miércoles, 17 de diciembre de 2008

Plegarias

El tono semidepresivo de la entrada anterior debió haberles dejado el sabor de que el autor de estas líneas está al borde una cortada de venas con pan tostado. Nada más lejos de la realidad -además ya discutimos el asunto de la realidad, ¿no? ah... no, sólo me quejé- el caso es que no estoy así, mal. Digamos que tuve un lapsus y los lapsus a veces me ayudan.

Hoy por ejemplo, con el ánimo reptando, se me ocurrió quedarme en casa a huevonear, que bien merecido me lo tengo, y como hoy fue miércoles de plaza, me decidí a hacer una visita al tianguis de por aquí. Me encontré con una película que hace mucho, mucho tiempo quería ver, pero no me decidía a hacerlo. Se trata de Finding Forrester. Quien ya la haya visto, posiblemente estará de acuerdo conmigo en lo inspiradora que puede presentársele a quienes, como yo, andamos en el difícil y extraño negocio de la escritura y la literatura personal. Debo admitir que casi me saca la lagrimita, pero más que dejarme influir por tal sentimentalismo barato, recordé que un buen colega me habló la semana pasada de cierta oración del escritor.

Se la pedí. No me arrepiento. Simplemente sublime.

(ADVERTENCIA: Lo que sigue es un vil y descarado plagio. Bueno, la verdad no, porque le daremos crédito a quien lo merece, el Cazador de Tatuajes, quien amablemente tradujo lo que se puede escuchar aquí en inglés)

Oh, Señor:

No me dejes ser uno de aquellos que escribe demasiado.
Uno de aquellos que en sus palabras
unta una cantidad demasaido pequeña de sí mismo,
diluyendo todas las cosas que tiene que decir,
como mantequilla mal untada en un pedazo de pan
o leche aguada en algún hotel viejo.
Permíteme escribir las cosas que tengo que decir
y luego mantenerme silencioso hasta que necesite hablar.

Oh, Señor:

No me permitas ser uno de aquellos
que escribe demasiado poco,
un hombre de década entre cada relato, o más.
Donde cada palabra gana importancia
y el pánico suplanta el gusto en la página.
La perfección es como perseguir el horizonte.
Tú quédate con la perfección, deja el resto a nosotros.
Permíteme tener la sabiduría para hablar de otra cosa.

Pereo además y por encima,
de esos dos locos espectros de parsimonia y libertinaje.
Señor, permíteme ser valiente.
Y permíteme, mientras creo mis historias, ser sabio.
Permíteme decir verdades en voz verdadera
y, con la verdad en mente,
permíteme escribir mentiras.

Gaiman, tus razones coinciden con las mías. Amen.

PEACE OUT

H.


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