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miércoles, 14 de noviembre de 2007

Historiar el Futuro II

¿Qué dijeron? Este ya no le siguió... lamento romper el encanto, pero creo ya va siendo tiempo de que conozcan lo que he venido preparando para estos posts. La espera puede ser interpretada como una pérdida de tiempo después de leer lo que les voy a presentar a continuación. Pero confío en su amplio criterio, queridos lectores. Deben entender, además, que, como cualquiera que posea un blog, yo no estoy dedicado a él SIEMPRE. El carácter del bloguero es cambiante y la dedicación al nichito de la red que administra suele ser de la misma naturaleza; unos más tiempo que otros; lo mismo podríamos decir de la calidad, la constancia y el entusiasmo. Sea cual sea la circunstancia en este caso, entremos en materia.




(Los puristas del blog cagado y chistoso me perdonarán por la poca irreverencia de esta introducción, es que quiero practicar mi redacción fuera de mis trabajos)




En el post anterior, hice una pequeña introducción al tema de la Distopía en el cine (principalmente anglosajón), pero me aventé la última parte acerca de la caricatura de Los Supersónicos. ¿Por qué? Muy sencillo: para pasar a la distopía, creo que primero es necesario caminar por encima de la utopía o, en este caso, sus aproximaciones. Los argumentos de Los Supersónicos suelen ser bastante cotidianos y no aportan gran cosa en cuanto a que la situación social, por ejemplo, hubiese sido cambiada. Hay una tendencia conservadora en el discurso de la caricatura. El único cambio social importante que se podría registrar es el de la servidumbre de los robots (es importante destacar que ese es también el cambio social augurado por el discurso distópico de la historia de El Segundo Renacimiento, perteneciente a Animatrix; volveremos sobre esto después); por lo demás, el argumento de la serie es esencialmente el de la comedia, lo cual lo exime, de cierta forma, de mostrar cierto mensaje en su discurso. Si ese carácter conservador va unido al de la comedia, ello significa que quien vea la caricatura, estará recibiendo un mensaje entre líneas de que lo único que se espera para el futuro es el cambio tecnológico favorable al trabajo humano; en este sentido, su discurso se aproxima a la utopía.




Evidentemente la aparición de la servidumbre robótica no significa el abandono de la práctica de la explotación del hombre por el hombre: Super Sónico es, esencialmente, un obrero calificado, que percibe un sueldo y que no es dueño de la ganancia de su trabajo. Si seguimos la lógica del american way of life, esta es una situación que no lo incomoda en lo más mínimo. Sí, se que sueno como marxista paranoico, pero piénsenle tantito; no duele, en serio. El mensaje a destacar aquí es que se elimina el tipo de explotación (para los seres humanos, cuestión que se pone en tela de juicio en Matrix) que se considera más inmoral: la no retribuida en efectivo.




Obviamente, cuando se dobló la caricatura al español y llegó a México, estas observaciones que ahora hago ni pasaban por la mente de los críticos (o al menos me parece bastante improbable), aunque si Althousser ya estaba siendo leído y asimilado por las mentes mexicanas, eso pudo ser un punto de partida. De cualquier forma, la izquierda en aquellos años (los 80) estaba algo ocupada enfrentando lo interior y poco podía hacer para impedir la llegada de discursos como este a la población (supongo que sigue sin poder hacerlo). Claro que una caricatura, cómica además, no era más que una entre tantas. Ignoro cual fue el recibimiento de este discurso futurista entre la mayoría de la población, pero pudo haber contribuido en algo, créanme.




Y mientras Los Supersónicos se incorporaban al inconsciente colectivo del auditorio televisivo que los veía, llegaba, por otra vía, otro discurso futurista que de distópico tenía lo que yo tengo de alemán: hablo del estreno, en 1985, de la película Back to the Future, de Robert Zemeckis y Bob Gale (ambos director y guionista respectivamente... bueno Zemeckis también se aventaba partes importantes de los guiones). Cuatro años más tarde, se estrenaba la segunda parte; es esta secuela la que nos interesa.




A grandes rasgos, para los que no hayan visto estas películas, tratan de lo siguiente: un adolescente de 17 años llamado Marty McFly, interprertado por Michael J. Fox, conoce a un científico que ha desarrollado una máquina con la cual se puede viajar por el tiempo. Este hombre se llama Emett Brown y es interpretado por Christopher Lloyd. La primera parte de la saga es un viaje al pasado, así que nos interesa tanto, sólo en un detalle: la constante mención de los cambios en las formas de ver la vida entre décadas y la manera en que convivirían si, hipotéticamente se encontraran. Los contactos entre cosas del futuro (en este caso, 1985) con el pasado (los cincuenta) no pasan a veces de alegres juegos, como Marty McFly ejecutando un solo de guitarra eléctrica glam-metal ante un auditorio que apenas conoce el rock and roll.




La segunda parte se centra en un viaje al futuro (esta vez 2015) y las consecuencias de dicho viaje en el presente (1985). A grandes rasgos: McFly viaja al futuro para encontrarse consigo mismo y la vida que hará, pero el archirival de su familia y villano de la serie, Biff Tannen, ya viejo en 2015 se encargaría de cambiar la historia. Gracias a la compra de un almanaque de deportes con resultados hasta el año 2000 hecha por Marty, el viejo Tannen viaja a los cincuenta para darle el almanaque a su versión joven y hacer de él un hombre rico. El resto de la película gira alrededor de este conflicto, pues el argumento dice que Tannen es ahora un hombre poderosísimo; el "ahora" que utilizo se debe traducir como 1985. Resolver esta situación es, desde ese momento, la tarea de los protagonistas.




Vayamos ahora por partes. El 2015 (al cual nosotros estamos muy cercanos) es mostrado en esta película en cierta medida bajo la misma óptica que la sociedad presentada por Los Supersónicos. La estructura social no ha sido tocada en lo más mínimo (contrastando con el evidente cambio que se pone de manifiesto entre la década de los 50 y el presente de la película, 1985) y el gran cambio, el que más llama la atención de los vaijeros del tiempo, es el avance tecnológico. Es, como en la caricatura futurista de Hanna Barbera, la continuación de una tendencia que lleva la vida humana (la norteamericana, por supuesto) y que no parece tener punto de retorno.En el caso de Back to the Future, el 2015 no es más que la versión futurizada de 1985 o, mejor dicho, de la segunda mitad de la década de los 80.




Ahora veamos que el efecto de la visión del futuro está en esta ocasión dentro del mismo argumento: los personajes se están enfrentando a algo nuevo y extraño. En el caso de la caricatura, ese "asombro" recae en el televidente, completamente ajeno a la experiencia de los personajes, que viven ese "futuro" como presente. Sin embargo, ni en ese detalle, la identificación de la vida norteamericana es alterada; la dilatación de la situación de los años 80 es solo acompañada de un cambio cómodo de lo práctico, la expectativa del mejoramiento de los servicios. Pero (y eso hay que subrayarlo) ya no es la dilatación del modelo optimista de los años 60 que acaban de vivir el top del american way of life; para la década de los ochenta, ese tipo de vida ya es un fantasma. Una rara especie de utopía que se vive en la clase media norteamericana es la que sufre la dilatación en esta película.




Aspectos concretos. Hay un riesgo latente del empoderamiento de los hombres ricos en la sociedad y eso es más que evidente en el manejo del villano de la película, Biff Tannen. Es, además, una circunstancia que se plantea para el presente (1985), lo cual quiere decir, que, aunque sea la más pura ficción, el discurso manifiesta el temor ante el riesgo que implica dar tanto valor al dinero, en un futuro demasiado próximo. POr otra parte, si la dilatación del modelo ochentero abarca todo, ello significa que, en el futuro, las corporaciones seguirían ostentando el mismo poder. Wikipedia menciona que se pueden identificar diversas maracas en la película, como lo serían, por ejemplo, Pepsi, Nike y Pizza Hutt. Curiosamente, el poder de las corporaciones no se manifiesta todavía en un desmesurado crecimiento, sino en una estabilidad, haciendo su papel en el mundo moderno.




El temor al poder de los empresarios está aún en gestación en el cine para este momento para el gran público. No se supera aun el temor al fascismo (Alan Moore publica V for Vendetta en los 80), no por nada es uno de los grandes traumas político-ideológicos del siglo XX, pero ya se visualiza desde otra óptica.




Y desde ahí vamos a pasarnos a las distopías, sin anestesia. Pero eso será en el siguiente post.




Nos vemos.




SALUDOS DESDE EL LIMBO




H.




PD. Por ahora, y aunque se que no me lleva a nada, estoy interactuando con el siempre molesto anónimo. Pero es que ya no me dejan comenatrios!!! Además, como pelearme con ese tipo es hasta cierto punto entretenido , ¿qué le vamos a hacer? No opinen de eso y háganlo de este post. Peace Out.








martes, 28 de agosto de 2007

Historiar el Futuro

El viernes pasado tuve una idea: podría hacer un estudo histórico innovador sobre las ideas del futuro en Occidente. Posiblemente no sería tan innovador, ya que tanto Internet, como revistas, algunos periódicos e incluso algunas conferencias magistrales se hacen con este tema. Sin embargo, creo que aún hay mucho por hacer.


La idea es añeja en mí. Quiero decir, que tengo varias semanas cocinándola (con cebolla y pimiento) desde que vi varias películas, una por día, en mi casa; todas versaban sobre algún tipo de futuro de la sociedad occidental. Las ennumero: V for Vendetta, Soylent Green, The Animatrix, Children of Men y Back to the Future II. Todas son de factura norteamericana o británica; vamos, permeadas de la visión anglosajona del mundo.Con excepción de la última que mencioné, todas están situadas en un futuro desesperanzador, terrible, deshumanizado y decadente. Evidentemente, no dejo de lado mis estudios sobre la guerrilla (a eso me pienso dedicar) pero este tema me llama tremendamente la atención, porque ciertas películas llegan a los cines pronunciándose por "abrir los ojos" de la población o, mejor dicho, del público -son cosas diferentes, men-; haciendome pensar en que los directores y guionistas parecen sufrir de alguna neurosis mesiánica, que les hace creer que ellos son parte de esa comunidad de "intelectuales" (nótense las comillas) preocupados por la situación del mundo. No se eche en saco roto lo que digo; quizá exagere, pero siento que es posible sostener estas afirmaciones de algún modo. Nomás déjenme averiguar cómo y lo hago.



Dejando de lado las pretensiones inmediatas y de acción de los cineastas, su aportación de granito de arena contra el imperio (válidas algunas, otras quien sabe), me interesa el tema y el mensaje que estas películas transmiten. Evidentemente hay otros medios por los que se han expuesto tópicos ficticios de este tipo, en especial la literatura y la televisión -sobra decir quién gana en antiguedad-, pero el del cine me parece especialmente atractivo para hablar de él. Bueno, una que otra referencia que haya que no sea cine, a huevo que se me va a escapar de vez en cuando. En fin.



Hurgando en Internet, me encuentro con que existe una palabra que define el tipo de futuro que se trata en estas películas. Lo encontré (para variar) en Wikipedia (Nomás una nota al margen: me apena, en serio, usar Wikipedia para sacar información, pero como no estoy en alguna librería o biblioteca, no me queda de otra. Sé que igual alguna de la información de esa página es confiable, pero aún así, no me siento cómodo citándola); ese término es distopía, osea, el opuesto de utopía. Término forjado por John Stuart Mill, es utilizado por la wiki (por sus redactores, pues) para calificar un gran cantidad de obras literarias y películas. El artículo dedicado a esto incluye dos largas listas de libros y largometrajes que utilizan la distopía. Un desubrimiento: la mayoría de las películas, salvo quizá los mangas japoneses, son adaptaciones de los libros. Otro descubrimiento: las distopías son, con frecuencia, futurizadas; es decir, se les ubica en el futuro del narrador o autor. No parecen existir las distopías preterizadas. Creo que tampoco las utopías.



Y otro descubrimiento: son advertencias. El modelo político-social-económico que la globalización ha venido promoviendo desde los años cincuenta del siglo XX es el más criticado en la actualidad en las distopías cinematográficas. Los ingleses, años antes, habían sentido que el mayor peligro para la humanidad era el peligroso paso que la sociedad occidental estaba a punto de dar hacia el fascismo. Basta con recordar 1984 de George Orwell y Un mundo feliz, de Aldous Huxley. El miedo se centraba hacia la deshumanización por la vía política y, en la obra de Huxley, en la excesiva tecnificación de la existencia humana. Desde que el problema de la ecología se hizo común (Greenpeace se fundó en 1971), a la preocupación política de las distopías se agregó el plus del problema ambiental. Los grandes problemas del mundo estaban listos para ser el escenario de terribles historias de un futuro igualmente terrible. En la memoria colectiva occidental, posiblemente, se pueda hablar de ese gran paréntesis mediático de optimismo que fueron las décadas de los setenta y ochenta. Aún así, las distopías continuaban ese camino que habían iniciado cinco décadas atras. El pesimismo de los noventa y la eterna frialdad de los 2000 ha traído consigo un revuelo en la producción de filmes distópicos. Matrix fue la punta de lanza.



Me arriesgo a que me hagan preguntas que posiblemente no podré contestar, pero igual le voy a seguir. Sin embargo, la visión de la vida que el imperio de la hamburguesas promovía con tanto entusiasmo encontró eco en las mismas caricaturas. Los célebres Supersónicos (The Jetsons) de Hanna Barbera, creados en 1963, son la futurización del american way of life. Una clase media alta estadounidense que viaja en autonave, un jefe de familia oficinista (nunca he sabido exactamente qué hace) una madre ociosa, una hija adolescente estudiante y un hijo menor, que resulta siempre más listo que el padre; también están la sirvienta (Robotina) y la mascota. Hay un poderoso empresario en constante competencia con otro y un modo de vida que transcurre normalmente, sin agitaciones políticas en la conciencia de los personajes. Las únicas figuras de autoridad que he visto en los Supersónicos son los policías y los jueces; quienes detentan el poder son los empresarios y no es una visión alarmista de esta situación, es conformista. Hay una implícita referencia a que ha dejado de existir el mundo natural de abajo y que el futuro de la vida humana está sobre nuestras cabezas: el espacio exterior. Es la idea cincuentera del futuro espacial: el hombre colonizando los aires y los planetas. Los mismos nombres de los personajes, al menos los que llegaron con el doblaje, dan prueba de ello: Astro, Cometín, Lucero, el señor Júpiter (hay una cosa que añadir de este último: si recuerdan, en el antiguo doblaje, su nombre era Señor Espacial, interesante ¿no?) es la historia del eterno presente de la comodidad material y el ascenso del hombre, desprendiéndose de un mundo que ya no tiene nada que ofrecerle.
Aquí le dejo de momento, porque es un tema extenso y ya me dio hambre y tengo mucho que leer para mañana. Pero chéquense esta interesantísima lectura de la trilogía de Matrix que hace Edgar Clément.
Aún debo leer y ver más, por lo que este tema lo iré desarrollando conforme sepa más y más acerca de esto.
PEACE OUT
H.