Delirio no me susurró su duda (en sueños, ya saben, el mejor sistema de mensajería que usan las musas) el fin de semana pasado y, al parecer, no lo hará sino hasta el próximo. Me permitiré en este post utilizar el formato de sus preguntas para iniciar un choro sobre un tema que me ha venido rondando en al cabeza, cual mosca, desde la semana pasada:
¿Cuál es la correcta denominación para una organización que perpetra secuestros para después atribuírselos y enviar comunicados en marcado tono de protesta, más no completamente subversivo?
En mayo se supo de la desaparición del conocido Jefe Diego Fernández de Cevallos, confirmándose después como un secuestro. Se especuló tanto desde la "opinión pública" (prensa, radio, televisión) como desde la opinión de quienes usan internet y una que otra persona de a pie, sobre las razones detrás del plagio. El escepticismo (pasivo) generalizado entre la sociedad frente a los comunicados oficiales, engendrado desde hace décadas, dio paso a curiosos síntomas de conspiranoia en algunos casos y de un análisis al chilazo como esos que nos encantan cuando opinamos.
¿Las opciones que se barajaron? Desde ajustes de cuentas en los círculos del poder hasta el narco, y por supuesto que en medio del ambiente vichentenario, a muchos se nos ocurrió que la cosa tenía que ver con que grupos guerrilleros reactivaban el poder simbólico de nuestro imaginario político respecto a lo que me dio por llamar alguna vez centenarismo cíclico revolucionario mexicano. Sí, sí, con todo y ese estorboso apellido que acabo de agregarle. Oséase que el Jefe estaba en poder de un grupo en abierta guerra con el Estado.
También muchos repitieron cual loros esa conocida versión que hablaba de un montaje mediático que pretendía posicionar al conocido panista como posible presidenciable, ante la carencia de candidatos mínimamente atractivos al electorado (la parte de él que aún quiere votar) provenientes del partido del bolillo. Otros ni fueron tan lejos y nomás se llenaron la boca y en ocasiones el teclado, de esta teoría sin profundizar en los posibles motivos del plagiado para montar semejante circo. Ya saben, entre los "ciudadanos" mexicanos no hay mejor manera de sentirnos tales que diferenciarnos de los "políticos". Las comillas son perfectamente explicables y ahondaré en ello a su debido tiempo; no se hagan que ya los vi afilando sus machetes.
Me llama la atención que no hubiera llegado a mí alguna versión que no cuadrara con alguna de las anteriormente mencionadas, como, digamos, un ajuste de cuentas, sí, pero entre grupos empresariales. O algo aún más insólito que no alcanzo a imaginar. Ello no hace más que demostrar que nuestro repertorio de bestias negras es notablemente reducido. Cuestión que no sé cómo evaluar.
Nos desviamos, disculpe usted.
Hay gente que a la fecha sigue creyendo -legítima o estúpidamente, da lo mismo- en la versión del montaje combinada quizá con elementos de la de los grupos de poder enfrentados y la del narco como causa de todos los males. Los comunicados de los responsables del plagio no lograron mucho en términos de convencimiento del público (que no el pueblo: ojo con esto) acerca de la autoría y los motivos. Primero dándose a conocer como Misteriosos Desaparecedores, agregándole un "ex" posteriormente para revelarse como un nodo de una autoproclamada Red por la Transformación Global (RTG), los plagiarios liberaron vivo al Jefe Diego en diciembre, en medio de un alud de noticias trágicas (como las explosiones en San Martín Texmelucan) lo cual a la vista de muchos bajó el operativo de liberación de la RTG al nivel de una nota sobre el Chupacabras. Igualito que con la influenza: "Nos quieren distraer".
Diego se negó a hablar "calificando o descalificando" a sus captores, argumentando que había dado su palabra de honor al respecto. Hay quien habla de síndrome de Estocolmo y otros simplemente prefieren conceder el beneficio de la duda al Jefe. Y no se supo mucho del tema (sin mencionar la paja con la que los medios nos alimentan diario), hasta hace poco que la superstar de los noticieros fuera del duopolio, Carmen Aristegui, entrevistó a Eduardo García Valseca (hijo del magnate de la prensa José García Valseca), quien había sido secuestrado en 2007. El susodicho dijo estar seguro de que las personas que lo mantuvieron cautivo son las mismas que secuestraron al panista. García Valseca ya había hecho declaraciones al respecto desde diciembre, pero fue hasta enero que la entrevista tuvo lugar.
Un nota de Milenio al respecto.
Después de haber entregado a los medios sendos comunicados, la RTG envió una POSDATA, en la que afirman categóricamente que ellos no son los plagiarios de García Valseca y estiman que tal acción, con ese nivel de crueldad, no podría ser obra de ningún grupo revolucionario.
El Epílogo de una desaparición (en tres partes) y la Posdata. Pícale para leer.
Varias ideas que he venido manejando y que manejaré a continuación (no todas, debo señalar), se nutren de este post del blog La guerra sucia en México, de los colegas Fernando Calderón y Adela Cedillo.
¿Nos entendemos hasta aquí? Va.
Desde que inicié mi carrera en la H. Facultad de Filosofía y Letras, ya traía claro qué tema quería desarrollar para titularme: la guerrilla en México. Me inicié en él a partir de barajear varios tópicos durante mi último año de prepa para una especie de tesis de a mentis que nos obligaron a hacer. Pasé de la invasiones bárbaras al Imperio Romano al nazismo y de ahí a las dictaduras latinoamericanas y aterricé, ya no recuerdo exactamente cómo, con los insurrectos mexicanos. Me temo que sigo siendo igual de disperso en mis inquietudes, pero eso ya es harina de otro costal. El caso es que toda la carrera, aunque me leído y aprendido mucho sobre otros temas, cada que podía, invertí mi tiempo, dinero y atención a todo lo que me encontrara relacionado con la guerrilla. Mi imagen sobre ella, inicialmente cargada hacia la simpatía, se ha ido transformando lentamente.
Hoy en día me queda claro que no tengo las herramientas suficientes para someter a mi juicio a las organizaciones armadas ni para sentir completa empatía con ellas. También, que fuera de mi cabeza, mucha gente, al hablar de este tema, toma partido. Por lo general, las guerrillas son un tema tabú para la izquierda legal, pues a menos que se les trate de mártires equivocados pero nobles, su imagen de violencia y arrojo, afecta la percepción de los no-militantes respecto a todo lo que lleve un apellido izqueirdista. Sí, mucho tiene que ve la caída del bloque soviético y la decepción de la nobleza socialista, la prolongación de modelos autoritarios de ese sello y la intolerancia que muchos discursos de izquierda manifiestan. En México, quienes discutimos esos temas de vez en cuando, nos encontramos con algo mucho más complicado que un "lavado de cerebro neoliberal" o la "fosilización comunista", pero no lo queremos pensar así.
Se los pongo así: estudiar el tema de la guerrilla en los setenta (ni digamos la de los ochenta) implica sentir algo de simpatía por los guerrilleros en tanto que son víctimas del Estado. Razón no falta para eso, si lo que se espera es retribución y justicia.
Pero si lo que esperamos es una recuperación integral de la memoria histórica, le primer nivel a superar es reconocer que repartir las responsabilidades de los daños de la represión y descubrir cómo y por qué operó, es apenas tocar la punta del ice-berg. Y no hablo de también repartir responsabilidades entre las acciones violentas de los guerrilleros. Entender las causas va más allá de ver a individuos orillados a la acción violenta y siendo reprimidos. Resumo en esta última frase una idea muy extendida que espero en algún momento poder refutar o comprobar con todos los pelos en la mano.
¿Qué le dejan a la gente los escritos, las conferencias, las comparaciones, los testimonios y las pláticas sobre la guerrilla? Una percepción romántica. Así, sin más, no nos hagamos güeyes. Dado que le sistema de justicia no ha hecho ni lo mínimo para restablecer esa parte del supuesto pacto social, ni a reparar el daño humano de la tortura, el asesinato, la desaparición, y de paso la confirmación de que el Estado es judicialmente intocable, la guerrilla se ha ido convirtiendo más en mártir y víctima que actor social en el imaginario. No es UNA pieza que nos faltaba en la historia contemporánea, es a veces LA pieza. El análisis objetivo no tiene mucho eco, pues, admitámoslo, la "verdadera historia de México" tiene que ver con el levantamiento de nuevos héroes, que se creen más auténticos, y con la rendición de cuentas.
Es historia con agenda política. Noble si ustedes quieren, pero a fin de cuentas, historia con agenda. Lo bueno de muchos mexicanos es que eso sí se admite; no hay pretensión de objetividad y la verdad ése es un gesto de honestidad loable ¿Me equivoco? Díganmelo.
Mientras recuperamos el pasado de la insurrección armada de ahce cuarenta años o el de hace veinte años (recordemos que la simpatía por la rebeldía fue mucho más sencilla y asimilable después del EZLN, en plena posmodernidad), suceden cosas que desafían a los esquemas. Y ahí vamos nosotros a meter los hechos en los marcos de nuestra creencias. El secuestro del Jefe Diego le dijo a los pretendidos y verdaderos cínicos que ellos están bien, que sus creencias aplican en todo tiempo y en todo lugar: no hay autenticidad en nada, no hay secuestro, el comunicado es pretencioso (si acaso nos merecemos algo, no es esto) , todo es política (traducción de "la política es ajena a mí y mis incorruptibles valores comon individuo"); así nos salimos, muchas veces legítimamente por la tangente, del tema.
Por otro lado, la colega Adela Cedillo apunta muy bien en su texto que los comunicados de la RTG son extrañamente familiares al lenguaje de la inconformidad clasemediera que usa redes sociales para hacer política o un intento de. La narcopolítica como expresión de la despreciable indiosincracia mexicana, una especie de razón primera de todos los males del país. Ellos contra Nosotros, dice el comunicado. Un maniqueísmo necesario si de desea establecer algún tipo de empatía con los que presumen recibirán con mayor interés el comunicado. García Valseca, tras ennumerar varios puntos respecto al modus operandi para relacionar a sus plagiarios con los del Diego, recalca una y otra vez que personas como esas no podrían ser "luchadores del pueblo": hablan inglés, no comen como en México, su nivel de preparación en lo operativo como en lo académico, usan lenguaje rebuscado... Los elementos mencionados son dignos de revisión, sin duda, pero yo no podría hacer conclusiones tan rápidamente.
Entendamos a García Valseca, víctima de secuestro y tortura, dice Jorge Lofredo en una entrevista con Aristegui, pero distanciémonos de sus conclusiones.
No hay plan político explícito, dice la RTG, debido a cuestiones de seguridad. El único objetivo claro que vemos es algo muy abstracto: la rehumanización, mediante diversos medios, empezando por la violencia legítima. El mismo recurso filosófico que han utilizado muchos rebeldes con el paso de los años, ahora aplicado a la retórica-twitter. Si me preguntan a mí, entre sospecha y sospecha, se me hace que estamos frente algo completamente nuevo. Ser un nodo de algo más grande implica mucho más de lo que nos imaginamos y para alguien como yo, interesado en la historia, significa algo inédito: redes internacionales de solidaridad que no conocieron los guerrilleros del pasado, sino hasta la llegada del EZLN, están activas. Dejen de pensar en las FARC
Un nota de Milenio al respecto.
Después de haber entregado a los medios sendos comunicados, la RTG envió una POSDATA, en la que afirman categóricamente que ellos no son los plagiarios de García Valseca y estiman que tal acción, con ese nivel de crueldad, no podría ser obra de ningún grupo revolucionario.
El Epílogo de una desaparición (en tres partes) y la Posdata. Pícale para leer.
Varias ideas que he venido manejando y que manejaré a continuación (no todas, debo señalar), se nutren de este post del blog La guerra sucia en México, de los colegas Fernando Calderón y Adela Cedillo.
¿Nos entendemos hasta aquí? Va.
Desde que inicié mi carrera en la H. Facultad de Filosofía y Letras, ya traía claro qué tema quería desarrollar para titularme: la guerrilla en México. Me inicié en él a partir de barajear varios tópicos durante mi último año de prepa para una especie de tesis de a mentis que nos obligaron a hacer. Pasé de la invasiones bárbaras al Imperio Romano al nazismo y de ahí a las dictaduras latinoamericanas y aterricé, ya no recuerdo exactamente cómo, con los insurrectos mexicanos. Me temo que sigo siendo igual de disperso en mis inquietudes, pero eso ya es harina de otro costal. El caso es que toda la carrera, aunque me leído y aprendido mucho sobre otros temas, cada que podía, invertí mi tiempo, dinero y atención a todo lo que me encontrara relacionado con la guerrilla. Mi imagen sobre ella, inicialmente cargada hacia la simpatía, se ha ido transformando lentamente.
Hoy en día me queda claro que no tengo las herramientas suficientes para someter a mi juicio a las organizaciones armadas ni para sentir completa empatía con ellas. También, que fuera de mi cabeza, mucha gente, al hablar de este tema, toma partido. Por lo general, las guerrillas son un tema tabú para la izquierda legal, pues a menos que se les trate de mártires equivocados pero nobles, su imagen de violencia y arrojo, afecta la percepción de los no-militantes respecto a todo lo que lleve un apellido izqueirdista. Sí, mucho tiene que ve la caída del bloque soviético y la decepción de la nobleza socialista, la prolongación de modelos autoritarios de ese sello y la intolerancia que muchos discursos de izquierda manifiestan. En México, quienes discutimos esos temas de vez en cuando, nos encontramos con algo mucho más complicado que un "lavado de cerebro neoliberal" o la "fosilización comunista", pero no lo queremos pensar así.
Se los pongo así: estudiar el tema de la guerrilla en los setenta (ni digamos la de los ochenta) implica sentir algo de simpatía por los guerrilleros en tanto que son víctimas del Estado. Razón no falta para eso, si lo que se espera es retribución y justicia.
Pero si lo que esperamos es una recuperación integral de la memoria histórica, le primer nivel a superar es reconocer que repartir las responsabilidades de los daños de la represión y descubrir cómo y por qué operó, es apenas tocar la punta del ice-berg. Y no hablo de también repartir responsabilidades entre las acciones violentas de los guerrilleros. Entender las causas va más allá de ver a individuos orillados a la acción violenta y siendo reprimidos. Resumo en esta última frase una idea muy extendida que espero en algún momento poder refutar o comprobar con todos los pelos en la mano.
¿Qué le dejan a la gente los escritos, las conferencias, las comparaciones, los testimonios y las pláticas sobre la guerrilla? Una percepción romántica. Así, sin más, no nos hagamos güeyes. Dado que le sistema de justicia no ha hecho ni lo mínimo para restablecer esa parte del supuesto pacto social, ni a reparar el daño humano de la tortura, el asesinato, la desaparición, y de paso la confirmación de que el Estado es judicialmente intocable, la guerrilla se ha ido convirtiendo más en mártir y víctima que actor social en el imaginario. No es UNA pieza que nos faltaba en la historia contemporánea, es a veces LA pieza. El análisis objetivo no tiene mucho eco, pues, admitámoslo, la "verdadera historia de México" tiene que ver con el levantamiento de nuevos héroes, que se creen más auténticos, y con la rendición de cuentas.
Es historia con agenda política. Noble si ustedes quieren, pero a fin de cuentas, historia con agenda. Lo bueno de muchos mexicanos es que eso sí se admite; no hay pretensión de objetividad y la verdad ése es un gesto de honestidad loable ¿Me equivoco? Díganmelo.
Mientras recuperamos el pasado de la insurrección armada de ahce cuarenta años o el de hace veinte años (recordemos que la simpatía por la rebeldía fue mucho más sencilla y asimilable después del EZLN, en plena posmodernidad), suceden cosas que desafían a los esquemas. Y ahí vamos nosotros a meter los hechos en los marcos de nuestra creencias. El secuestro del Jefe Diego le dijo a los pretendidos y verdaderos cínicos que ellos están bien, que sus creencias aplican en todo tiempo y en todo lugar: no hay autenticidad en nada, no hay secuestro, el comunicado es pretencioso (si acaso nos merecemos algo, no es esto) , todo es política (traducción de "la política es ajena a mí y mis incorruptibles valores comon individuo"); así nos salimos, muchas veces legítimamente por la tangente, del tema.
Por otro lado, la colega Adela Cedillo apunta muy bien en su texto que los comunicados de la RTG son extrañamente familiares al lenguaje de la inconformidad clasemediera que usa redes sociales para hacer política o un intento de. La narcopolítica como expresión de la despreciable indiosincracia mexicana, una especie de razón primera de todos los males del país. Ellos contra Nosotros, dice el comunicado. Un maniqueísmo necesario si de desea establecer algún tipo de empatía con los que presumen recibirán con mayor interés el comunicado. García Valseca, tras ennumerar varios puntos respecto al modus operandi para relacionar a sus plagiarios con los del Diego, recalca una y otra vez que personas como esas no podrían ser "luchadores del pueblo": hablan inglés, no comen como en México, su nivel de preparación en lo operativo como en lo académico, usan lenguaje rebuscado... Los elementos mencionados son dignos de revisión, sin duda, pero yo no podría hacer conclusiones tan rápidamente.
Entendamos a García Valseca, víctima de secuestro y tortura, dice Jorge Lofredo en una entrevista con Aristegui, pero distanciémonos de sus conclusiones.
No hay plan político explícito, dice la RTG, debido a cuestiones de seguridad. El único objetivo claro que vemos es algo muy abstracto: la rehumanización, mediante diversos medios, empezando por la violencia legítima. El mismo recurso filosófico que han utilizado muchos rebeldes con el paso de los años, ahora aplicado a la retórica-twitter. Si me preguntan a mí, entre sospecha y sospecha, se me hace que estamos frente algo completamente nuevo. Ser un nodo de algo más grande implica mucho más de lo que nos imaginamos y para alguien como yo, interesado en la historia, significa algo inédito: redes internacionales de solidaridad que no conocieron los guerrilleros del pasado, sino hasta la llegada del EZLN, están activas. Dejen de pensar en las FARC
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