No se me ocurrió otro título para esta entrada de blog. Después de poner avisos sobre la existencia de este blog por todos lados, la creatividad se me va. Así nomás, se me va. Si la creatividad de una persona se midiera en su capacidad para bautizar textos, yo saldría, en esta ocasión, muy mal parado. Ahora que lo pienso, esa manera de evaluar el potencial creativo parece una buena propuesta... Promúevanla. Digo una buena idea no se tiene todos los días.... Sé que algunos de ustedes creen que sí las tienen todos los días, pero, créanme, no todas las son. Yo mismo, en este momento, evalúo arbitrariamente esta idea que, inicialmente, estaba destinada a hacer una autoburla de mi rebuscado y a veces simplón estilo de escritura.
Como sea (intenté poner sangría en este párrafo, como buen redactor, pero parece que el blog no lo acepta; ni modo, me resignaré) aún estoy acomodando cosillas en este espacio, no se como iniciar el abordamiento de los temas (de hecho, ni siquiera estoy áun en condiciones de escribir sin usar tantas palabras descontextualizadas, como "abordamiento").
Supongo que tendré que hablar de las nuevas condiciones de los escritos que pronto quedarán materializados en sus monitores, queridos visitantes. Para empezar, y aunque sé que esto que voy a decir les importará un soberano pepino o cacahuate -se me hace algo cómico que sólo el cacahuate y el pepino posean soberanía ¿y qué hay de las semillas y vegetales? ¿y las frutas?-, estoy procurando eliminar esa nociva costumbre internetiana de sustituir la consonante Q por una K, lo cual también suprime la U que le otorga el sonido seco a la consonante usurpada. Si lo notan, las QUs están presentes en este blog y estaban siendo sustituidas en el anterior por una K.
Ahora que me propongo corregir esta aberración ortográfica, me comienzo a preguntar por qué comencé a practicarla. Lo más seguro es que me haya contagiado de la inmediatez - y a veces carencia- de pensamiento que impera en internet. Ya lo dije antes, y lo reitero: en la World Wide Web, las personas se sienten la libertad de emitir opiniones a lo gÜey, aunque digan tonterías al por mayor. La necesidad de la sociedad posmoderna de emitir opiniones por el simple placer de hacerlo ha hecho también que la comunicación textual instantánea de estos convulsionados tiempos haya sido el nido de un lenguaje corto, preciso y vacío. Vean como se comunica la gente que usa internet y quienes usan, casi como manía, los mensajitos de celular. En especial pubertos, adolescentes y jóvenes entrándole a adultos usan este tipo de escritura rápida, que a últimas fechas se ha convertido en un complicado código que resulta muy díficil de entender entre los profanos. La urgencia de los tiempos y la necesidad de pertenencia de muchos jóvenes y entes larvarios de ellos a alguna forma cultural han permitido y fomentado la existencia de este tipo de códigos.
Esto no es una pretensión barata de hacer sociología sacada de la manga. Solamente señalo algunas cosillas que he notado. A propósito, quizá sea yo, pero lo que también percibo es que entre la población femenina que tiene acceso a internet y la comunicación por celular, la utilización de estos códigos es más frecuente que en los hombres. Tambíén podría decir que sería posible poner un rango de edad, pero eso sería salirme mucho del tema.
Entre las prácticas de estas personas que usan este tipo de códigos está sustitución de la QU por la K e incluso, la simple utilización de la K hace las veces de palabras como "que". En otros casos tiene una connotación ideológica incipiente: escribir las palabras que tienen la "qu" o incluso las que tienen las sílabas "ca", "co" y "cu" con K es en sí mismo, un acto de protesta antisistémico y demás pseudoideologías y tendencias culturales afines. No sé exactamente de qué lado me llegó el contagio, pero despúés me vi escribiendo con K todo el tiempo en internet. Al principio creí que me ahorraba tiempo al escribir, sobre todo si estaba platicando con alguien en messenger respecto a algún trabajo o alguna cuestión delicada. Pero después me di cuenta de que se había hecho costumbre y que mis dedos ya no tocaban las teclas Q ni U seguidas en una palabra. Lo bueno es que no sólo estoy en la maquina apretando teclas para platicar por internet. De hecho la mayor parte del tiempo invertido por mí frente a la computadora es para escribir trabajos para la carrera. La correcta utilización de las palabras en esos trabajos me ha salvado de que se hiciera permanente la manía. Ahora debo trasladar esa manera correcta de escribir al ámbito no académico. No sé como quede yo con ustedes con este cambio; confío en que no será nada desfavorable.
Este soy yo hace un año, escribiendo algún trabajo para fin de semestre. Mi cara en estos días es parecida, pero con un poco más de orgullo por escribir bien... En ese entonces ni me pasaba por la cabeza abrir un blog distinto al que manejaba en msn. Pero ya ven, el tiempo pasa.
Como ya había dicho, las primeras entradas tendrán por contenido los deslices del bloguero en cuestión (osea yo) con la literatura, es decir sus pretendidas "creaciones literarias". Ahora pienso que sería mejor intercalar algunas opiniones del momento entre esos textos. Habrá algo del género que más cultivo, el cuento, pero también de mi incipiente poesía, ensayos lisérgicos y adelantos (en la medida de lo posible) de mi proyecto, mi megaproyecto El Ciclo de Iskrania, que, a grandes rasgos, es la creación literaria de un mundo propio (please no juzgues mi escapismo mental) en el terreno de la épica fantástica.
Por el momento, les dejo un cuentito mío ya muy choteado. Lo escribí en el 2004 si no me equivoco. A pesar del paso del tiempo, lo leo y sigue teniendo cierto encanto. Me ví obligado a hacerlo así de corto por las exigencias de la profesora que me hizo escribirlo; ahora me doy cuenta de que el cuento corto sí se me da dos tres. Debo practicar, pero este textito me tiene muy orgulloso, como lo estaría un padre clasemediero mexicano promedio pambolero (¿se escribe así?) cuando ve a su hijito meter un gol en algún partido escolar o de la liga del deportivo al que va a entrenar. Puede que muchos lo hayan leído ya, pero me vale, al fin y al cabo, les advertí que iba a repetir ¿no? Bien, ahí les va.
¿QUÉ HICE MAL?
Tal vez era el agobiante calor humano del metro. Pudo haber sido el tumulto de los ambulantes frente a la Catedral. O quizá el incidente con Lucía; la cuestión era que Oscar estaba muy estresado y necesitaba algo para entretenerse; no lo pensó mucho y decidió visitar el Museo del Templo Mayor aquella tarde, pues no lo conocía. Tras pagar sus respectivos treinta y ocho pesos de la entrada y haber dejado su mochila en el guardarropa, caminó tranquilamente hacia la escalera que indicaba el inicio del recorrido. El olor de salchichas cocidas y la vista de refrescos en hielo le habían abierto el apetito antes de entrar, pero ya era demasiado tarde. Estaba dentro. Y la imagen del hermoso pero molesto rostro de Lucía no se iba de su mente. “¿Qué hice mal?”, pensaba mientras hacía como que leía la explicación. Molesto, un turista norteamericano intentaba leer la traducción en inglés e hizo una seña a Oscar para que se quitara, quien accedió aún inmerso en sus pensamientos.
La luz y el implacable calor del sol provocaron a Oscar un leve dolor de cabeza que soportó sin preocuparse mucho. Recargado sobre el barandal, veía las esculturas de las ranas en la antigua entrada del templo. Giró su mirada para descubrir cabezas de grotescas serpientes esculpidas en piedra. Un recuerdo acudió rápido a su mente. Se encontraba en la biblioteca leyendo un libro sobre la civilización mexica, cuando una joven se sentó en la misma mesa, frente a él, con un solo libro. Oscar comenzó a mirarla de reojo y la joven le devolvía insinuante sus miradas. Justo cuando la página del libro de Oscar mostraba la imagen de una cabeza de serpiente esculpida, la joven se levantó y se fue. Momentos después se encontraban fuera de la biblioteca. Fue así como conoció a Lucía. “¿Qué hice mal?” seguía pensando.
Oscar caminaba ahora hacia el museo. Pasaba entre las ruinas y el ambiente se le hacía húmedo, a pesar del tremendo calor seco de la capital. Su vista se nublaba cada paso que daba, pero se sentía más vivo que nunca y seguía caminando como si nada le pasara; el hambre y el dolor de cabeza aumentaban y comenzó ver que las cabezas de serpiente se movían. Se sacudió la cabeza y dejó pasar a una mujer con sus dos hijos, un par de niños gritones y molestos. Oscar sintió deseos de ir al guardarropa. El ambiente fresco del museo lo reanimó en cuanto entró y su ahora excitada mente jugaba con los recuerdos de su último encuentro con Lucía, que aparecieron al ver los cuchillos de sacrificio. La grandeza de los tlatoanis lo envolvía ahora; los dioses le sonreían. Al salir vio que, desde la entrada a la zona arqueológica, alguien lo llamaba con la mano. Al acercarse un poco más, vio claramente a Lucía vestida con un largo vestido blanco. Con una ancha sonrisa, Oscar se dirigió al guardarropa por su mochila. “Una diosa, querida Lucía, ahora eres mi diosa”, pensaba.
Momentos después Oscar viajaba en el asiento trasero de una patrulla, acusado del homicidio de Lucía Torres Esquivel. Junto a él iba la evidencia, es decir, su mochila. Su contenido: una fotografía de Lucía, una tosca imitación de un cuchillo de pedernal y un corazón humano envuelto en una bolsa de plástico.
Oscar pensaba en su diosa Lucía vestida de blanco y se preguntaba: “¿Qué hice mal?”
La luz y el implacable calor del sol provocaron a Oscar un leve dolor de cabeza que soportó sin preocuparse mucho. Recargado sobre el barandal, veía las esculturas de las ranas en la antigua entrada del templo. Giró su mirada para descubrir cabezas de grotescas serpientes esculpidas en piedra. Un recuerdo acudió rápido a su mente. Se encontraba en la biblioteca leyendo un libro sobre la civilización mexica, cuando una joven se sentó en la misma mesa, frente a él, con un solo libro. Oscar comenzó a mirarla de reojo y la joven le devolvía insinuante sus miradas. Justo cuando la página del libro de Oscar mostraba la imagen de una cabeza de serpiente esculpida, la joven se levantó y se fue. Momentos después se encontraban fuera de la biblioteca. Fue así como conoció a Lucía. “¿Qué hice mal?” seguía pensando.
Oscar caminaba ahora hacia el museo. Pasaba entre las ruinas y el ambiente se le hacía húmedo, a pesar del tremendo calor seco de la capital. Su vista se nublaba cada paso que daba, pero se sentía más vivo que nunca y seguía caminando como si nada le pasara; el hambre y el dolor de cabeza aumentaban y comenzó ver que las cabezas de serpiente se movían. Se sacudió la cabeza y dejó pasar a una mujer con sus dos hijos, un par de niños gritones y molestos. Oscar sintió deseos de ir al guardarropa. El ambiente fresco del museo lo reanimó en cuanto entró y su ahora excitada mente jugaba con los recuerdos de su último encuentro con Lucía, que aparecieron al ver los cuchillos de sacrificio. La grandeza de los tlatoanis lo envolvía ahora; los dioses le sonreían. Al salir vio que, desde la entrada a la zona arqueológica, alguien lo llamaba con la mano. Al acercarse un poco más, vio claramente a Lucía vestida con un largo vestido blanco. Con una ancha sonrisa, Oscar se dirigió al guardarropa por su mochila. “Una diosa, querida Lucía, ahora eres mi diosa”, pensaba.
Momentos después Oscar viajaba en el asiento trasero de una patrulla, acusado del homicidio de Lucía Torres Esquivel. Junto a él iba la evidencia, es decir, su mochila. Su contenido: una fotografía de Lucía, una tosca imitación de un cuchillo de pedernal y un corazón humano envuelto en una bolsa de plástico.
Oscar pensaba en su diosa Lucía vestida de blanco y se preguntaba: “¿Qué hice mal?”
Espero les haya gustado, pero en especial, que les haya provocado algo. Anyway, yo me retiro de momento.
SALUDOS DESDE EL LIMBO
H.
1 comentario:
Saludos
Concuerdo con vos en las limitantes del blog de MSN, no obstante, yo aún no tomó la decisión de cambiar enteramente a blogspot. Supongo que se trata, digamos, de un fuerte cuadro de flojera.
Estoy de acuerdo ademas en el asunto "sociologico" que planteas. No deseo en lo absoluto entrar a discusión sobre las causas que motivan a sustituir el "que" por la "k", asi como el resto de caracteres que suelen simplificarse por los usuarios de la World Wide Web. No obstante, ésta es una practica cada vez mas común que a mi en lo particular disgusta. Si nuestro lenguaje es cada vez mas parco y nefasto al hablarlo, no se diga al escribirlo y esto es sólo una breve muestra.
Por último, permiteme comentaros que tu cuento es bueno, a pesar de breve. No obstante, la brusquedad del cambio final hace que la narración incial sea demasiado extensa y en partes innecesaria. El final mismo me gusta, quizá me encantaría agregandole algunas cosas mas dramaticas, pero mejor será ignorar mis comentarios. En resumen se me hace un buen cuento, me ha agradado bastante.
Sin más, me despido con un saludo. Suerte en esta nueva aventura de blog.
Esaú Jaimes.
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