jueves, 7 de junio de 2007

Tengo que decirlo, no estoy cumpliéndoles, pero ahi les va algo muy bueno...


Si más de una persona se ha metido en esta nueva versión del Éter Verde, seguramente se habrá notado que la constancia no es uno de mis fuertes en lo que actualización de blog se refiere. El lector debe entender que este espacio nació en medio de la vorágine intelectual de fin de semestre 2007-2 y ello obliga al bloguero en cuestión a concentrar sus esfuerzos en otras cosas que no sean este sitio. Por eso, a falta de pan tortillas, les dejo algunas cosillas para que comenten. Les pasaré un video (si es que logro hacerlo, esto no es seguro, al menos déjame un comentario para saber que tuve éxito en colgar el video desde Youtube) y publicaré la primera parte de ese cuento llamado Sandra y Damián, del cual asumo la responsabilidad. Más de uno o una ya me pidieron que lo hiciera, pues ahi les va. Trataré de ser constante en las publicaciones de ls distintas partes del cuento. Hazle caso a la notita y déjame un comentario, no seas gacho.
Va, primero el video. MI protagonismo crece muchas veces, pero esta es una de mis exageraciones. Enjoy. (lo repito, esto es solo una prueba, dime, please, si puedes ver el video o simplemente nel y nada de nada.)
Igual y no sale, por eso te pido que me digas si sí sale, para intentar otra cosa la próxima vez. la idea es que el video se pueda ver en este blog.
Bueno, ahora, el cuento. Acuérdense, ingratos, que va por partes; no empiecen a ponerme apreciaciones ya bien definitivas.... a menos que sí sepan bien lo que hacen. Bueno pues, vale, ahí va, sin anestesia ni nada.
SANDRA Y DAMIAN

I
Era el momento. Si no lo hacía en ese momento, podría acobardarse después. Era mejor tomar el auricular y marcar.
- ¿Bueno?
- ¿Sí? ¿Se… se… se… encuentra Sandra?
- Si, ¿quién digo que le habla?
- Damián
- Espérame tantito ¿no?
- Si, gracias.
Por alguna extraña razón, la garganta se le había cerrado y el corazón latía rápidamente.
- ¿Bueno?
- ¿Sandra? Hola, soy Damián.
- ¿Damián?
- Si, Damián, del billar.
- ¿Cuál billar?
- El que está frente al parque, el Pooly’s Cave.
- Perdóname, pero no te recuerdo.
- Si lo sé, nos presentó mi amigo Luis. Hemos jugado juntos más de una vez.
- MMM, creo que ya me acordé de ti. ¿Usas una pulsera verde no?
- Si… no pensé que te fijaras en eso.
- Juegas bien.
- Gracias
Un incómodo silencio. Detrás de la voz de ella se escuchaba una canción de rock, melosa con pretensiones de ser pesada. Algo típico en la música popular para jóvenes en la primera década del siglo XXI.
- Y… ¿cómo te ha ido, Damián?
- Bien, gracias, estoy algo cansado, acabo de hacer limpieza en mi cuarto.
- Al menos lo limpias, no ni lo pelo. Por cierto, hoy no te vi en el billar.
- El dinero, ya sabes… Uno de hombre debe pagar lo suyo y además invitar. Y no todos tenemos tanto dinero.
- ¿Tienes novia?
- No.
- Pues no deberías quejarte, algunas piden mucho.
- ¿Tú eres de esas?
- No, no lo creo. Aunque luego me dicen que soy una mamona.
- No creo, de lo poco que te he tratado, no lo creo.
- ¡Ay, gracias! ¡Qué lindo!
El tono de su voz aceleró los latidos del corazón.
- ¿Irás mañana al billar?
- No lo sé, tal vez.
- ¿Por qué?
- Es que no sé, mañana pensaba salir.
- MMM, qué lástima! Es que mañana un tipo me invitó y no quiero llegar sola. Además quería que me enseñaras a jugar.
- Pensé que no te acordabas de mí.
- Si, pero ahora haciendo memoria, creo que si te recuerdo más. Me caes bien. No tomas ¿verdad?
- No, pero ¿cómo lo sabes?
- Aceptas la cerveza, pero ni siquiera la tocas. Te he visto.
¡Qué raro! Parece que si se acuerda más de lo que creo de mí. Pero si no recordaba el billar, ¿cómo me pregunta si no fui hoy? No tiene sentido. Pero bueno, no creo que sea prudente preguntarle.
- Bueno, niño, debo dejarte. Un gusto saludarte, Damián.
- ¡Espera! Creo que si puedo ir mañana después de todo.
- Ah ¿si? ¡Qué bien! Pues nos vemos a las cinco, ¿Cómo ves?
- Está bien.
- Bueno, ya me voy, ¡Bye!
- Adiós.
Estaba hecho. Pero el resultado no era el esperado.

Al día siguiente, él salió presurosamente de la casa. Se le había hecho tarde; cinco y veinte ¡No podía ser! ¿Qué pensaría ella? Nada bueno, seguramente. Comenzaba muy mal. Al llegar al parque, la vio platicando con un muchacho en la entrada del billar. Era de esos que se visten tan fashion, que tienen ese porte arrogante, porque creen que están caritas, porque creen que saben echar el verbo. Y era de esas personas que le hacían sentir a él que poseía pocas oportunidades. Ya había tomado una decisión. No se acercaría y si ella preguntaba, pues… No, no, no; él la llamaría y le diría que había hecho un trabajo de la escuela. Sí; esa parecía una buena excusa.
- Ah! Mira, ahí está mi amigo ¡Damián!
Lo había visto, era necesario cambiar de estrategia. Por lo pronto, habría que acercarse.
- Hola
La saludó de beso. Una piel suave.
- ¿Cómo te va? Pensé que ya no llegabas. Mira, te presento a Enrique. Enrique, Damián.
- Qué onda, wey.
Debió estrechar su mano, ella estaba ahí. Ni modo ¡Chinga! Este debe ser el wey ese del que habló. Pero bueno, creo que aquí la debo hacer de héroe… Mejor no, que ella hable.
- Pues entonces ya me voy, Sandra. Le diré a Toño que lo mandas saludar. Cámara, wey.
No era él al parecer. Parecí haber camino libre. El tal Enrique se alejó.
- ¡Ay, qué bueno que no vino ese pendejo de Toño! ¡No lo aguanto! Qué bien que viniste, Damián, tampoco soporto a su amigo ese.
- Pues ¿qué te han hecho?
- Es que por ahí me soplaron que hicieron una apuesta que haber quien me ligaba primero. Son unos pendejos.
- ¿Quieres entrar?
- No, gracias. Mejor acompáñame a mi casa ¿no?
- Bueno, pero ¿segura que no quieres entrar al billar?
- Si, segura.
- ¿Donde vives?
- Aquí a unas tres cuadras. No está lejos. Vamos.
Caminaron. Frente a la puerta de la casa se despidieron. Otro beso en la mejilla. Esta vez, la de él.

No sé por qué carajos debo venir yo al tianguis, cuando la huevona de Maricela se la pasa echada todo el día. Hoy, lo reconozco, no tengo nada que hacer, pero no se vale. Además aquí apesta a pescado. AH! Mira, ahí está Damián.
- ¡Hola Damián!
- ¡Sandra! No esperaba verte aquí. ¿Qué? ¿te mandaron por la comida?
- Si, es un fastidio, y mi hermana está echada en la casa. No es justo.
- ¿Qué nunca hace nada?
- No, siempre me mandan a mí por cosas. Con eso de que ya es mayor… ¿tú a qué vienes?
- A comprar un disco.
- ¡Ah! ¿si? ¿Cuál?
- Uno de Guillotina.
- MMM no los conozco. ¿Qué son?
- Rock, así como Nirvana en español. Pero bueno, no tanto.
- Nirvana si me gusta. Acabó gustándome después de escucharlos tanto en el billar.
Su cara se iluminó.
- ¿Sí? Tengo un amigo que toca en un grupo canciones de Nirvana y otros por el estilo. No sé si quieras… Creo que van a tocar en dos semanas ¿Quieres ir?
- Sí, pero, bueno, deja ver si no tengo compromiso.
- Hablando de eso… ¿ya no has visto al tal Toño?
- ¿Todavía te acuerdas? Pues me habló y se disculpó por no ir conmigo ese día, pero no le creí lo que me dijo. Alguien en mi escuela le dijo que yo no quería con él y ya ni me saluda. Oye, no tengo tu teléfono, ¿cómo conseguiste el mío?
- Tú me lo diste cuando nos conocimos.
- ¿Sí? No me acuerdo, pero bueno, pásamelo.
- ……………..
- Gracias. ¿Tienes mail? Pásamelo ¿no?
- Sí, es ………………..
- Bueno, ya me voy, niño. ¡Bye!

Los encuentros por Messenger fueron frecuentes. Por medio de este instrumento, él supo que ella iba a una escuela cerca de la suya. De hecho, recordaba que un día, su salón se peleó con otros de esa escuela. Nunca supo porqué. Solo fue de espectador. Según se iban a madrear, pero no pasó nada; se reunieron los grupos antagónicos en unas unidades habitacionales cercanas y sólo se miraron. Mucho ruido y pocas nueces. Entonces creyó haberla visto en aquella ocasión, de la mano de uno de esos chavos malencarados de la otra escuela. No estaba seguro y nunca le preguntó. Ahora estaba en la Prepa y era diferente a esas escaramuzas de secu. Ahora ya nadie se peleaba ni se armaban las cascaritas, las fiestas a las que lo invitaban eran puras borracheras sin sentido y parecía que toda la generación estaba loca por la música electrónica, las baladas pop y el ska más comercial. Una decepción de escuela. Ella parecía ser de esos al principio.
A los encuentros por Internet siguieron los encuentros en la tiendita de la esquina, en el tianguis, en el billar, al regresar de la escuela. Ella se portaba muy amable, no parecía eludirlo cuando se encontraban y le contaba de todo. Él le hablaba por teléfono y podrían quedarse horas y horas platicando. Había días en que no se veían y él era quien le hablaba a ella. Las conversaciones entonces, después de dos meses de tratarse, iban siendo más cortas cada vez.
- ¿Está Sandra?
- Sí, ella habla.
- Hola, soy Damián.
- Hola.
- ¿Cómo estás?
- Bien, iba a salir ahorita.
- MM, ¿te puedo hablar al rato?
- Sí.
- Bueno, adiós.
- Bye.
Pasó una hora. Marcó, pero el tono indicaba que no había quien contestara. El día siguiente sostuvieron una conversación parecida; él dijo que hablaría más tarde, pero al hacerlo, le dijeron que ella no se encontraba. Tercer día. Estaba dormida. Cuarto día. Estaba con unas amigas. Quinto día; salió con su mamá. Dejó de marcar su número una semana. No parecía que el destino le favoreciera. Tal vez ya conoció a alguien y yo aquí de pendejo. ¡Estoy bien bestia! No la he visto en dos semanas y las últimas veces que le hablé por teléfono, no estaba. En el Messenger, si yo no le hablo, ella no me pela. Tal vez me tardé mucho, tal vez ella ni me considera. Debo ser muy idiota para creerlo.

Ella llegó cansada al cuarto, se cambió del uniforme de la escuela con su ropa de calle. Estaba fastidiada. Ese tonto de David. Debía hacer una tarea. ¿Qué cree que soy? ¿Una de sus putas? Había sido una semana pesada Y la golfa de Mariana, pero va a ver quién soy yo. Esto no se queda así. Prendió la computadora, ¡No chingues, mamá, no tengo hambre! Una lágrima corrió por su mejilla Concéntrate, Sandra, esta tarea es importante, ya olvídalos. Se puso a trabajar.
- ¡Hija! Te habla David.
- ¡Dile que no estoy!
Otra lágrima. Parece que estoy sola… Las bocinas de la computadora sonaron Damian_Devil acaba de iniciar sesión. Su llanto cesó de repente. ¡Qué bueno, alguien que no me juzga ni me lastima!.
- Hola
- Hola
- ¿Cómo estás?
- Bien, y tu?
- No lo sé, nervioso.
- ¿Por?
- Es que me gusta una chava y no sé como llegarle.
- Pues invítala al cine o llévala a la fiesta esa que me dijiste de tus amigos del grupo.
- Sí tal vez, pero soy algo tímido. Quiero llegarle mañana, pero no sé…
- ¡Ay, no seas payaso! Mira, para que no haya pretexto yo te acompaño por ella. ¿Vive cerca?
- Si…
- Ahí está, mañana nos vemos para que la veas.
Al escribir esto, ella parecía poner buena cara a su tristeza.
- ¿A las cinco? ¿Cómo ves Damián?
- Está bien, en el parque ¿va?
- Nos vemos ahí ¿eh?
- Sí, gracias, hasta luego.
- Bye.
Al menos, ayudarlo me hará sentir mejor. Y así iba a ser efectivamente.

Él salió presurosamente de su casa para encontrarla en una banca del parque. Se acercó, y sintió de nuevo la garganta cerrándosele y el rápido latido de su corazón. La saludó de beso… o más bien, solo unieron las mejillas.
- Pues… vamos.
- ¿Y cómo se llama eh?
- No te puedo decir.
- ¿Por qué?
- Nada más.
- Y ¿por dónde vive?
- A unas calles de aquí.
- ¿Por ahí? Qué curioso, vive cerca de mí. MMM hueles muy rico.
- G… G… Gracias. Tú también te ves bien.
- ¿Yo? ¿En estas fachas? ¿Cómo crees, Damián? Oye, esta es mi casa…
Se puso frente a ella.
- Te vistas como te vistas, siempre me parecerás hermosa.
- Damián… pensé que veníamos a…
- No quiero que sientas que te engañé. Sí me gusta una chava. Es más, no solo me gusta, estoy enamorado de ella. Si quería llegarle hoy aquí, cerca de su casa, desde donde el atardecer parece darse cita cada tarde para reflejar los dorados rayos del sol en su piel y en su cabello. Se ve hermosa. Se llama Sandra, justo como tú.
- N… n… no entiendo.
- Estoy enamorado de ti, Sandra. Me gustaste desde que te vi por primera vez y después te conocí y me enamoré más. Hoy no soporté más. Debía decírtelo.
Un incómodo silencio.
- ¿Sandra?
- Perdón, es que no me lo esperaba.
- Sé que es algo pronto, pero no puedo contenerme.
- Damián, yo…yo…
- ¿…?
- Damián, yo… tengo… que decirte que… tengo novio. Perdón, tengo que irme.
Le dio la espalda y caminó apresuradamente hacia su puerta. ¿Por qué le mentí? ¿Qué te pasa, Sandra?
Desconsolado, él tomó el camino hacia su casa ¡Lo sabía! Sólo me estuve engañando. ¿Cómo esperar que se fijara en mí? ¡Qué ingenuo soy! Ahora la asusté y parece que no va a volver a hablarme.
Ella recordó a David. Y a Mariana. Recordó el billar. Recordó el Messenger.
Él comenzó a reprocharse su ingenuidad Pero no, no ya no voy a echarme para atrás. Hoy quería hacer algo y lo haré.
Ella recordó entonces como la había tratado David, la traición de su mejor amiga. Y él se portaba muy lindo. Que sepa la verdad. No es justo. Volteó y le habló.
- Perdón, Damián, no quise lastimarte. Es solo que últimamente no estoy segura de lo que siento. No es cierto, no tengo novio. Me han tratado mal, no quiero sufrir otra vez, no estoy lista. Entiéndeme. Espero que esto no afecte nuestra amistad…
Él, como si no hubiera escuchado, se acercó y, sin decir más, la besó en los labios. Ella se resistió al principio, pero un impulso que no pudo controlar hizo que correspondiera el beso. En ese momento, sólo eran ellos. No más. No tenían pasado. No había futuro. Sólo existían ellos. Pero ella quiso volver a ser ella misma, porque se sentía una tirana, alguien que probablemente sólo jugaría con aquel chico enamorado. Parecía tan sincero. No era justo. Ella no se sentía segura. Separó sus labios. Y retrocedió.
- No, no Damián. No es lo correcto.
El rostro de él no mostró ningún cambio. La seguían mirando esos ojos soñadores, pero melancólicos al mismo tiempo. Pero la tristeza en los ojos de ella lo hizo reaccionar de aquel trance. No había momento mágico; en esencia no había beso. No había algo que la uniera con él. Ahora la realidad se mostraba tal cual: indiferente y cruel. Ella entonces se le acercó y quiso besarlo en la mejilla, pero él no quiso. Era todo o nada. Se separaron sin decirse palabra.

Justamente cuando creí que estaba enamorado. No entiendo como puedo portarme de manera tan patética. La calle tras la lluvia era un poco resbalosa. Era peligroso caminar en estas circunstancias, sobre todo en el parque. Un beso… ¿qué significa para ella un beso? ¿Solo ensalivarse con alguien? Probablemente ese mismo día estuvo besuqueándose con otro y yo creyéndome tan maduro… ¡bah! Definitivamente no era seguro; había algunas personas sentadas en las bancas y si se resbalaba, podría hacer el ridículo. Aunque en realidad eso ya no importaba tanto. Edgar me dijo que había escuchado que era una zorra. No quiero creerlo, pero tal vez si sea eso. Soy un maldito ingenuo… Un paso en falso y…
- Jajajajajajajajajaja
Era una risa burlona. Y era de ella. ¡NO! ¡Frente a ella! Se levantó sin mirar a nadie y caminó sin voltear hacia su casa.
Ella supo que era él. Esa pulsera verde.

- ¿Seguro que no quieres salir, wey?
- Eh?
- ¡Damián! ¡Despierta!
- Llevamos ya una hora en este carro, ya me quiero bajar.
- Yo también, por eso te digo que si quieres salir…
- ¿Para que?
- ¡Qué sé yo! Sal para que te de el aire. Te ves de la verga. ¿Es por Sandra?
- No
- No te hagas.
- No, de veras.
- No te creo, tú no te echas así nada más a menos que te sientas mal. Te conozco.
- Pues tal vez no me conozcas tan bien.
- ¿Qué no piensas volver a hablarle?
- No, no quiero molestarla.
El sol de la tarde hacía particularmente hermoso el reflejo de la luz a través de los árboles; como aquel día… De repente una figura apareció a su vista. Una figura delicada. Una figura femenina. Y se acercaba.
-¿Damián? ¿Qué te pasa?
Él no quería admitirlo, pero era ella. Vestida de manera sencilla, pero provocadora. Con sus Jeans a la cadera, mostrando su ombligo que ahora tenía una perforación, una blusa negra sin mangas que dejaba ver sus provocadores hombros. Él nunca se los había visto.
- ¡Hey! ¿Porqué te escondes?.... ¡Ah! Ya vi ¿Quieres que la llame?
- ¡No! ¡No, para nada!
Pasó sin notar siquiera la presencia del auto estacionado y él la contempló por unos breves instantes. Fue un momento fugaz.

Traía prisa. Se le hacía tarde. Y sus amigas la dejarían ahí, plantada. Este pinche tianguis, como estorba. Los vendedores recogían los puestos y ella tropezaba con los soportes. La prisa no le permitía voltear hacia abajo para evitar los obstáculos. Se supone que el primo de Claudia está guapo, espero que valga la pena haberme hecho salir. Ahora había que cruzar la calle. Pinches carros, no me dejan… Una vez cruzada la calle, se dirigió en línea recta hacia la salida a la avenida; pero debía comprar algo, tenía hambre. Dio la vuelta en la primera calle y se topó con él. Lo vio de frente. No pudo evitar mirarlo a los ojos. Pero parecía tener prisa él también y se paso de lado sin siquiera voltear a verla. Ella siguió su camino. ¿Qué me pasa?

Era su aroma. Podía percibirlo. Sonrió. Espero que ande por aquí. Salió del incómodo vagón del metro y se dirigió hacia la salida. Y lo vio de lejos, pero ya no podía alcanzarlo.

Caminaba un poco desolado por la calle. Había sido un día difícil. Malas calificaciones, peleas con los compañeros, le había robado veinte pesos. De suerte que traía un poco de cambio. Se sentía estúpido. Ese uniforme no ayudaba mucho a su aspecto. La tarde era cálida y no había tanta gente. Al menos estaba tranquilo. ¿Es ella? Una figura se acercaba. Podía verla desde lejos y se dirigía hacia él. Cruzaría su mirada con la de ella; era inevitable. ¿Qué hago? Ya no puedo evitarla más. Pero… Su caminar se dirigió a la calle. ¿Y si me cruzo? Así la evitaré. Ya estaba decidido. Pero se verá muy obvio. Mejor la enfrento. Pasaré pero no la miraré. Ya estaba a unos metros. Ella lo reconoció y caminó un poco más despacio; no quiso aproximarse. ¿Por qué me evita? Creo que lo lastimé demasiado… pero ¡no me gusta! Bajó la mirada ¿o si? Él se detuvo y fingió que algo se le había pegado a la suela de su tenis. Ella se miró al cristal de una ventanilla de un automóvil. Él quería evitar el contacto directo Pero, estoy enamorado… Ella también Creo que debo ser yo la que rompa el hielo. La incertidumbre lo quemaba por dentro Tal vez no quiera mirarme siquiera. Se acercaron. Ambos actuaron como si no se hubieran visto en ese momento. Quisieron aparentar estar distraídos. Pero el encuentro era inevitable. Él la miró a los ojos y sonrió.
- Hola
- Hola
Se saludaron de beso
- Ya no saludas ¿eh niño?
- Perdón soy un poco distraído.
- ¿A dónde vas?
- A casa de un amigo. Me va a prestar un disco.
- Ah bueno… nos vemos luego ¡Bye!
- Adiós.
Ella quiso despedirse de beso, pero él se hizo para atrás, para que ella comprendiera que ya no iba a poder saludarla de manera tan familiar. Prefirió, como siempre, darle la espalda y alejarse. Ella, por su parte, ya no quiso seguirlo.
Era el momento. Y lo desperdiciaron.
Espero que esta parte haya servido al menos para enganchar al lector (osea tú) y bueno, se me acaba de ocurrir que mejor paso el link del video por aquello de las marranas dudas http://www.youtube.com/watch?v=K76ZPsKMHN8 y pues ya saben, las reclamaciones aquí, en la sección de comentarios. Sin más, les digo hasta luego, que tengo que hacer varios trabajitos que aun no termino.
SALUDOS DESDE EL LIMBO

2 comentarios:

Anónimo dijo...

wowowoworales!! ke onda con sandra y el demente jajajaja, chido, algunso errorsillos por ahi pero ya los correguiras (espero), por cierto, yo tambien veo como dices tu blog... ya ves como son los viejitos... jajaja
SALE MOSALBETE, AHI NOS ESTAMOS VIENDO, CUIDESE LIC

Anónimo dijo...

No mams!!! ac un bn q no leia sto!!! sta poca madre y creeme q lo voy a volver a leer y si, obvio nos djas nganchado n esa part!!! jajajaja un abrazo señor y sigue escribiendo asi!!!