Tú, que me regalaste tu tiempo, pero al final no quisiste que me lo quedara: a tí te gusta mi sonrisa
Y tú, que pretendes y dejas de pretender que me conoces y no te acuerdas de mí: a tí te gusta mi nariz
Y encima tú, que quisiste desearme y sólo pudiste recurrir a la huída: a tí te gustan mis manos.
Pero tú, en quien gasté un verbo peligroso, a quien le puedo dedicar una o dos lágrimas: tú le temías a mi mirada.
Soy como el elefante tocado por los ciegos... el detalle simpático es que frente al espejo hasta parece que me reconforta
Por cierto, ¿alguien tiene el libro Nosotros, de Zamiatin? ¿Me lo prestan?
H.
Cerdito con orejas de color
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Mi abuela me contaba que, cuando era niña, le dieron un cerdito. Por esos
días era normal que, cuando cumplían 10 años, los niños del pueblo
recibieran a...
Hace 1 semana