Abrimos con algo impactante: en Éter Verde ya sabíamos que algo le pasaría a Carlos Fuentes. Desde el año 2009, y lo reiteramos en 2011. No, ya en serio, creo que esto es una bofetada de los dioses para que de veras me ponga a leer Cristóbal Nonato y no lo traiga ahí paseando en la mochila.
Ahora sí, a lo que veníamos hoy.
Por cierto, que este post es un regalo de cumpleaños para cierta personita muy especial para mí, a quien va dedicado. Algunos detalles más adelante.
¿Cuántas veces he mencionado El Ciclo de Iskrania en este blog? Creo que ésta fue la única vez: prometí (¡hace más de cuatro años!) postear adelantos de mi labor literaria concerniente a este megaproyecto de fantasía épica que, se me hace, terminaré dejando en mi testamento, incompleto o inédito, o las dos cosas.
Bueno, pero ya me estoy desviando hacia la melancolía gratuita.
No recuerdo exactamente cuándo inicié a desarrollar la idea que sustenta El Ciclo de Iskrania. Pero para cuando lo di a conocer en el antiguo Éter Verde por primera vez, ya tenía un cuaderno lleno de bocetos garabateados de novelas, genealogías de dioses y hasta el diseño de un mapa (trazado de primera intención, como diría mi hermano). En aquel primer acercamiento que le proporcioné a algunos lectores al tema, de manera no muy seria, lo único que hice fue soltar algunos nombres inventados acompañados de una promesa, y al menos tuve la entusiasta respuesta de uno de mis entonces esforzados compañeros de carrrera.
Tal interés estimuló mi creatividad y decidí pasar al disco duro mucho de lo que ya estaba en papel. Así, generé algunos textos que posteriormente subí al blog y que se sucedieron de la siguiente manera:
-Introducción. Al estilo de algunos textos lovecraftianos (yo no había leído un sólo relato del maestro de Providence en aquel entonces), hacía yo un ensayo introductorio firmado por un personaje que identifiqué como "Licenciado K", un recién egresado de la carrera de Historia de la UNAM (¿pura casualidad? je je...) que se encontraba inesperadamente en posesión de un conocimiento extraordinario, acerca de una civilización llegada de otra dimensión, habitante de una isla del Océano Pacífico que no aparecía en los mapas, portadora de toda una visión e historia cosmogónicas; multitud de detalles de la mitología derivada de aquello habían quedado registrados por un navegante y cronista español del siglo XVI, cuyos manuscritos habían permanecido ocultos durante siglos en Maxcatitlán, Nayarit. El firmante afirma que, para hacer más asequible la lectura de tan maravilloso material, lo había copiado en forma novelada. Es un texto en actual proceso de reescritura, pero contiene la idea central con la que quise abrir todo lo relativo al Ciclo de Iskrania: al igual que el Necronomicón, los manuscritos de Mexcatitlán son un vínculo entre distintos universos, en especial entre el de la fantasía épica, la ficción, y el "nuestro".
-El Viajero. Entrando en materia, la leyenda del Viajero relata el encuentro de una fuente antigua y un inesperado escucha, que baja un escaloncito en la metaficción: el Licenciado K nos está relatando la leyenda de cómo un antiguo ser le habla a otro acerca de su tierra de origen, Iskrania, relato éste que es el corpus principal de todo el proyecto; es el que contempla los libros sagrados, las historias noveladas, los cuentos, todo lo que genere. Este texto aún no piendo reescribirlo, pues son sólo detalles pequeños los que arreglaría. Pero quién sabe... Aquí lo tienen, para quien guste.
-La Cronología. Curiosa táctica la mía, que presento en forma muy sintética prácticamente todos los argumentos de las novelas proyectadas para el Ciclo de Iskrania, en una cronología por "Eras" de TODO lo que ocurre en este universo. La primera parte es una disertación "erudita", escrita con un estilo que ahora me da ternura, sobre la forma en que se mide el tiempo en Iskrania y el resto, la cronología propiamente dicha, dividida en dos posts. Dado que hablamos de algo inédito, esta versión de la cronología no tiene muchos de los detalles que he agregado desde entonces. Las modificaciones son notables. Algún día se las mostraré.
¿Todo esto para introducir qué? El texto que es motivo de este post, el que lleva por título Sirileyaháni, y que no forma parte de ninguna de las novelas proyectadas. Nació así nomás, no estaba en el plan y de repente ya tenía varias cuartillas.
Lo que ya existía era el título y es que, han de saber ustedes que esta melodiosa palabra es creación de la persona a quien esta historia va dedicada. Pronunciarla y escribirla siempre me ha dejado la sensación de un cosquilleo agradable y desde que comencé a idear el Ciclo de Iskrania supe que debía incluir esta palabra en algo importante dentro del mismo. Durante años intenté ponerla en alguno de los arcos argumentales de toda la historia, pero apenas hace unos meses me di cuenta de que merecía una historia propia.
Irá por partes, porque, aunque me hubiera encantado ponerla toda junta, no consideré adecuado forzar mi escritura de un día para otro. Pero sí la forzaré en todo lo que queda del mes, por lo que ahora mismo hago la promesa solemne de que Sirileyaháni será completada en el mes de mayo.
Dos anotaciones antes de que pasemos directamente al relato:
-Incluyo un somero mapita phoshopeado, pedazo del mapa original, pero que representa el escenario de la acción de la historia que nos ocupa. La notación es sencilla: las mayúsculas son los países o reinos, y las cursivas son ciudades. También debe señalarse que el mapa marca un salto de una forma de narración a otra, así que abusados, no me vayan a reclamar después. El que no le entienda a eso, pues ni cómo ayudarle.
-Especialmente en la leyenda que abre la historia, hay referencias a hechos que usted, querido lector, seguramente no conoce y que forman parte de una línea argumental más amplia que la del texto que se presenta. Para ello, las Cronologías que se linkean más arriba pueden ser de ayuda; aunque, si es usted un lector paciente y avezado, notará que la historia explica todo lo que tiene que explicar y aquellas nociones que permanecen oscuras bien pueden ser dejadas para una posterior consulta. Confío plenamente en el criterio de quien esto lea.
Hechos estos señalamientos, entremos en materia.
Va dedicado a tí, espero te guste. Felicidades, por cierto.
Sirileyaháni
Cuentan los Libros del Relato
Maestro que, durante las Guerras del Ojo de Plata, las cuales pusieron fin a la
gran rebelión de los genios, nació en la costa oriental Bari, la Gran Doncella.
Muy joven entró al servicio del ejército de su nación como curandera; nación
cuya derrota ha prohibido su nombre y el de todos aquellos que habían participado
en la desastrosa batalla que sellaría su destino, sobre la cual tampoco se
permite mención alguna en los Libros. Pues es sabido que en aquellos tiempos
era voluntad divina que la muerte ajena sellara los labios del doliente, la
viuda y el huérfano, y el nombre del difunto quedaba condenado al olvido. Pero
el pecado de aquella nación había sido aún peor, pues en su soberbia, se
proclamó a sí misma como el Nuevo Jardín, y fue por ello que los dioses la
castigaron doblemente, humillándola en la derrota y la conquista por sus
enemigos; sus protectores les abandonaron y los nombres de sus habitantes, aún
vivos, quedaron proscritos por la ley divina, la de los hombres y de todas las
razas. Gran desgracia cayó entonces sobre aquella gente que, privada de su
nombre y del derecho de dar y recibir digna sepultura, se convirtió en pueblo
esclavo, vagabundo y maldito.
Conmovida por el
gran sufrimiento de su pueblo, Bari decidió que la voluntad divina no era justa
y para ello invocó a Garback, el Ecuánime, el de la Retribución y la Sentencia,
y ante el silencio del dios, resolvió escapar a una vida nueva, emprendiendo el
viaje hacia el oeste, alentando a sus hermanos a seguirla, asegurándoles que
todo individuo de cualquier raza poseía el derecho a no ser olvidado a causa de
sus errores o su muerte. Muchos la ignoraron por temor a la ira divina, y tuvo
que partir sola. Fue humillada, ultrajada, maltratada e incluso esclavizada,
pero no cejó en su empeño de alcanzar el espíritu de los hombres y la justicia
de parte de Garback. Al ir conociendo a otros pueblos y razas en su camino al
oeste, comprendió que su causa encontraba eco en todos aquellos que albergaran
un mínimo sentimiento de justicia y dignidad. Avanzó predicando, encontrando
obstáculos y sufriendo persecución, desprecio e intolerancia; pero cada cierto
tiempo, alguien la seguía: una familia, una pequeña aldea, una ciudad.
Así, los desposeídos
de muchos reinos y naciones de hombres y otras razas, cuya pobreza y desgracia
les dejaba únicamente su nombre y su historia, decidieron responder a la
prédica de Bari y la siguieron en su camino al oeste, acosados por naciones y
dioses hostiles, grandes bestias y monstruos, climas terribles, hambrunas y
sequías. No obstante las calamidades que tenían que sufrir los viajeros, su
perseverancia en su lucha contra el olvido los mantuvo fuertes. Los caídos en
el camino recibían los debidos honores, y se les componían canciones, sus
nombres se recordaban todas las noches. Y Bari, mujer tocada por voluntades más
altas que los dioses, mantenía sus fuerzas y juventud a tal grado que parecía
que nunca envejecería, no hasta encontrar una tierra en la que no existiera el
olvido; perseverante y paciente como los dragones, los cuales no mueren si su vida no está completa, y por ello
sus fieles la llamaban Sirileyaháni,
la Mujer con Voluntad de Dragón.
Garback supo
entonces de tan elogiable lucha de los desposeídos viajeros y de su joven guía,
que predicaba que el nombre de los muertos podía ser pronunciado por los vivos,
que no había blasfemia o sacrilegio en ello. Se enfrentó al tiránico Sardock,
señor de la Muerte, quien se alimenta de Vida y Recuerdo, y cuyo aliento no es
sólo de Muerte, sino también de Olvido; y Garback logró el favor del resto de
los dioses para obligar al Amo de las Profundidades a liberar los nombres de
los difuntos y premiar a la doncella por su valentía. Transformado en una
golondrina, el sabio dios, el Ecuánime que otorga Retribución y dicta
Sentencia, guio a Bari el resto de su camino, protegiendo a sus seguidores de
toda amenaza, hasta llegar al Árbol Gris, aquel que crece ahí donde los dioses
han designado que una ciudad debe ser fundada. Y los dioses premiaron a Bari y
sus seguidores con una nación propia, y gracias a ellos, los nombres de los
muertos pueden ser pronunciados.
Llamaron a su ciudad
Naad-Bolg, la Ciudad Inolvidable.
Cumplida su gran
misión, Garback le otorgó a Bari el descanso de una vejez plena, una muerte
digna y una existencia vigorosa fuera de los dominios de Sardock, al lado de
otros grandes mortales en las amplias llanuras del Jardín Dovalha, cercano a la
morada de los dioses; le retiró el nombre que la emparentaba con los dragones, y
la nombró Filvaík Bari, la Gran
Doncella. Desde entonces, los
descendientes de Bari han gobernado con rectitud y sabiduría el país de Shofrad, aquel que creció alrededor de la
Ciudad Inolvidable, y mantienen vivo su legado.
Era Lihug de la ciudad de
Naad-Bolg, capital de la República Shofradí, hijo de pequeños recaudadores de
impuestos. Era Nirel hija de un general retirado de la milicia de la república,
también de Naad-Bolg. Ambos nacieron cuatro días antes de las aguzi, las
jornadas finales del año, y ambos fueron entregados al Santuario de los
Aprendices, en las afueras de la ciudad, al cumplir doce años, según lo
señalaba la Ley de Naad-Bolg, pues tanto recaudadores como milicianos debían
ofrecer a su descendencia al servicio de la Noble Casta Bari y así servir al grande
propósito de contribuir al mantenimiento del legado de la Gran Doncella.
Pero
la ley también indicaba que la descendencia no estaba obligada a entregar a su
vez sus hijos al Santuario, a menos que eligieran un oficio que los obligara a
ello. No obstante, ningún aprendiz elegía su oficio en función de esto. Lihug y
Nirel eran distintos, como lo eran otros de su misma generación. Fueron parte
de una camada de descendientes de milicianos, escribas y pequeños recaudadores,
inquietos por las nuevas ideas que llegaban desde el Sur, admiraban a la que
llamaban “La Verdadera Doncella”, no al símbolo de la fundación ni de la Casta
Bari. Muchos sabios del santuario se vieron seducidos por el ímpetu de esta
nueva camada de aprendices y los defendían ante la Cámara de Altos Shofradíes,
de las calumnias de los partidarios del Gran Señor Sorum Bari, el anciano que
compartía el máximo poder de la República con su hermano, Hakell, aún más viejo
que él.
En
Naad-Bolg se discutía abiertamente la vejez y velada tiranía de la Casta Bari a
pesar de que la guardia de los Grandes Señores vigilaba toda palabra
pronunciada en calles, caminos, puentes y plazas. En la Ciudad Inolvidable se
decía que los hombres no esclavizaban a otras razas, pero era común ver a los
altos ciudadanos con su séquito de sirvientes icors, los pequeños duendes con
cabeza de lagarto y cuerpo similar al de los hombres; de enanos y otras razas
pequeñas, y los llamaban “protegidos”. La guardia no prohibía los conjuros que
hechiceros sin escrúpulos lanzaban sobre las razas pequeñas para hacerles
aceptar dócilmente servir a sus amos humanos, vendiendo los ingenuos seres a
comerciantes y altos ciudadanos igualmente insensibles. Se llegó a acusar a
Sorum Bari de contar él mismo con los servicios de una hechicera que renovaba
continuamente para él un extenso harén de mujeres sarfor, la raza de hombres
alados, y un séquito de icors dedicados a la dura tarea de la siembra y cosecha
de las fincas del Gran Señor a las afueras de Naad-Bolg, donde trabajan hasta morir
de cansancio, hambre y sed.
Nadie
comprendía por qué Garback, el Dios Justo, no castigaba el comportamiento
decadente en el país de Shofrad, ni la indiferencia del resto de los dioses,
cuyas bendiciones en la guerra, la cosecha y el comercio hacían parecer que la
tiranía contaba con la complicidad divina. Llegaron predicadores errantes de la
tierra de Nikania, al este, para intentar despertar las conciencias de los
shofradíes, pero nunca pudieron tener éxito: amenazaban con que si la
corrupción no cesaba, calamidades caerían sobre su pueblo, gigantes y dragones
asolarían sus tierras, y las razas malditas se harían con el poder de Naad-Bolg.
Nada surtía efecto. La Venerable Orden de Hechiceros de la ciudad había sido
fundada por la misma Casta Bari, por lo que tanto los guías como los sacerdotes
y hechiceros ordenados obedecían a los dictados de los tiranos del linaje,
comerciaban con sus dones y habilidades, y justificaban a la Casta, advirtiendo
que la misma Gran Doncella consentía su dominio. Algunos sabios del Santuario
de los Aprendices llegaron a decir que era gracias a la intervención de la
Orden de Naad-Bolg que los dioses no intervenían en la vida de los shofradíes.
Todo
esto llevaba siglos repitiéndose en las plazas, pero ni un solo shofradí se
atrevía a contrariar a la Casta, porque el legado de la Doncella, decían, se
restauraría por sí solo, que sólo quedaba esperar que Sorum y Hakell Bari
murieran por su vejez y una nueva generación asumiría el poder e impondría
justicia. Todos los seres libres en las ciudades y aldeas de Shofrad,
especialmente en la capital, se contentaban con participar gritando,
maldiciendo y causando alboroto en las Cámaras de Altos Shofradíes de cada
población, cuyas reuniones se celebraban una vez por año y en las cuales las
decisiones importantes terminaban dejándose a juicio de la Orden de Hechiceros,
adicta a los Bari, argumentando las controversias que el desorden provocaba en
las reuniones. También se hallaban felices gran parte de los súbditos libres de
reclutarse en la Milicia de la república por cortos períodos, ya fuera como
combatientes, curanderos o albañiles, para hacerse de un botín en las campañas
de rapiña que los Bari proclamaban contra las tribus de razas inferiores del
desierto, que amenazaban la república desde el oeste.
Sucedió
que en una reciente campaña del desierto murió Gadmey Bari, sobrino de los
hermanos Sorum y Hakell, gran capitán de la milicia y el favorito de las
Cámaras de Altos Shofradíes para suceder a sus tíos en el poder. Con motivo de
su muerte, las Cámaras exigieron el retorno de su único hijo, Ogùa Bari, ahora
un vigoroso hombre de veintisiete años, quien había sido enviado a ordenarse
como hechicero en Ofark, la capital del Imperio de Lokia, al oriente de las
costas de la república.
Se decía que los ancianos habían
ordenado la muerte de Gadmey y cubrían su crimen con suntuosos e hipócritas
homenajes a su nombre, y que en realidad le temían a las buenas relaciones que
el gran capitán mantenía con los jefes de las razas del desierto, el poderoso
Imperio de Lokia y varias órdenes de hechiceros de ciudades extranjeras; de
igual manera, se consideraba que la ordenación de Ogùa en Orfark no era otra
cosa que un exilio impuesto por los ancianos, quienes aún consideraban que la
corte de Lokia les era favorable, pero sobre todo porque matarlo habría
levantado a la Milicia en su contra.
A pesar de la
estrecha vigilancia que Sorum y Hakell ordenaron mantener sobre el joven Ogùa
durante años, no pudieron evitar que los amigos de su padre se le acercaran y
llegado el momento, le reiteraran su apoyo para regresar a Shofrad y disputar
el mando de la república. Cuando se hizo evidente que tenía partidarios no sólo
en la Cámaras, sino también en gran parte de la Milicia y en la misma Guardia
de Naad-Bolg, Ogùa Bari había resuelto regresar y apenas unos meses después de
la muerte de su padre, estaba de vuelta en la Ciudad Inolvidable, dispuesto a
desplazar a los ancianos del poder.
Su
regreso revivió las leyendas de la restauración del legado de la Gran Doncella,
lo que puso en alerta a la Orden de Naad-Bolg, en donde se temía por el
alejamiento del pueblo de los tradicionales rituales de culto a Filvaík Bari e
incluso a los mismos dioses que otorgaban sus favores a la Casta. En las plazas
y caminos se decía que el joven Bari, con el fin de lavar el nombre de su
linaje, había entrado en contacto con doctrinas extrañas y aprendido poderosos
conjuros lokios, lo que le atrajo la simpatía de las generaciones inquietas de
aprendices, deslumbradas por los libros y enseñanzas que llegaban de aquel
país.
Con el propósito de
alejar la atención de los rumores sobre su llegada del exilio y presentarse al
pueblo, Ogùa Bari resolvió liberar a uno de sus sirvientes enanos, llamado
Asduk, para solicitar su ingreso al Santuario de los Aprendices, pues él mismo
había ingresado años antes de su exilio. El anuncio causó conmoción en todo
Shofrad. Sorum y Hakell, la Orden de Naad-Bolg, la mayoría de la Guardia y las
Cámaras de varias ciudades de la costa y de la frontera con el desierto se
opusieron, pues, decían, un enano era de raza inferior, y no merecía un lugar
en el Santuario; además, violaba la ley. En el Santuario y la Milicia, por otro
lado, se decía que no había mejor manera de comenzar a rescatar el legado de la
Gran Doncella que liberar de la servidumbre a las razas pequeñas y otorgarles
los mismos derechos que a los seres humanos. A favor se pronunciaron muchos
pueblos pequeños, en los cuales se refugiaban las razas pequeñas que huían de
su deudas con sus amos en las ciudades, y llegaron noticias de las tribus del
desierto, cuyos jefes aseguraban que si Shofrad respetaba a las razas pequeñas,
muchas de las cuales también buscaban refugio en las arenas, se podía llegar a
un arreglo sobre los ataques a la frontera de la república. Muchos aprendices
se escaparon del Santuario con dirección a la Ciudad Inolvidable y acompañados
de milicianos y algunos hechiceros rebeldes, se reunieron fuera del Salón de
sesiones de la Cámara de Altos Shofradíes de Naad-Bolg en la cual recayó la
decisión final, para presionar a favor de la propuesta de Ogùa Bari.
Esta Cámara había
sido la que más continuamente retaba a la Casta y a la Orden de Hechiceros, y
resolvió aceptar a Asduk en el Santuario, asegurando que vería con buenos ojos
que otros altos ciudadanos siguieran el ejemplo de Ogùa Bari, siempre y cuando
no fuesen obligados a ello. Una vez que los dioses dieron su consentimiento
mediante espectaculares señales en el cielo y los templos, el enano fue
conducido al Santuario para integrarse a él, acompañado por su antiguo amo en
persona, quien presenció el recibimiento de los entusiasmados aprendices y juró
frente a ellos que haría lo indispensable por recuperar el legado de la
“Verdadera Doncella”.
-Y
así como hoy el valiente Asduk se una a ustedes, el día de mañana todas las
razas de Shofrad dejarán de vivir en la servidumbre y caminarán al lado de los
hombres. ¡Que viva el espíritu de la Verdadera Doncella!
-¡Que
viva! –fue la entusiasta respuesta de los aprendices- ¡Ogùa Bari! ¡Ogùa Bari!
Asduk
fue agasajado por los cocineros del Santuario, que hacía ya tiempo que eran los
mismos aprendices y los sabios que simpatizaban con ellos. Al banquete le
siguió una animada celebración que se prolongó durante días.
Aquella
noche, la Guardia de Naad-Bolg dio su última ronda cerca del Santuario, pues
por órdenes del Gran Señor Sorum, vigilaba de cerca a los aprendices; Ogùa Bari
los había convencido de retirarse y en su lugar dejó a un grupo de animados
aprendices muchos de los cuales habían estado en la Cámara cuando se proclamó
la resolución final y se habían ofrecido para ayudarle en su pugna con los
ancianos, acompañados por hechiceros que habían acompañado al joven Bari desde
Lokia. El Santuario no durmió durante cinco noches de fiesta y fue en esa
celebración que Lihug y Nirel se conocieron.
CONTINUARÁ...
H.
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