lunes, 17 de diciembre de 2012

Dudas de toda la vida

[Me encuentro sentado en un silla, parte del juego de un comedor con capacidad para doce personas. Es de noche y hay únicamente dos focos iluminando la estancia. Detrás de mí hay una vitrina y la cámara me toma de frente. Sobre el comedor hay un vaso de cristal, lleno de leche, del cual bebo sorbos mientras hablo. De fondo suena Year of the cat, de Al Stewart]




Existieron atmósferas que hicieron posible construir las personas que somos hoy.

Durante la última década del siglo XX, en la cual viví mi niñez, en la casa donde vivía se acostumbraba escuchar Radio 620, (La música que llegó para quedarse) por las tardes-noches. Una delicada y tenue luz amarillenta de focos de 100 watts nos bañaba a mi hermano, a mi madre y a mí mientras realizábamos nuestros deberes escolares, sentados en un comedor con capacidad para doce personas, viendo el resto de la planta baja sumida en la inquietante penumbra tan propia del tránsito de las 18:30 a las 19:10 y escuchando las notas que salían de las bocinas de un viejo tocadiscos instalado en la sala, sintonizado en Radio 620.

La música que llegó para quedarse en mi memoria gracias a la escucha de esta estación tenía un perfil que siempre me pareció muy enigmático. Espero estar usando las palabras adecuadas para la sensación que me producía. Se trataba de melodías compuestas al menos diez años antes de que yo naciera, si no es que mucho más viejas, casi todas en inglés. Siempre las recordaré como suaves y relajadas, pero dotadas de una acentuada intensidad. Tal vez era jazz, tal vez new wave, no puedo estar seguro; pero lo cierto es que era música que creaba un ambiente muy particular de aquellas tardes. Cuando conocí otras estaciones de radio, nunca pude volver a sentirme envuelto en tan particular atmósfera.

Únicamente recuerdo, de todas las canciones que escuché en esa estación, Papa was a rolling stonede The Temptations y la sublime Year of the cat, con Al Stewart y su inmortal solo de piano introductorio.

Pero no sólo escuché música. En una ocasión, entre canción y canción, un locutor hacía intervenciones poéticas y reflexiones filosóficas. Lo que escuché en aquella tarde de la voz de este hombre (no puedo ya saber de quién se trataba), vale por un trillón de Marianos o Gabys Vargas. Recuerdo con entusiasmo de varias de sus intervenciones, en la cuales narró bellas fábulas, como aquella en la que la esposa de un hombre importante y madre de los hijos del mismo se encontraba extraviada en un solitario camino, escuchando un voz que le cuestionaba quién era y le replicaba que no contestaba adecuadamente la pregunta cuando contestaba "soy la mujer de mi marido" o "soy la madre de mis hijos". Lamento profundamente no recordar el final de este relato. 

Pero sí recuerdo, a mi manera, otra de las fábulas:

Una vez, una mujer tuvo una terrible pesadilla. Corría desesperada por las calles, perseguida por un monstruo babeante y hambriento. En cada paso que daba sentía la cercanía de su perseguidor y percibía su aliento fétido envolviéndola. Volteaba y veía con terror que no importaba cuan rápido corriera, el monstruo no se detenía. Finalmente, se halló acorralada cuando encontró que el camino que había tomado terminaba en una pared que le impedía seguir huyendo. Aterrorizada, se detuvo y vio cómo el monstruo se acercaba. Con las pocas fuerzas que el terror le permitió, preguntó al monstruo: "¿Qué vas a hacer conmigo?"

El monstruo se detuvo frente a ella y contestó: "No lo sé. Éste es tu sueño".

Se me enchina la piel cada que lo recuerdo.

Esta es la cuestión: me encantaría saber quién es el autor de este relato. Si alguien de aquellos que lleguen a leer esto, reconoce la fábula, me haría muy feliz si me dijera quién la escribió.

Si no, por favor, al menos háganla viral. Lo amerita, ¿no creen?

[Bebo de un trago la poca leche que queda en el vaso. Me levanto de la silla y salgo de la imagen por la derecha. Desvanecido en negro. Créditos]

H.