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martes, 16 de diciembre de 2008

Realidades

La realidad suele presentárseme como una enemiga implacable, cruel, insensible, hijadeputa, monstruosa, desconsoladora y demás adjetivos gastados. La verdad es que yo me lo he buscado; a veces miro donde no debo y mi reacción se hace... poco agradable.

Otro chingadazo, sí, no aprendo, ni cuando se supone que la mirada debe dirigirse a otro lado o mínimo ya quiere hacerlo, pero NOOOOO, ahí voy otra vez, a joderme el estado de ánimo viendo lo que no me conviene, esperando lo que no es prudente esperar. Si la realidad es algo incuestionable, este es uno de esos momentos en que a mi me dan ganas de quebrar tan inflexible dogma y hacer estallar en pedazos lo que no me complace y me tiene como no debería tenerme. Detesto la realidad en este momento. Hace meses quería alivio, pero a la fecha me doy cuenta de que no lo consigo, de que nomás me hago pendejo y en realidad no lo estaba buscando.

¿Me quiero aliviar de esto? Esa es la pregunta que hay que contestar. ¿Esto se alivia? Chinga, no sé.

Odio extrañarte, R.

LO ODIO.

Que se quede hecho polvo. A lo mejor así debe ser. También odio que las cosas DEBAN SER.

Veamos si en los próximos días me logro exorcizar esto. Y no, me temo que sigue sin ser justo para nadie. Pero la justicia pocas veces me hace caso.

SALUDOS DESDE... EL CAOS

H.

miércoles, 25 de julio de 2007

Autocrítica y autocensura

ÉTER VERDE V2 está fracasando horriblemente en su propósito de ser una de tantas alternativas perdidas en internet, ¡nadie se pasea por acá! No dudo que más de uno haya caído por accidente en este espacio (las posibilidades en internet son infinitas), pero deben ser personas que no entienden el español o que definitivamente no creen que lo que escribo valga la pena ser comentado. Vamos, ni siquiera el mail que mandé de manera masiva a mis contactos de messenger tuvo eco. Bueno, sí, uno muy leve. Un solo comentario, que, por supuesto, agradezco infinitamente.
Acabo de publicar las cuatro partes de un cuento que, asumía hasta hace algunos días, era de lo mejorcito que había escrito en mi corta y nada productiva carrera de cuentista. Lo terminé hace ya más de un año, y desde entonces no he podido hacer algo similar. Mis lectores (amigos, compañeros y conocidos míos todos) se han limitado a decirme que les gustó. Mucho o poco, pero les pasa. Decidí desde el inicio de ÉTER VERDE V2, que sería conveniente publicarlo. No lo hice en el blog del space de MSN por que mi maquina se trababa cuando introducía demasiado texto en él. Blogspot es un servidor más amable para este tipo de cosas. He hecho lo que me parece conveniente para promover este sitio y, esperaba que la gente que me conoce y sabe lo que hago, se volcara con entusiasmo a conocer el blog. Nada.
En realidad si esperaba más respuesta de la que he recibido hasta ahora. No es reclamo ni nada. Simplemente, me consterna. Significa que ahora debo hacer más propaganda que antes. ¿Qué chiste tendría que publicara cosas en internet si no va a ver retroalimentación? En todo caso, todo loq ue escribo aquí lo guardaría en mi disco duro y me reservaría muchas opiniones para mejor hacerlo hablando.
Después del lamento, va el verdadero propósito de este post. Sandra y Damián eran, hasta hace poco, mi carta fuerte de presentación como cuentista. Creí, (ingenuamente, ahora lo sé) que era lo mejor que había escrito. Pero lo que estaba haciendo en realidad era dejar que una simple opinión de "está chido" alimentara mi ego. De hecho, he hablado de esto como "mi teoría del amor". Hoy me pregunto ¿qué demonios estaba pensando? ¿Esto es lo mejor que puedo hacer?
Si, querido lector (espero que esté ahí). Me oyó bien. Mucha promoción para un texto más que ordinario. Sabía muy bien que aunque fuera un muy buen cuento, siempre habría muchos mejores; en otros idiomas, en otros países, en otras mentes. Incluso puede ser que mis vecinos tengan ideas más grandiosas que las mías. Pero nunca creí que me lo hicieran notar así. Los primeros lectores del cuento fueron muy condencentientes (creo que acabo de cometer un error ortográfico ¿no?) y solo lo halagaron. Algo debía tener de bueno. Me mantuve sereno. Después sólo recibí opiniones favorables. Lo peor es que mi natural desconfianza no afloró y pensé que tenía al mundo en la palma de mi mano. Es decir, cualquiera que leyera el cuento no encontraría más que los mismos errores que yo ya había identificado y, finalmente les daría la importancia -poca, pues- que yo esperaba que les diera. A cualquiera le gustaría y, aunque no le gustara, reconocería que es bueno.
Supongo que quien esté leyendo esto ya haya leído el texto en cuestión. Si no lo has hecho, ¿qué haces aquí? ¡Húchale! Más abajo están los post con el cuento. Léelo y luego regresas acá. ¡Pero como vas!... Sé que es demasiado para un blog tan poco frecuentado como este decir estas cosas... Bueno, ¿me perdonan? Ok, gracias. A los que ya lo leyeron, vamos a seguirle.
Una crítica que me llegó por mail me hizo notar algo. Después de que publiqué un cuento corto en este mismo blog, recibí una crítica similar en los comentarios de ese post. Es el segundo, por si se lo preguntan (el segundo de mayo de 2007, chéquenle ahí). La cuestión era que, después de una buena narración más o menos decente, se llegaba a caer el cuento por un final muy rápido. Ahora me doy cuenta de que, aunque haga esto de manera intencional, los resultados no me son muy favorables. Mis cuentos parecen padecer de algo que me gustaría llamar defecto del final apresurado. ¿Suena pretencioso? No importa. Lo que importa es que lo noté y quiero reparar este error. Sólo una persona lo detectó en Sandra y Damián. Si hay otra, por favor díganmelo.
Otra cosa que sí me han reclamado es que las partes de las cursivas hacían confusa la narración. Es más que obvio cuál es el propósito de este recurso. Para el que no se haya percatado, son los pensamientos de los personajes principales. También usé las cursivas para darles áun más realce a los protagonistas. He revisado una y otra vez el texto y creo que nunca se me escapó escribir los nombres Sandra o Damián en las intervenciones del narrador; para referirme a ellos, como omniciente siempre hablé de él y ella. Debo suponer que esto también los confudió a varios. Confío en que no hayan sido muchos; procuré ser claro en eso.
También los espacios en párrafos para separar momentos, lugares y situaciones son algo que no necesita demasiada explicación. Es uno de los aspectos que creo me salieron mejor.
El argumento mismo no recibió ni una sola crítica negativa. No me extrañó; creánme que cuando afirmo esto, me doy cuenta de lo engreído que pude haber aparecido frente a mí mismo sin importame.
Pues bien, todo cambió cuando recibí una crítica de cierta persona que acabo de conocer. En sus términos, mi cuento parecía un fan-fic, era (como algunos ya me habían dicho) confuso para seguir y, esto es lo que más me sorprendió, la narración era pésima. ¡Pésima! ¿Mi narración? No me lo creí en ese momento. Pero bueno, veamos con más detenimiento a que se pudo haber referido esta persona. Debo decir que me quedé tan frío con esto, que una o dos palabras, huí cobardemente de la conversación cambiando de tema. No supe como reaccionar. Creo que si hubo más referencias a esto, pero fueron detalles menores.
Primero, llamó a cuento fan-fic. Según Wikipedia, un fanfic es una tergiversación de un universo o mundo previamente creado en alguna obra de ficción. Al hacer un fanfic, el escritor utiliza situaciones, personajes, lugares, tiempos, etc. de la obra original para él hacer una propia. Continuaciones y situaciones alternas son algunas de las formas más socorridas del fanfic. El modismo viene del inglés y literalmente significaría ficción del fan. ¿Quieren saber más? Vean en Wikipedia. De acuerdo con lo anterior ¿hice un fan-fic? Conscientemente, no. Inconscientemente, quién sabe. El argumento de Sandra y Damián es un intento de originalidad. Un amor obligado e impuesto, no desde fuera, sino desde dentro. Se acepta al principio y se renuncia a él después de percatarse de lo que lo motiva. Un final trágico es lo que terminaría de enmarcar el cuadro. La muerte de los protagonistas es, sin duda, un camino tremendamente socorrido. Pero visto de manera rápida, este cuento podría ser parte de la eterna reedición de la historia de los enamorados que sufren por no poder estar juntos. El intento de este cuento, desde mi punto de vista, era el de hacerlos sufrir precisamente porque estaban juntos. Suena muy mamón, pero ese era uno de mis motivos principales.
Suena bastante pesimista ¿no? ¿Qué solución habría de proponer? Consciente de que una historia de enamorados se arriesgaba a caer en lo mismo de siempre, quise sacarme de la manga una idea que ahora no recuerdo de donde saqué. Inventar el amor. Quise salvar mi historia de la repetición y reinvindicar al resto de las historias de enamorados para hacerlas fabulosas cada una en su propio universo. Sandra y Damián debía ser una historia única. Quise engañar al lector para hacerle ver en este cuento una historia nunca antes contada, algo nuevo, a pesar de ser tan familiar. Otros detalles parecen haberle dado al traste con este propósito que suena a obsesión posmoderna: ser original.
La pésima narración, no sé a qué se refería excatamente. Si lo dijo, fue por algo. También me mencionó que parecía un guión de teatro. No supe como tomar esto. ¿Exceso de diálogos? Puede ser. Oigan, sí, ¿por qué tantos diálogos? Ah! sí, ahora lo recuerdo. En un principio, la idea era un cuento hecho únicamente de un diálogo telefónico. Los personajes mismos nos dirían cual había sido su historia y ellos le pondrían fin. Ambicioso ¿no? Después la idea evolucionó en hacerlo en varias conversaciones en distintos momentos de la relación amorosa de los protagonistas. Una cosa era pensarlo y otra muy distinta ponerse a escribir. Y bueno, quedó como se los entrego ahora. Errores, genialidades y detalles surgieron sobre la marcha.
(Debo decir que tengo un prejuicio injustificado, injusto e irracional contra los fan-fics. Usando un lenguaje de querer pasarse de lanza y con una actitud de aquí nomás mis chicharrones truenan, creo o más bien creía, que dichos textos eran producto de mentes muy alineadas y poco creativas. Ahora mismo comienzo a rectificar mi postura. Quizá se deba a esto que quiero defender mi argumento con palabras rimbonbantes, porque no me gustó que me dijeran que uno de mis cuentos parece fan-fic)
Pero hay otros detalles que ahora debo poner al descubierto. Por si no lo notaron, dos personajes aparecieron siendo algo intrascendentes y terminaron siendo determinantes: Mariana y, claro, su hermano, el Perro. ¿Qué me sucedió? Creo que no pude manejar una situación de dos en toda la narración. Necesitaba soportes. Y los soportes acabaron teniendo su propia historia. Recuerden al Perro discutiendo con su hermana. El drama de Mariana me superó. Posiblemente ahí me ganó la influencia de la manera de narrar de las series norteamericanas de televisión en boga, de manera inconsciente. Tampoco quiere decir que fuera algo necesariamente malo para la historia central. Un desliz afortunado lo llamaría yo, aunque la opinión final la tendrá el escrupuloso lector.
Lo que ahora, al releer el cuento, sí puedo decir que es algo que a mí en especial no me gustó, es que parece que el defecto del final apresurado acabó apoderándose de situaciones menores a lo largo del cuento. Díganme si no: Sandra perdona a Mariana de manera bastante... no sé como llamarla, ¿simple? Es cómo si el autor tuviera una prisa por pasar a un momentos distinto, apresurando el desenlace de algo importante. Ponerle punto final a un conflicto que, ahora lo noto, nunca se ve muy claro. Creo que las cosas hubieran sido distintas si hubiera dejado que Sandra siempre le hubiera guardado rencor a Mariana. Mis personajes son adolescentes, pero si quería mostrar caracteres cambiantes, frágiles, inseguros debí haberlo hecho en otras situaciones. La manera en que el Perro y su hermana se reconcilian tampoco me parece uno de los mejores momentos. Poco convincente, sí; eso es. Son escenas poco convincentes. Viéndolo desde fuera, creo que así es y ¿ustedes?
El lenguaje que usan los personajes, no sé en qué medida es una extensión del que uso yo en mi vida diaria. Si las coincidencias son muy evidentes, entonces mis dotes camaleónicas no son muy buenas aún.
Y a propósito de la identificación del autor con sus personajes, pues creo que ante mí mismo, salí bien librado. No creo haberlo hecho, ni en los nombres que escogí para los personajes ni en distintas circunstancias de sus vidas. Quizá la posición socioeconómica o algún detallito así, el billar o el messenger, qué se yo. Ahí si me siento algo confundido en valorar estas posibles identificaciones como algo bueno o malo. Quienes me conozcan más, juzguen. ¿Qué hay de mí en mis personajes?
Hasta aquí la autocrítica. No sé hasta qué punto haya logrado una buena crítica de mi propio trabajo. Es un ejercicio que no practico con frecuencia. La sensación es satisfactoria. Como si le ganara a los detractores en notar cosas que ellos no detectarían o que no verían nunca. ¿Es eso realmente lo que motiva esta autocrítica? Entonces qué poco humilde soy. O quién sabe. Mejor ahí le dejo.
Hasta la próxima.
SALUDOS DESDE EL LIMBO
H.