupe (sí, lo escribí en el orden correcto)? Aliviánense. Al fin que al cagar y miar se sale todo. Mañana nos seguimos quejando.

A menos, claro, que algún ojete se le ocurra aventar algo así com
o que granadas de fragmentación en el Zócalo.

Hecha la introducció
n, quiero mencionar que la dinámica de las imágenes de banderas de minorías, grupos indígenas, colectivos marginales, separatistas y nacionales que no fueron o ya no son, pero se ven chidas, completamente digitalizadas y sacadas de contexto me ha dado material para varios posts y miren que apenas llevo dos. Hoy, como los símbolos patrios están de moda, no hay mejor manera de subirnos al barco que presentando varias, que muestran mejor que otras cosas, lo "mexicanos" que son y han sido los habitantes de esta bonita tierra:
La texana
La riograndense (¿es un gentilicio correcto?)

Y estas dos, cortesía de un vato bien alivianado llamado Memo El Caminante.

Res Pública de Baja California, después integrada a la

Para los quisquillosos, ahi les van la
Maya (otra versión cambia el azul por negro)
Purépecha
Yaqui.

Hay una mixe, pero no la hallé en buena resolución.


Volviendo a la ilusión de "lo nacional", una composición interesante, obra de Edgar Clement, y que se encuentra en la ¿novela gráfica?
Los Perros Salvajes, que está siendo publicada en línea:

Una que ofendió a mexicanos, hecha en el gabacho:


Una versión del buen Guffo Caballero, monero regio de los buenos:
Salles, de El espirítu de los cínicos, blog harto recomendable, hizo varias. Aquí nomás les paso al costo una. Si quieren ver las demás, ps pa'luego es tarde, píquenle aquí.
Si me preguntan a mí, el juego con los símbolos nacionales de cualquier país para crítica o burla pueden ser tanto sano para la democracia y otras paparruchas liberales como perjudicial y de mal gusto. En el meollo está la crítica al nacionalismo, una cuestión que va en distintas escalas, pero que en México se queda actualmente, en la individual y bien sabemos que no todos los individuos somos tan lúcidos o ingeniosos. Mi posición al respecto ya le he dejado ver, digamos, por ejemplo, aquí, o en los posts donde publiqué mis cuentos que no se fueron a concursar para 2033, muy acusado en éste. Se me hace que en el accidentado proceso de volver a los mexicanos entes de inigualable sensibilidad liberal ha hecho del México contemporáneo un país un gramo más surrealista de lo que llegó hacer después de los salinazos, los zapatazos y los botazos de los últimos veinte años y uno de sus subproductos más curiosos es toda esa prole de gente-que-dice-cosas que acude a los lugares comunes de los bienpensantes liberales para identificar a las bestias negras contra las que hay que luchar. Entre ellos se asoma la cada vez más bizarra crítica al nacionalismo que entre algunos se reduce a lamentar que a los niños pequeños se les siga vistiendo de charritos y chinas poblanas. No se me lea precipitadamente: por muy bizarra que sea la crítica, es un alivio que no se devalúe y siga siendo práctica que cada vez generaciones más jóvenes adoptan.

Benditos sean Marx, Foucault y Hakim Bey.


Veamos que dice la momia favorita de todos:

Nosotros también lo queremos, camarrada.

Cerramos con una trivia para anticuarios, historiantes del siglo XIX y ociosos:
¿Qué tienen en común Álica, Tacubaya y Santa Julia?

Quién responda correctamente, eh... no sé. Será recompensado con mi apreciación de que es bien ducho para los datos curiosos.


Ya me voy, ya empezó el desfile.


Sinceramente, cómo diría Luis Miguel, gracias, M.E.X.I.C.O.

H.


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