Martes 23 de febrero de 2010. 19:00 horas, aproximadamente.
Atizapán de Zaragoza.
Noche tranquila, cielo nublado.
Suena el timbre, una sola vez. Mi tía lava ropa y mi hermano hace... no sé qué. Ambos me gritan "¡Vé quién es!" Yo, mientras, veo Ágora. La interrumpo. Decido que no quiero terminar de verla esta noche.
Camino con cansancio hacia el patio. Pienso en lo bonito que se veían los volcanes hace unos días y en que ya se va a acabar el costal de comida para el Cofi. Pregunto:
-¿Quién?
Una voz de hombre maduro, quizá muy entrado ya en sus cincuenta responde:
-Disculpe, ¿se encuentra el pastor Héctor Gaviria [no recuerdo el otro apellido que menciona]?
Titubeo en mi casi insconsciente predisposición a abrir la puerta un poco y ver el rostro de mi interlocutor. Me detengo haciendo un gesto de extrañeza. Contesto entrecortadamente, sin darme cuenta:
-Eh... no... no vive... aquí.... está equivocado...
Silencio sospechoso. Especulo para mis adentros: mis vecinos, argentinos, se presentaron con nosotros como "cristianos", ya saben, el mote católico para las fes protestantes; quizá los busquen a ellos... Pero recuerdo que la pareja, cabeza de la familia, tiene varios años separada y el esposo, el más religioso entre ellos, ya no vive ahí. Alguna vez vi que un pastor fue a su casa, pero hace mucho tiempo que no veo a esa casa relacionada con pastores o sesiones de sanación con los vecinos (verídico, prometo contarlo en un post). Dudo. La voz continúa:
-¿Es esta Avoceta 36?
-Eh.... sí.
-Sí, mire, venimos del Ayuntamiento. Nos dijeron que aquí está la Iglesia de los Seguidores del Maestro.
Mi hermano ya está detrás de mí sin que yo lo note. Con el ceño fruncido y con una sensación extraña contesto:
-No, claro que no. Aquí no es.
-Gracias.
No oigo más. Parece que se retiran. Digo "retiran" porque la voz habló en primera persona del plural. Volteo y encuentro a mi hermano con una mueca de duda.
-¿Escuchaste? -le digo.
-No.
Le cuento la escena. Nos miramos con la cosquilla de una risa nerviosa. No sabemos cómo reaccionar.
Datos perturbadores:
-Mis vecinos, ya lo leyeron líneas arriba.
-Alguna vez que andaba en la pendeja, queriendo marearme a un par de ñoras testigas de Jehová con mis conocimientos históricos seculares, terminé dando mi nombre. Aunque sólo el de pila.
-Me llamo Héctor, como el pastor que estaban buscando. Con que hubieran acertado con mi apellido, me hubieran hecho dudar de esta realidad o de mi vida. Como en Memento o en Matrix.
-En efecto, vivo en el número 36.
-La voz dijo que les dieron la dirección en en Ayuntamiento. Osea, una extraña coincidencia de circunstancias o me tienen vigilado o no sé qué.
Googleo "Iglesia de los seguidores del maestro". Sólo encuentro esto.
Ya pueden empezar a especular.
H.
-Me llamo Héctor, como el pastor que estaban buscando. Con que hubieran acertado con mi apellido, me hubieran hecho dudar de esta realidad o de mi vida. Como en Memento o en Matrix.
-En efecto, vivo en el número 36.
-La voz dijo que les dieron la dirección en en Ayuntamiento. Osea, una extraña coincidencia de circunstancias o me tienen vigilado o no sé qué.
Googleo "Iglesia de los seguidores del maestro". Sólo encuentro esto.
Ya pueden empezar a especular.
H.
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